Vuestros cuentos
Caminante
Enviado por gabl
(Fragmento Capítulo 1)
1
Pies Descalzos.
Mis pies empiezan a entumecer sin encontrar tregua al sufrimiento y castigo por lo que han andado descalzos a lo largo de áridos senderos y caminos rocosos. Espinados, sangrantes, hinchados por la falta de calzado. Cada paso me transmite una descarga eléctrica que recorre mi cuerpo e invade órganos, músculos y huesos.
Ando vagando sin saber dónde voy, errante, sin rumbo fijo semejando a Don Quijote de La Mancha. Descubro a lo lejos una veintena, o más, de morichales que creí eran gigantes agitando sus brazos al aire. Perdida la cordura momentáneamente quise emprender camino a su encuentro para librar batalla.
Retorno a la lucidez, recordando a Sancho, al responderle a su amo que no eran tales gigantes sino molinos de viento… y hacerlo volver a la realidad.
Cae la tarde y el sol ha hecho estragos en mí. Tengo sed, los labios resecos y las comisuras rotas. La falta de líquido es notoria. Busco refugio para pasar la noche, cubro el suelo con ramas, hojas secas, improvisando un lecho y como techo me protegerán las ramas bajas de un pequeño árbol a las cuales les entrecruzo otras para hacerlas más tupidas.
Con inexperiencia manifiesta enciendo una pequeña hoguera para mitigar el frío que comienza a castigarme y los insectos nocturnos que como nubes atacan mi rostro, brazos, manos, y toda la piel expuesta a la intemperie. Recostado observo como la oscuridad se va adueñando de la noche y en el cielo las estrellas fulguran.
Fijo la vista en el firmamento marcado por puntos brillantes grandes y pequeños. La recorro oteando hasta donde mis ojos me lo permiten y trato de adivinar; ¿la Osa mayor, la Osa menor o la Constelación de Orión?
Busco en mi mochila la botija notando que queda poca agua, hurgando un poco más un mendrugo de pan sorprende mis dedos. No recuerdo si es el sobrante de un trozo mayor o la dádiva recibida al confundirme con algún mendigo en alguna población o ranchería por las que sin dudas transité.
Digo esto por mis vestimentas, sucias rasgadas, sin calzado, con una barba de días, y por el olor que despide mi cuerpo por la falta de aseo. Mastico el pan con voracidad y libo el vital líquido que queda en el recipiente.
Me despierta el alba.
Aún desconcertado, examino mis heridas, en algunas partes poco profundas, algunas tienen costras.
Rasgo mis pantalones y cubro los pies a manera de venda. Mientras el sol se va asomando por el este, me apresuro a iniciar la caminata, antes de que alcance el cenit, y haga que la marcha hacia un sitio poblado sea pesada.
Apenas he caminado casi una hora. El calor hace estragos en mi débil humanidad, sudo copiosamente, la camisa empapada se pega a mi espalda.
Vislumbro un riachuelo. No puedo mitigar el dolor en mis pies, nuevamente sangran. Entro al agua tibia, me siento sobre una piedra que emerge de las aguas, lavo mi cara, mis brazos y termino sumergido, rotando en el lecho del riachuelo hasta que la fatiga y el maltrato con las piedras de varios tamaños que cubren como alfombra el fondo de las aguas me obliga a abandonar el oportuno y necesario baño.
Ya refrescado, mitigado la sed, reacciono ante el panorama. Un nombre viene a mi mente, Eduardo Sánchez.
¿Seré yo?
¿Qué carajo hago aquí?
¿Cómo llegué a este lugar?
Los recuerdos fluyen y la conciencia se apresura a traerme imágenes confusas que poco a poco o, en días se aclaren y revelen total o a parcialmente las incidencias y desventuras vividas guardadas en el laberinto de mi atormentado cerebro. Relaciono vías férreas, caminos de tierra amarillenta.
Transcurren las horas. Se aclara mi conciencia y se aviva en mí el recuerdo de la travesía o vagar entre el monte, caminos estrechos y pérdidas momentáneas del espacio tiempo. No sé qué día es, no sé cuánto he caminado. Empiezo a armar el rompe cabezas de la aventura que estoy viviendo.
La claridad de los recuerdos me ilumina. Soy Ingeniero de materiales, trabajo en Zaraza en una empresa metalúrgica y resido en la calle El Roble. Cierro los ojos trayendo a mi mente imágenes y episodios pasados.
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Evocación.-
Era viernes, en la tarde cuando cesaron las labores cotidianas. Acepto la invitación de tres compañeros de trabajo y decidimos tomar unas cervezas. Iniciamos la travesía hacia el sector La Florida, donde están las compuertas del Río Unare, que en esta época del año sirve como balneario.
Allí disfrutamos de las bondades de las aguas cristalinas y templadas. Agrupados en círculo, conversamos de diversos tópicos. Conocimos a varias personas con las cuales intercambiamos saludos y algún trago. Llegada la hora del regreso, me apresuro en vestirme. Pero el repentino mareo hace que mis acciones se tornen lentas y vocifero incoherencias, palabras entrecortadas e incomprensibles.
Mis compañeros me obligan a entrar en la camioneta de doble cabina. Me recuesto apoyándome al panel de la puerta, cierro los ojos, y siento que mi cabeza gira sin control. La brisa del camino me calma y quedo a merced del vaivén que produce el andar del vehículo sobre terreno irregular.
Despierto sediento, la boca seca, y el sol quemando la piel expuesta. Estoy tirado a orillas de un estrecho sendero rodeado de baja vegetación. Me incorporo con dificultad, sacudiendo de mi ropa la gran cantidad de hormigas que devoran la carne, en pequeñas porciones, como invitadas a un día de camping.
Doy unos pasos y me lastimo los pies con espinas y pequeñas piedras, escucho ruidos confusos en las copas de los árboles, son pájaros que revolotean buscando donde dormir.
Me alerto ante el atardecer. Ligeramente examino mi pantalón, mi camisa, no tengo cartera, nada que me identifique. Corro desesperado hacia la nada. No sé dónde ir, no sé dónde estoy, ¿qué pasó?
¿Por qué me abandonaron en el monte?
Busco respuestas, que nadie me dará.
En medio del pánico que se apoderó de mí, freno la alocada carrera.
¡Reflexiono ante la situación!
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Observo la vegetación, está compuesta por gramíneas, combinada con arbustos y árboles que cubren la mayor parte de la zona. Por la conformación, me encuentro en una selva de galería, abundan las caobas, algunos moriches, cují negro y chaparro. Fijo la mirada en una caoba joven de unos tres metros de alto.
Ayudándome con un palo a manera de cayado logro tumbar algunas ramas, y con una afilada piedra abro pequeños surcos en el tronco del árbol a manera de tramos que me ayuden a subir hacia la rama más cercana, a menos de un metro ochenta de altura.
Mis manos se apresuran a trabajar afanosamente. Adapto a la punta del cayado un garabato que hice con madera dura asegurándolo con bejucos flexibles para engancharlo y halar la rama más cercana, coloco el gancho en la rama y logro hacer torsión trayéndola hacia mí.
Temerosamente logro trepar y el reclamo de la rama no se hizo esperar. El crujir hace que me aferre con fuerza y tome impulso para sentarme balanceándome hasta equilibrar mi posición.
Dormitaba por minutos, el miedo a caerme no me deja conciliar el sueño. Los ojos se cierran involuntariamente y lucho por mantenerlos abiertos. Intento enganchar el cayado en la rama superior, la idea es amarrarme con la correa y ganar un poco de estabilidad. Fallo. Queda corta. Me deslizo hacia atrás lo que me produce rasguños en mis muslos, nalgas y manos. Logro adosar mi espalda al tallo del árbol.
Esta acción me da confianza, ya que giro y quedo frente al tronco del árbol y con ambas manos logro pasar de un extremo a otro la correa amarrada a la camisa y así atarme a las presillas delanteras de los pantalones. Pude dormir no sé cuánto tiempo, el dolor en mis nalgas y caderas cada vez se intensifica.
Me desperté asustado. El ruido provenía del follaje de árboles cercanos que causaron en mi un ligero temblor al tiempo que el corazón acelerado exigía más espacio en su cavidad torácica.
Apenas la luz de la mañana empieza a filtrarse entre el follaje, estiro mis dedos, suelto mi amarre, flexiono las piernas, lo que ocasiona que el movimiento casi me lanzara al vacío. Engancho el cayado, lo utilizo para deslizarme a tierra, salté a 60
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centímetros del suelo lo que me produce una leve torcedura en el pie derecho.
-Eduardo permanece acurrucado, en forma fetal, sobre la tierra por más de una hora, tiempo que pasa lento en su entorno y que no aprecia. Está desorientado y la mente jugándole una mala pasada ya que los recuerdos son vagos e incomprensibles.
-Aliviados sus pies, decide incorporarse, da unos pasos con dificultad, y se sitúa dando la cara al sol, extiende los brazos e imaginariamente traza los puntos cardinales, se abre paso a través de la baja espesura del monte en busca del norte. Ya ha caminado más de cinco horas cuando la vegetación se torna escasa y más baja.
-A ciencia cierta él no sabe que le queda al norte, al sur o en el punto cardinal que escoja ya que desconoce en qué lugar se encuentra, en qué población, estado o municipio.
-De pronto ante él se cruza transversalmente un camino de tierra, se detiene en búsqueda de algún indicio o pista, camina con la vista fija en el suelo amarillento buscando algo que lo guíe, al salir de una curva queda pasmado. Aparece en el horizonte un valle y puede apreciar un lejano camino.
-Calcula que está como a dos días de camino en línea recta abriéndose paso entre la poca espesura y lo escarpado del terreno.
-Le preocupa la gran pendiente intransitable, áspera y peligrosa.
-Su estado emocional se estabiliza, comienza el descenso hacia lo desconocido...
Continúará
De la Vida Real
Enviado por gabl
!Tal vez él pensaba como yo!.
Era mucho pesar que agobiaba los corazones y almas de todas esas personas que la vida y las circunstancias les arrebató un ser querido. Jóvenes en su mayoría, estudiantes, profesionales recién graduados y varias féminas que dejaron su vida en el pavimento cuando se atravesaron en la trayectoria de la bala disparada al grupo desde el punto de concentración de los soldados y policías que cumplían órdenes del superior al mando del pelotón de uniformados, cuando disparaban sin esperar orden. Lo hacían a los que creían su enemigo con el propósito de disuadirlos con el fin de que se detengan, que la marcha se disperse. Pero la realidad es otra, se dispara en línea recta, perdigones, bombas lacrimógenas y balas. Lo hacen con saña, con ira, con el odio que nos sembraron en contra de los que no estaban a favor del régimen de facto, previa elección del blanco.
Cayeron muchos, era una emboscada. Me remordía la conciencia, hasta que grité a los uniformados: ¡alto el fuego!
Acto seguido ordené replegarse.
En pocos minutos, mi superior me ordenó entregar el mando a un Sargento segundo y fui conminado a dirigirme al comando. Fui arrestado con el cargo de conspiración y traición a la patria.
Pasaron casi siete horas cuando me sacaron de la celda y escoltado por dos civiles de la policía política fui llevado ante el Coronel Macías Camargo, un tachirense que apenas había llegado a la capital 15 días antes que las marchas opositoras se recrudecieran y tomaran otro cariz. Allí estaba mi Comandante, cómodamente sentado en un sofá libando una bebida con hielo y abundante licor.
Ambos oficiales cruzaron sus miradas y fue el Coronel quien me increpó, ¿usted sabe en el peo en que está metido?
Demostró ser una mamita, ser un cobarde. ¿O es un escuálido infiltrado en esta vaina?
¿O su familia está conspirando?
No contesté, permanecí de pie, en posición firme con la vista fija al frente.
El Coronel Macías Camargo, de contextura fuerte, pesada, a simple vista me parecía que media como 1:70 a 1:75 de estatura, se levantó de su asiento y mirando a mi Comandante le dijo “bueno vea que hace con su alzao”.
Acto seguido salió de la oficina.
Mi Comandante me señaló una silla, entendí su invitación a sentarme. Me ofreció un vaso, “sírvase Capitán”, no niego que me sentí aliviado y pensé; ahora vendrá el chaparrón y el castigo.
-Mire Capitán, voy a ser sincero con usted.
-Quiero que solicite la baja alegando motivos de salud debido a los gases, y a las pocas horas de descanso, no le voy a levantar expediente alguno. Yo sé quién es usted, sé lo dedicado que es con la institución castrense. Y por ser un oficial ejemplar nos olvidaremos de lo que pasó hoy.
-Tiene dos días para presentar la baja, la tramitaremos ante la superioridad a la brevedad posible. Y le aconsejo que se aleje de esas amistades que no le conviene, váyase para el llano, ayude a su papá y a sus hermanos con las labores de la finca.
- ¡Puede retirarse Capitán!
Salí cabizbajo, reprimiendo en mi pecho una especie de rabia, de rencor. En mi mente los pensamientos bullían, Iban y venían las imágenes de las concentraciones, de las protestas en las que me tocó reprimir. Ver los heridos, la violación de los derechos humanos de los ciudadanos, las atrocidades que cometían los subalternos.
Me preguntaba; ¿hasta cuándo duraría esta barbaridad?, que pensará mi familia de mí, a sabiendas que tenía que cumplir la órdenes de mis superiores. Y finalmente llegó el día que no aguanté más.
Acuartelado espero que me den de baja, los compañeros me miran de reojo, la tropa busca no toparse conmigo en los pasillos, en las áreas comunes. Soy un no deseado, sé que me vigilan, me llaman al celular, envían mensajes, no contesto. Y opto por no usar el teléfono.
Sexto día, un Sargento me entrega una citación para que acuda a las trece horas al Comando Regional. Me quedan cuatro horas para arreglar las pocas pertenencias personales de las que dispongo.
Ya en el Comando, solo esperé media hora para ser llamado por un Coronel, quién gentilmente me estrechó la mano y en pocas palabras me extendió un sobre y me dijo; “Capitán le deseo mucha suerte en su nueva condición civil”
-Aproximadamente en un mes le depositan lo que el Ministerio de la Defensa le adeuda por los sus años de servicio.
Me acompañó hasta el estacionamiento y me preguntó; ¿y ahora a que se dedicará? “usted es Ingeniero de sistemas, es una profesión muy bien remunerada”. Coronel voy a tomarme unos días para pensar y descansar.
Ya en la autopista diviso una camioneta negra y otra blanca que me siguen a corta distancia, reduzco la velocidad y en la primera salida tomo la rampa, Las camionetas siguen detrás. Maniobro y estaciono en un Centro Comercial. Salgo de mi vehículo y me confundo entre los transeúntes y gano la calle tomo un taxi y le ordeno al conductor que me lleve al otro extremo de la ciudad.
No diviso vehículos sospechosos, le digo al conductor que me deje en la esquina. Bajo del taxi, atravieso la calle camino una cuadra y esta vez solicito los servicios de un moto taxista.
Finalmente llegó a la Residencia donde me alojaré por unos meses.
Recostado en el sofá, veo imágenes por televisión por cable, varios canales de noticias internacionales informan acerca de la protesta y la represión de por parte de la Policía y La Guardia Nacional.
Siento vergüenza. Me remuerde la conciencia de haber comandado acciones, si se quiere, bélicas en contra de jóvenes estudiantes y adultos mayores indefensos, con las únicas armas un escudo, letreros en contra del gobierno y la bandera de Venezuela.
La cantidad de heridos, de asfixiados por los gases y muertos me estremecen el alma. Y cito: “él piensa como yo”
Gbl
12/06/2017
Derechos Reservados de Autor
Una por otra
Enviado por elpoetamarginal
Había una vez en una casa en el bosque, un lobo comprometido que tenia un hambre feroz, porque aquel animal se había peleado con su señora loba y en venganza no le dio de almorzar, entonces salio de su casa en busca de presas para saciar su hambre , y en el camino encontró a un conejo al cual le dirigió la palabra (cabe recalcar que el lobo era un animal de saco y corbata) y le dijo: tenga usted muy buenas tardes señor conejo en esta oportunidad pienso devorarlo para calmar mi hambruna, el conejo asustado en ese momento se puso pálido, pero se le prendió la bombilla y le dijo al lobo señor lobo por el bosque corre el rumor de que usted se peleo con su mujer , y le propuso algo, si llego a solucionar su problema me dejara vivir, entonces el lobo no lo pensó dos veces, porque era un problema difícil de solucionar y acepto. Pero lo que no sabia el lobo es que el conejo tenia un problema similar a del lobo porque el también era mujeriego , entonces se fue en busca de la señora del lobo y después de un trajín la encontró y le dijo disculpe señora loba pero vengo a contarle algo de su esposo , el día que lo encontró a su esposo con otras lobas, su esposo sufrió un accidente, se golpeo la cabeza y perdió la memoria, bueno no del todo pero si algo , entonces la loba se sintió confundida y no sabia si creerle el chisme del conejo , le dio las gracias y se fue camino a su casa en eso el lobo estaba recolectando rosas para sus amadas y justo cuando tenia un ramillete, se encuentran y la loba pensó que era para ella ese ramo de rosas y fue a sus brazos para pedirle perdón y le contó lo que le dijo el conejo, el lobo le siguió la corriente y le dijo que se dio otro golpe y recupero la memoria; es ahí donde el lobo aprende la lección de ser ratón de un solo hueco , cabe recalcar que la loba era un animal de muy buenos sentimientos y aunque era una fiera salvaje , era la mas amorosa de su especie. FIN
Moraleja: "LA SUERTE DE UNOS ES LA DESGRACIA DE OTROS"
Te amo.
Enviado por gabl
Te escribo esta líneas por que debes saber que;
Te amo, porque me enamoré sin conocerte.
Por el eco de tu voz en mi oído que cautivó sentidos,
opacados y vivos a la espera del sonido que los despertara
del letargo silencioso y olvidado.
Te amo,
porque me enamoré al sentir tu calidez al estrechar la mano
temblorosa que tímidamente entregaste a mí, sonrojada y susurrando pronunciaste tu nombre.
Inaudible, por lo qué pregunté:
¿Cómo te llamas?
¿Rosario?-no señor- María de Jesús.
Te amo,
por tus nombres, benditos e inmaculados.
Seguramente Dios te trajo al camino de mi vida entregada a placeres mundanos.
Envuelta en el pecado carnal desenfrenado Y hoy, reacciono ante tu presencia angelical como un mortal arrepentido pidiendo perdón.
Por eso simplemente ¡Te amo!
gbl
28/11/2016
Derechos Reservados de Autor
El niño que pudo hacerlo
Enviado por dreamerinflight
EL NIÑO QUE PUDO HACERLO...
Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto, el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo de la parte helada, por lo que para salvarlo la única opción que había era romper la capa que lo cubría.
Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas.
Golpeó, golpeó y golpeó hasta que con-siguió abrir una grieta por la que metió el brazo para agarrar a su compañero y salvarlo.
A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro, llegaron los bomberos.
Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa.
-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.
Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los bomberos.
-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.
-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.
-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.
Autor anónimo.
Helen
Enviado por gabl
Este cuento cuyo comienzo publiqué tal cual como aparece lleva por nombre "Helen"
I.-Recuerdos.
Estoy sumido en los recuerdos de aquellos días que vivimos intensamente al calor de nuestros cuerpos, abrigados por el amor que nos mantenía unidos como un solo ser.. ...
Germán Barrios Leal
Silencio
Enviado por gabl
Silencio.
(No lo tomo como cuento mas bien una reflexión)
Mi mente es un caos, no logra ordenar ideas, ni coordinar pensamientos. Ando deambulando sin sentido, errante entre palabras inconclusas que no forman alguna oración o frase, que me permita escribir una línea que le diga a tus ojos la pena que consume mis días.
Estoy perdido en al abecedario como niño deletreando sus primeras sílabas.
La escritura como expresión de mi dolor angustioso no fluye como la tinta de la pluma del poeta. Queda en el aire la inspiración que motiva a plasmar sobre el papel la prosa alegre o llena de nostalgia.
Pero mi mano temblorosa no obedece a los impulsos que le ordena mi yo interior a trazar rasgos que expresen lo que mi voz calla. Hay silencio en mis manos, en mi mente nublada.
Pensativo elevo mi vista al firmamento, al azul infinito manchado de escasas y pálidas nubes que semejan ovejas en pastoreo.
El cielo es cómplice de la incapacidad mental que atormenta la razón e impide que la palabra escrita se manifieste oralmente o que sea el eco del sonido que el corazón emite sin ser escuchado.
¡Cuánto silencio hay en mí alrededor!
gbl
07/04/2017
Derechos Reservados de Autor.
Helen
Enviado por gabl
I.-Recuerdos.
Estoy sumido en los recuerdos de aquellos días que vivimos intensamente al calor de nuestros cuerpos, abrigados por el amor que nos mantenía unidos como un solo ser.
Solamente las sábanas húmedas eran testigos mudos de nuestra fusión. Susurro tenue, frases incoherentes, dos corazones latiendo a un solo ritmo.
Nuestra hora, nuestro momento, nuestra entrega, nuestro final.
Llega el alba y con ella la realidad, el tedio, la melancolía, la sensación del abandono físico y espiritual.
Lo tangible, lo etéreo, lo utópico.
El agua fresca de la mañana se lleva de mi cuerpo la huella de tu piel, tu aroma, tus fluidos corporales se mezclan buscando escapar a través del desagüe, formando figuras caprichosas que giran arremolinadas en torno a la boca que se las traga al unísono llevándolas en un viaje sin retorno al torrente de las aguas servidas que se perderán en el mar lejano a mi lar.
II.-Dos meses antes.
Caminaba buscando un lugar para paliar el frío de esa tarde.
Entro a un bar. Solicito un trago sin hielo, decido por un escocés 8 años. Cato la bebida con la punta de la lengua, queriendo que el sabor casi seco amargo llegue a mis papilas gustativas y me incite a sorber más del contenido de aquella copa translucida que deja ver el color dorado pálido del licor.
-A medida que entraba en calor, notó una frágil figura femenina aparecer en el umbral de la puerta, a contraluz el cabello le brillaba tomando la tonalidad del trigo seco. Sus pupilas dilatadas encendieron la curiosidad y al encontrarse con su mirada el corazón aceleraba llevándolo a sentir taquicardia emotiva. Ella se ubicó a unos cuantos pasos de él, por lo que Alberto eludió su mirada escudriñadora y sólo se atrevió a verla de reojo.
1
Después de unos tragos, se atrevió a acercarse a la joven iniciando un breve diálogo. Seguro de la aceptación de su compañía, dominó la relación surgida y obligada por el ambiente reinante en el pequeño recinto. Reían e intercambiaban anécdotas de hechos pasados. Más tarde la pareja salió del local, sonreían, tomados de las manos e iniciaron una pausada caminata. Recuerda Alberto, que cada paso en su andar los incitaban a un corto intercambio de mono sílabos.
Sin llegar a concretar una conversación coherente se miraban a los ojos. Él la acariciaba sin tocarla. Bastaba hacer un recorrido imaginario e intangible por su cuerpo. Su voz lo regresó al presente.
-¿Oye, que te pasa?
-¿Donde están tus pensamientos?
-Regresa al presente!
-En mi cara se dibujó un tímido gesto de sorpresa, a la vez que balbuceé una frase casi inaudible a sus oídos.
¿Que dices?
¡-Nada!
¡Es que pensaba llevarte a mi apartamento!
-Es decir pedirte que me acompañaras a mi pequeño establo.
-Así lo denomino, porque soy un animal más en esta selva de concreto.
-Vamos, estamos cerca, es en Audubon, por la calle 185.
Ya en el calor de mi pequeño apartamento, bebíamos café, procedente de mi amada Venezuela. En el ambiente reinaba el silencio entre nosotros. Roto por la suave melodía que provenía de mi viejo aparato de CD. Una vieja canción “que porque te quiero, son mil cosas a la vez, es estar contigo es buscar tu abrigo, es un no sé qué”…(1)
2
Transcurrieron las horas, dos, tres… sentía su atracción. La abracé de repente, se sorprendió. Allí sellamos nuestra empatía con un beso repentino y deseado.
Lo cual nos sumió en un intercambio de caricias que recorrieron nuestros cuerpos desnudos iniciándose así la entrega deseada. La consumación del deseo mutuo, la fusión de nuestros cuerpos y nuestras almas. El orgasmo se hizo presente, recorriendo cada fibra de su temblorosa humanidad, dos cuerpos en reposo que se sumieron en un profundo sueño. Llegó el amanecer cargado de silencio cómplice del frío que se colaba en la cálida habitación.
El letargo fue interrumpido por un débil rayo solar que iluminó nuestros torsos y suavemente acaloraba el tálamo delator de una noche vivida de pasiones conceptuadas y ¿por qué no? alocadas.
III.-De vuelta al presente.
-De pronto el agua se torna un poco fría, devolviéndolo a la realidad.
Se apresuró en concluir el baño. Desayuna rápidamente buscando ganar tiempo para salir.
En su mente solo está la presencia, la figura, la risa de Helen que hace eco en su cerebro.
Sus encuentros se volvieron más frecuentes, era la necesidad del intercambio de una caricia, de una fusión.
Comenzó un amor apasionado, tierno, sin fronteras.
Alberto y Helen compenetraron más sus corazones, el razonamiento se perdía con las horas vividas, con la intensidad de la fuerza que les daba el tiempo para fundirse en un solo ser.
3
IV.-Un mes después.
Han pasado treinta días y la angustia se hace patética al no saber nada de ti, paso horas en el lugar que solíamos encontrarnos, te he buscado infructuosamente.
Mi mente semeja un huracán de pensamientos confusos.
-“Donde estás?
Te busco y no te encuentro.
Sólo dame una señal,
Y llegaré a ti.”
-Con estas líneas, desliza una nota debajo de la puerta del hogar de Helen. Alberto espera obtener una respuesta, una llamada. Después de un largo deambular por Canal Street y Battery Park, tomó el ferry hacia la Estatua de La Libertad. Permaneció por horas en la isla, lugar que la pareja frecuentaba y solían tomar alguna bebida caliente a orillas de las gélidas aguas del Hudson.
-Era mediado de Noviembre y oscurecía a partir de las cuatro y treinta de la tarde, la temperatura ambiente estaba a -5° C, cuando decidió regresar a Manhattan.
-El rostro de Alberto dejaba entrever tristeza, ausentismo y pesadez emocional en sus actos. La barba de días sin rasurar le estaba poblando poco a poco su tez, su piel marcaba los estragos de la brisa fría que se colaba por el resto de su cuerpo, aunado al escaso abrigo que lo cubría.
4
V.-La Despedida.
Amanece otro día, el despertar cargado de incertidumbre le impide pensar lucidamente. El tono del timbre de la puerta lo saca de su modorra. Encuentra una hoja de papel de color azul, cuidadosamente doblada en dos partes.
Al leer su nombre, el corazón le palpita aceleradamente al reconocer la letra.
“Mi querido Alberto, cuando estés leyendo estas líneas yo habré emprendido el viaje de los que no regresan físicamente pero permanecen espiritualmente en los corazones de las personas que nos amaron, que nos llenaron de alegría y nos hicieron aceptar la inminente partida. Le pedí a mi amiga, que solamente una semana después de haber fallecido, hiciera llegar a tus manos esta misiva.
Cuando nos conocimos me quedaba poco tiempo de vida. Y el destino decidió alargarlo para que compartiera esos días contigo.
Compartirlos y disfrutar de la felicidad y los gratos momentos que me brindaste.
Quiero que me recuerdes sin tristeza en tu corazón, quiero que recuerdes mi presencia en tu vida como algo fugaz y que asumas que algún día nos encontraremos en el lugar que tenemos destinados los mortales cuando dejamos nuestros cuerpos. Y el espíritu se eleva en busca de la paz y la eternidad.
Gracias por esas lágrimas que se escapan de tus ojos y humedecen el papel en tus manos. Para mí es una prueba inmensa de tu amor, sonríe que así me haces feliz.
Te amaré por siempre.
Helen”.
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VI.-El presente.
Alberto, recuerda cuando llegó a Nueva York.
A raíz de la muerte de su padre, debió viajar en compañía de su madre desde Caracas para asistir a las exequias de su progenitor. Su papá, había nacido cuarenta y tres años atrás en la isla del encanto, Puerto Rico, y desde hace veinte se radicó en Brooklyn. Sobrevivió realizando múltiples oficios y últimamente conducía un taxi que durante más de una década le brindó el sustento diario y periódicamente le mandaba algunos dólares a su hijo.
El destino le trajo a la memoria ese momento pleno de dolor; temía seguir ahondando en los días de tristeza, en la falta de su padre. Y la partida inesperada de su madre, dos años más tarde.
¡Y ahora Helen!
Alberto quedó en shock. Su mente se nubló. Se dejó caer pesadamente en su cama, mientras que las lágrimas brotaban de sus ojos, le nublaron la visión, mojaron sus mejillas hasta llegar a sus labios e inconscientemente probar el sabor salado del líquido que cada vez se hacía más copioso.
Temblorosamente se frotó los ojos. Tragó grueso, su garganta se resecaba.
De sus labios se escapó un no tan sonoro que retumbó en las paredes del pequeño apartamento que pudo haber causado algún daño auditivo de alguna persona cercana a él. Ya en horas de la tarde, muy compungido se asomó por la ventana oteando el azulado y grisáceo cielo.
Tal vez buscaba una explicación o consolación para su alma, para su mente que se había convertido en un torbellino de pensamientos inexplicables e incomprendidos para ese momento. Algo que lo regresara al presente, a la realidad, y así enfrentar el triste y doloroso trance.
6
A lo lejos, el silencio de la tarde fue roto por el eco de una melodía. Tenue pero audible prestó atención a la letra de la canción, no reconoció el intérprete.
Pero se atrevió a tararear parte de la estrofa;
… “Te extraño más que nunca y no sé qué hacer, despierto y te recuerdo al amanecer, espera otro día por vivir sin ti…” (2)
Otro día, otro despertar, otro amanecer sin Helen.
-Que pasará mañana, que hoy estoy sin ti.
Dama de Negro
Enviado por gabl
Relato.
"Dama de Negro"
Él no lloraba, solo ahogaba sus lágrimas enjugadas de dolor. Ese mismo dolor que le oprimía el pecho y no lo dejaba respirar. No dormía y sus ojos enrojecidos asomaban el sufrimiento que vivía.
Hubo un tiempo que escribía versos arrancados de la misma vida, heredados del diario transitar de los amoríos fugaces sin pasión y amor real.
Hoy está desolado como el desierto de arenas amarillas, sumido en recuerdos que amargan su existencia. La confusión mental no lo deja ordenar su pensamiento.
Despertó perdido en el tiempo. Bebió agua fresca a la vez que lavó su cara y mojó el cabello encanecido por el cambio causado por el amor perdido. Su único amor que se fue una mañana y se perdió en las horas de espera.
Trascurrieron varios años y una tarde que presagiaba lluvia, caminaba sin prisa cuesta arriba, por su frente como cascada en verano se deslizaban gotas de sudor que bañaban sus ojos obligándolo a cerrarlos y pasar su dedo índice por los párpados para secar el líquido que se acumulaba.
Lo trajo a la realidad una voz femenina que pronunció su nombre; ¡Armando!, ¿eres tú?
Giró su rostro buscando a la mujer. Ante él se plantó una dama vestida de negro adornaba su cuello un collar de finas perlas blancas. De sus labios destacaba el rojo intenso que resaltaba el rostro maquillado.
Él reconoció a esa mujer, y solo dijo, ¡no soy Armando!
“No puede ser, eres igual al Armando que creí reconocer”
-Lo siento Señora, tal vez me confundió.
-Y discúlpeme, debo llegar a mi casa.
“Déjame ayudarte con esas bolsas”
-No se preocupe, falta poco por andar.
¿Seguro que no eres Armando?
-No señora, está equivocada.
Retomó sus pasos al compás que le marcaba su corazón acelerado. Disimuladamente volvió la vista atrás y vio a la mujer, recostada en el auto, no lo perdía de vista.
Se alejó de ella. Y sus recuerdos retomaron su mente confundida. Pero esta vez rechazó envolverse en el amor que se fue una mañana perdiéndose en las horas de espera.
gbl
8/9/2016
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Contigo y sin ti.
Enviado por gabl
Contigo y sin ti.
Un año más sin verte, así como la estrofa de la canción que tanto escuchamos juntos. El tiempo se llevó de mí tu rostro, tu sonrisa y borró de mis labios el sabor de tus besos.
La fragancia de tu cuerpo se evaporó en el ambiente sin vida, sin colores, sin matices alegres que destacaban tu presencia.
Hoy me reclamo el por qué te dejé partir, sin una palabra de despedida, sin un adiós, sin pronunciar un te quiero, o escucharte decir: ¡espérame, pronto volveré!
Pero no fue mi voluntad. Fuiste tú quien decidió emprender otros rumbos, cruzar otra frontera, amanecer en otra ciudad y desprenderte de lo deseado, de lo querido.
Quizás te alegre saber que la tempestad cesó, aunque aún esté empapado por la lluvia que se desató en mi corazón y que brotó por los ojos que dejaron de verte.
Puedo presentir que estás a punto de llorar leyendo estas líneas que por designio divino llegaron a tus manos.
¿Sabes por qué?
¡Fue el azar!
El destino que las llevó a ti.
Solo le pido a la vida que te colme de felicidad, que tu soledad no sea tan dura, que sea apacible y pasajera, que puedas acostumbrarte a vivir sin mí, sin recuerdos, sin añorar lo que quedó atrás…
Es hora de saborear el acostumbrado café de las cinco de la tarde, y como siempre servir dos tazas deseando que puedas llegar y acompañarme a degustar la deliciosa infusión.
Es el desvarío onírico que deambula en torno a esta locura transitoria que mitigan mis horas de descanso, haciendo que alucine y despierte desubicado del entorno real.
Pero dime; ¿cuánto cuesta adaptarse al castigo o pena impuesta o el transitar perdido y encontrarse ausente de la cotidianidad? ¿O sumirse en el silencio y escuchar voces que solo existen en la mente?
La página final del libro de mi vida está escrita, como epílogo de la historia que comenzó el día que se cruzaron nuestros signos. Pero aun así no creo que el Universo haya conspirado en contra de nosotros, tal vez esta realidad se hizo latente a medida que fraguabas separadamente el final de tu propia historia y el inicio de la mía como designio de fatalidad.
gbl
29/03/2017
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