6 Cuentos de la muerte 

EL ANCIANO Y LA MUERTE

Un día un anciano, después de cortar leña, la cargó a su espalda. Largo era el camino que le quedaba. Fatigado por la marcha, soltó la carga y llamó a la Muerte. Esta se presentó y le preguntó por qué la llamaba; contestó el viejo:
-Para que me ayudes a cargar la leña...

Moraleja: Por lo general, el impulso por la vida es más fuerte que su propio dolor.

Autor del

cuento

: Esopo

87.88%

votos positivos

Votos totales: 1328

Comparte:

La Anciana de Ojos Verdes.

Enviado por gabl  



Cada mañana la anciana de ojos verdes, asomada a la ventana enfoca la mirada hasta donde sus ojos le permiten detallar figuras casi imperceptibles.
Sus canas hacen juego con la palidez de su rostro falto de luz solar. Cuando atardece abre la puerta y en una gastada mecedora recuesta su cuerpo encorvado y marchito por los años.
Allí en su descanso ve morir otro día, cargado de soledad y tristeza.
No recuerda si los hijos volverán, no recuerda cuando se marcharon, pero en su corazón alberga la ilusión que un día toque a su puerta el hijo, o los hijos que la dejaron sola.
Pasaron muchos días, meses, tal vez años.
Y los hijos que se fueron, no llegaron.
Hasta que un día la anciana de ojos verdes no acudió a la cita matutina en la ventana.
Se la llevó la noche sentada en su mecedora y el sol tempranero la bañó de luz, maquillando su rostro de rosado pálido.
Allí en su descanso la vio morir otro día, cargado de soledad y tristeza.


gbl
16/09/2015
Derechos Reservados de Autor

83.33%

votos positivos

Votos totales: 12

Comparte:

cuento 003

Enviado por jportillo2020  

como estaba lloviendo en la casa de mi tia
mis padres y yo nos quedamos a dormir
y una sombra tenebrosa nos asusto
era la sombra mas grande y aterradora
tenia colmillos y cuernos
parecia el mismo diablo
entonces mama nos dijo que no nos asustaramos
y fue a pelear con la bestia
pero ya no regreso
y no se supo que paso despues....

80.00%

votos positivos

Votos totales: 5

Comparte:

EL GRANO DE MOSTAZA

Una mujer, deshecha en lágrimas, se acercó hasta el Buda y, con voz angustiada y entrecortada, le explicó:
-Señor, una serpiente venenosa ha picado a mi hijo y va a morir. Dicen los médicos que nada puede hacerse ya.
-Buena mujer, ve a ese pueblo cercano y toma un grano de mostaza negra de aquella casa en la que no haya habido ninguna muerte. Si me lo traes, curaré a tu hijo.

La mujer fue de casa en casa, inquiriendo si había habido alguna muerte, y comprobó que no había ni una sola casa donde no se hubiera producido alguna. Así que no pudo pedir el grano de mostaza y llevárselo al Buda.

Al regresar, dijo:
-Señor, no he encontrado ni una sola casa en la que no hubiera habido alguna muerte.
Y, con infinita ternura, el Buda dijo:
-¿Te das cuenta, buena mujer? Es inevitable. Anda, ve junto a tu hijo y, cuando muera, entierra su cadáver.

Reflexión: Todo lo compuesto, se descompone: todo lo que nace, muere. Acepta lo inevitable con ecuanimidad.

Autor del

cuento

: Cuento tradicional de la India

71.43%

votos positivos

Votos totales: 7

Comparte:

ERA APACIBLE EL DÍA ERA APACIBLE...

Enviado por yedra  

Era apacible el día

Era apacible el día
y templado el ambiente
y llovía, llovía,
callada y mansamente;
y mientras silenciosa
lloraba yo y gemía,
mi niño, tierna rosa,
durmiendo se moría.

Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca la mía!

Tierra sobre el cadáver insepulto
antes que empiece a corromperse…, ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,
bien pronto en los terrones removidos
verde y pujante crecerá la hierba.

¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
torvo el mirar, nublado el pensamiento?
¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!
Jamás el que descansa en el sepulcro
ha de tornar a amaros ni a ofenderos.

¡Jamás! ¿Es verdad que todo
para siempre acabó ya?
No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad.

Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
te espera aún con amorosa afán,
y vendrás o iré yo, bien de mi vida,
allí donde nos hemos de encontrar.

Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
que no morirá jamás,
y que Dios, por que es justo y porque es bueno,
a desunir ya nunca volverá.

En el cielo, en la tierra, en lo insondable
yo te hallaré y me hallarás.
No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad.

Mas… es verdad, ha partido,
para nunca más tornar.
Nada hay eterno para el hombre, huésped
de un día en este mundo terrenal,
en donde nace, vive y al fin muere,
cual todo nace, vive y muere acá.

Una luciérnaga entre el musgo brilla
y un astro en las alturas centellea,
abismo arriba, y en el fondo abismo;
¿qué es al fin lo que acaba y lo que queda?
En vano el pensamiento
indaga y busca lo insondable, ¡oh, ciencia!
Siempre al llegar al término ignoramos
qué es al fin lo que acaba y lo que queda.

Arrodillada ante la tosca imagen,
mi espíritu, abismado en lo infinito,
impía acaso, interrogando al cielo
y al infierno a la vez, tiemblo y vacilo.
¿Qué somos? ¿Qué es la muerte? La campana
con sus ecos responde a mis gemidos
desde la altura, y sin esfuerzo el llano
baña ardiente mi rostro enflaquecido.
¡Qué horrible sufrimiento! ¡Tú tan sólo
lo puedes ver y comprender, Dios mío!

¿Es verdad que lo ves? Señor, entonces,
piadoso y compasivo
vuelve a mis ojos la celeste venda
de la fe bienhechora que he perdido,
y no consientas, no, que cruce errante,
huérfano y sin arrimo
acá abajo los yermos de la vida,
más allá las llanadas del vacío.

Sigue tocando a muerto, y siempre mudo
e impasible el divino
rostro del Redentor, deja que envuelto
en sombras quede el humillado espíritu.
Silencio siempre; únicamente el órgano
con sus acentos místicos
resuena allá de la desierta nave
bajo el arco sombrío.

Todo acabó quizás, menos mi pena,
puñal de doble filo;
todo menos la duda que nos lanza
de un abismo de horror en otro abismo.

Desierto el mundo, despoblado el cielo,
enferma el alma y en el polvo hundido
el sacro altar en donde
se exhalaron fervientes mis suspiros,
en mil pedazos roto
mi Dios, cayó al abismo,
y al buscarle anhelante, sólo encuentro
la soledad inmensa del vacío.

De improviso los ángeles
desde sus altos nichos
de mármol me miraron tristemente
y una voz dulce resonó en mi oido:
«Pobre alma, espera y llora
a los pies del Altísimo:
mas no olvides que al cielo
nunca ha llegado el insolente grito
de un corazón que de la vil materia
y del barro de Adán formó sus ídolos.»

ROSALÍA DE CASTRO

66.67%

votos positivos

Votos totales: 3

Comparte:

La flor

Enviado por valen15  

En medio de un campo lleno de hermosas flores de distintos colores y altas había una que era todo lo contrario era la flor más pequeña a pesar de tener pétalos estos se notaban que iban a empezar a caer en cualquier momento y sus colores no eran tan brillantes y hermosas como las demás flores.

El tiempo fue pasando y la flor más fea se volvía ademas de más deprimente al escuchar las burlas de las demás flores. Poco a poco sus pétalos fueron callando hasta que no había ninguno y muerta la flor estuvo.

66.67%

votos positivos

Votos totales: 3

Comparte:

Desde el 1 hasta el 6 de un total de 6 Cuentos de la muerte

Añade tus comentarios