26 Cuentos de miedo
Las ratas del cementerio
Enviado por dach2901
El viejo Masson, quien custodiaba uno de los cementerios de mayor antigüedad en Salem, sostenía una lucha constante con las ratas. Generaciones antes, había llegado al cementerio una colonia de ratas desde los muelles. Y cuando Mason ocupó su cargo, luego de que el guardián anterior desapareciese inexplicablemente, tomó la decisión de exterminarlas. Al inicio esparcía veneno y trampas alrededor de sus madrigueras; después, trató de aniquilarlas a tiros, más todo fue en vano. Las ratas continuaban en el lugar.
Sus hambrientas hordas se extendían, invadiendo el cementerio. Eran enormes, incluso para ser de la especie mus decumanus, de la cual se sabe, llega a medir hasta treinta y cinco centímetros sin incluir la cola, gris y pelada. Masson se había topado con varias del tamaño de un gato y, cada vez que los sepultureros encontraban otra madriguera, asombrados confirmaban que entre aquellas cavernas putrefactas cabía a la perfección el cuerpo de un ser humano. Aparentemente, los barcos que solían atracar en los decadentes muelles de Salem durante el pasado, debían haber transportado cargamentos demasiado insólitos.
En ocasiones, Masson se quedaba impactado por las descomunales proporciones que tenían estos nidos. Lo hacían acordarse de cuentos fantásticos que había escuchado al llegar al viejo y encantado pueblo de Salem. Eran cuentos que advertían de una vida embrionaria que sobrevivía a la muerta, ocultándose en rincones ignorados bajo tierra.Atrás habían quedado los tiempos en los que Cotton Mather aniquilaba a los cultos oscuros y las ceremonias orgiásticas que se ofrecían a Hécate y a la espeluznante Magna Mater. No obstante, aun prevalecían de pie las casonas macabras con tus áticos retorcidos, de fachadas caídas y carcomidas, en cuyos sótanos, de acuerdo con los rumores, todavía habitaban secretos abominables y ritos en contra de la ley y la lógica. Mientras agitaban sus cabellos blancos, los ancianos juraban que, en los panteones ancestrales de Salem, vivían bajo el suelo cosas que eran mucho peores que las ratas y los gusanos.
Los roedores provocaban en Masson tanta repulsión como respeto. Estaba consciente del peligro que encerraban sus dientes afilados y relucientes. Más no entendía el pavor que las casas abandonadas e invadidas por las ratas, despertaban en los viejos. Había oído rumores acerca de criaturas horribles que habitaban en las profundidades y que, gracias al poder que poseían sobre las ratas, habían formado grandes ejércitos.
De acuerdo con lo que decían los ancianos, las ratas llevaban un mensaje entre nuestro mundo y esas cuevas de las profundidades. Todavía se hablaba sobre cadáveres robados de sus tumbas para preparar banquetes bajo tierra. El cuento del flautista de Hamelin era en realidad una leyenda, que de modo metafórico, encubría algo horrible y pagano; según ellos, los infiernos más oscuros habían expulsado seres repugnantes de sus entrañas, que jamás habían nacido.
Masson ignoraba todas estas habladurías. siempre se apartaba de los vecinos y, en realidad, se esforzaba porque nadie descubriera el problema de las ratas. Pues de haberse conocido sin duda habrían llevado a cabo investigaciones, y abierto muchos sepulcros. Entonces encontrarían los féretros agujereados y los huecos por los que culpaban a las ratas. Pero además encontrarían algunos cadáveres con partes faltantes, poniendo a Masson en una situación delicada.
Los dientes postizos solían fabricarse con oro y no se extraían al morir. La ropa, obviamente, es distinta, ya que le funeraria solía brindar un simple traje de paño, por lo cual puede reconocerse a pesar del tiempo. El oro no.
Masson también hacía negocios con ciertos estudiantes de medicina y médicos sin moral, que requerían cuerpos sin importar de donde vinieran. Hasta entonces se las había ingeniado para evitar que investigaran. Negaba rotundamente la presencia de las ratas, incluso cuando ellas le habían quitado su botín. No le interesaba lo que ocurriera con los cadáveres tras robarles, pero las ratas los arrastraban completos por una abertura que ellas mismas abrían en el ataúd. El tamaño de dichos orificios era impactante.
Lo más curioso era como los roedeores perforaban las cajas por alguno de los extremos, nunca en los costados. Como si actuaran bajo los órdenes de algo más inteligente.
En aquel instante se hallaba delante de una tumba abierta. Apenas había retirado los últimos restos de tierra, añadiéndolos al montículo al lado de sus pies. Una llovizna helada y constante no había parado de caer hacía semanas, transformando el cementerio en un lodazal, en el que las lápidas nadaban como piedras irregulares. Las ratas habían regresado a sus nidos, no había quedado una sola. Empero, la cara huesuda de Masson mostraba preocupación. Acababa de levantar la tapa de un féretro de roble. Lo habían sepultado días atrás, sin que él se animara a desenterrarlo antes. Sus parientes aun acudían a llorarlo, sin importar que lloviera. Pero siendo tan tarde y de noche, era improbable que llegaran, sin importar que tan grande fuera su dolor.
Con este pensamiento, Masson se tranquilizó, incorporándose y abandonando su pala.
Desde el monte que albergaba el cementerio, las luces de Salem tintineaban entre la lluvia. Tomó la linterna y se agachó para comprobar los cierres del ataúd. Entonces se quedó paralizado. Había escuchado un murmullo frenético bajo sus pies, como si algo se revolviera bajo la tierra. Por un instante experimentó un miedo supersticioso, que no tardó en volverse cólera al entender lo que aquellos sonidos significaban. ¡Las ratas le habían ganado de nuevo!
Furioso, rompió los candados del féretro, metió la pala y haciendo palanca, logró levantar la tapa. Encendió su luz y la dirigió al interior. Estaba vacío. Masson notó como algo se movía con sigilo en la cabecera y la alumbró. Aquel rincón de la caja había sido agujereado y el hoyo se abría ante lo que parecía ser un pasadizo, por él vio desaparecer un pie rígido, envuelto en su respectivo zapato. Las ratas le habían ganado únicamente por unos minutos.
Se inclinó y tiró del zapato con fuerza. Al caer dentro del ataúd, la linterna se apagó con violencia. Sintió como el zapato se le escurría de las manos de golpe, bajo el eco de unos chillidos frenéticos y agudos. Masson tomó la linterna y la dirigió hacia el orificio.
Era muy grande. Debía ser así pues de otro modo, no habrían podido robar al muerto. Trató de imaginar el tamaño que tendrían esas ratas, si eran capaces de llevarse un cuerpo humano. Le alivió saber que tenía su revólver cargado, a la mano.
Si hubiera sido el cuerpo de una persona cualquiera, Masson se lo habría dejado a esas alimañas antes de entrar por ese claustrofóbico túnel; no obstante, al pensar en el costoso alfiler de corbata, con una perla auténtica, y en los gemelos de sus muñecas. No lo pensó. Se colocó la linterna en el cinturón y avanzó por la madriguera. Era muy angosta. Delante de él veía como las suelas de los zapatos se alejaban en dirección el fondo de la galería. Intentó seguirlas lo más rápido que le fue posible, pero en instantes se sentía incapaz de seguir, oprimido por las paredes subterráneas.
El hedor del cuerpo había impregnado el aire, impidiéndole respirar. Fue ahí cuando se dijo que, si no lograba alcanzarlo, volvería. El terror sacudía su imaginación pero la codicia lo impulsaba a seguir adelante. Así que siguió, pasando de largo por otros túneles. Los muros del pasadizo estaban pegajosos y húmedos. en un par de ocasiones escuchó como la tierra se desprendía tras él, haciéndole mirar sobre el hombre. No pudo ver nada hasta que alzó la linterna. El lodo había obstruido el pasaje casi por completo.
La peligrosa situación hizo latir su corazón con fuerza, revelándole una verdad espantosa. No quería pensar en un hundimiento. Optó por dejar de lado su objetivo, aun cuando casi alcanzaba el cuerpo y a los temibles seres que lo transportaban.
Sin embargo había otro detalle, uno en el que no había pensado: la madriguera era demasiado angosta como para que pudiera darse vuelta.
Sintió pánico y entonces se acordó del túnel lateral por el que acababa de pasar, retrocediendo con dificultad hasta ahí. Metió las piernas y consiguió darse vuelta. Se arrastró con desesperación a la salida, ignorando el dolor de sus rodillas. Entonces sintió una punzada en su pierna. Unos dientes afilados traspasaban su carne. Pataleó com frenesí para escapar de sus atacantes y escuchó un chillido intenso, seguido por el murmullo apresurado se patas que emprendían la huida.
Dirigió la linterna hacia atrás y se estremeció de terror: varias ratas lo observaban con atención, sos ojos malévolos relucían ante la luz. Estaban deformes y eran del tamaño de gatos. Tras ellas, una silueta oscura se desvaneció en la penumbra, pero eso no le impidió sentir miedo ante sus descomunales proporciones. La luz detuvo a los roedores por un instante, antes de que volvieran a acercarse con cautela, con los dientes pintados de escarlata.
Masson sacó su pistola con dificultad y apuntó. No se encontraba en una buena posición. Tuvo cuidado de apuntar hacia las zonas húmedas del túnel para no lastimarse. El impacto lo ensordeció unos momentos. Luego, en cuanto el humo se disipó, verificó que las ratas no estaban. Guardó el arma y volvió a reptar con rapidez por el pasadizo. Más no tardó en volver a escuchar como las alimañas corrían, abalanzándose sobre él. Invadieron sus piernas, mordiendo y chillando con locura. Masson gritó al tiempo que cogía la pistola. No se disparó de milagro. Sin embargo, las ratas no retrocedieron tanto esta vez.
Él aprovechó para arrastrarse tan rápido como podía. preparado para abrir fuego ante el siguiente ataque. Escuchó el movimiento de sus patas e iluminó nuevamente con la linterna. Una gran rata grisácea se detuvo para mirarlo, moviendo sus bigotes y balanceando su repugnante cola, de lado a lado. Le disparó y se retiró corriendo.
Siguió reptando. Se había parado a descansar un segundo, al lado de la entrada de otro un túnel, cuando se percató de un bulto extraño bajo la tierra húmeda, a pocos pasos de él. Pensó que era un montículo que se había desprendido del techo, hasta que vio que se trataba de otro cuerpo humano. Una momia seca y arriada, que se movía hacia él.
Bajo la luz de la linterna, contempló su cara horrible a pocos centímetros de la suya. Era un rostro descarnado, el semblante de un cadáver que había estado enterrado largos años, reanimado por aquellas criaturas infernales. Sus ojos estaban hinchados y vidriosos, expresando su ceguera. Al encontrarse con Masson, el cuerpo emitió un gemido lastimero a través de sus labios podridos, que formaron una mueca hambrienta. A Masson se le heló la sangre. Cuando aquel cuerpo estaba por alcanzarlo, se introdujo a toda prisa por el túnel lateral.
Escuchó que arañaban la tierra bajo sus pies y el gruñido perplejo de la rata que lo seguía. Masson miró hacia atrás, gritó e intento escapar aterrorizado a través de la madriguera. Se arrastraba torpemente, mientras las piedras le abrían heridas en rodillas y manos. El lodo le cubría los ojos, más no se atrevió a parar un solo segundo. Siguió corriendo a gatas, gimiendo, rezando y dejando escapar maldiciones.
Las ratas chillaron victoriosas y se le fueron encima con miradas voraces. Masson por poco y se rindió ante sus dientes, pero una vez más consiguió liberarse de ellas. Lleno de pánico, se sacudió, gritó y disparó hasta quedarse sin municiones. Había ahuyentado a las ratas.
Entonces vio que se encontraba debajo de una gran piedra, que enclavada sobre el túnel, presionaba dolorosamente su espalda. Vio que se movía y tuvo una idea: ¡si lograba hacer caer, bloquearía el túnel!
La tierra estaba mojada. Se incorporó y empezó a remover el barro que sostenía la roca. Las ratas se acercaban, podía ver como brillaban sus ojos ante el destello de la linterna. Continuó cavando, desesperado. La piedra estaba cediendo. Le dio un tiró y la arrancó de sus cimientos. Las ratas estaban cerca… era el enorme roedor con el que se había topado antes. Gris, asqueroso, avanzaba exhibiendo sus dientes deformes. Masson volvió a tirar de la roca y sintió como resbalaba. Entonces volvió a arrastrarse por el túnel, mientras la piedra se derrumbaba a sus espaldas, provocando un inesperado chillido de agonía.
Algunos terrones húmedos le cubrieron las piernas. Más adelante, otro desprendimiento capturó sus pies, del cual logró salir con esfuerzo. ¡El túnel completo se estaba desplomando!
Jadeando con pavos, reptaba mientras la tierra caía. El pasadizo se fue haciendo más estrecho hasta llegar a un punto en el que no podía mover las manos ni las piernas para continuar. Masson se retorció igual que un gusano, hasta notar un trozo de raso debajo de sus dedos y toparse con algo que le impidió avanzar. Movió sus piernas y verificó que no se habían quedado atrapadas en la tierra. Se encontraba boca abajo. Al intentar erguirse, vio que el techo del túnel estaba por tocar su espalda. El terror lo inundó. Al escapar de aquella criatura ciega y horrible, se había metido en un túnel adyacente y sin saluda. ¡Estaba en un ataúd! ¡Un ataúd vacío, al que había accedido por el orificio que las ratas le habían hecho por el extremo!
Trató de colocarse boca arriba sin éxito. La tapa del féretro le obligaba a permanecer inmóvil. Inspiró e intentó empujarla. Era inútil y aun cuando consiguiera salir del ataúd, ¿cómo podría salir a través del metro y medio de tierra que lo cubría?
Casi no podía respirar. Sentía un calor asfixiante y el hedor era insoportable. En un arrebato de pánico, arañó el forro hasta desgarrarlo. Intentó inútilmente cavar con sus pies en la tierra que lo mantenía prisionero. Si pudiera cambiar su postura, podría cavar con sus uñas una abertura hacia el aire…
Una cruel agonía le penetró el corazón, sentía como el pulso se le escapaba por los globos oculares. Sentía su cabeza hinchada, como si le fuera a estallar. Y entonces escuchó los chillidos de triunfo de las ratas. Gritó, enloquecido, más no consiguió apartarlas esta vez. Por breves segundos se retorció con histeria dentro de su angosto encierro y entonces, se tranquilizó, exhausto por la falta de oxígeno.
Cerró sus párpados, sacó la lengua ennegrecida y se abandonó a la oscuridad de la muerte, mientras los chillidos dementes de las ratas resonaban en sus oídos.
Si encuentras un libro llamado «El cuento de Roly Poly», ¡no lo abras! ¡No lo leas!
Enviado por dach2901
El libro no aparentaba ser particularmente macabro. No tenía imágenes espeluznantes en la portada. No había palabras de advertencia. Tan solo era un lienzo en rojo, liso, con letras doradas que decían: «El cuento de Roly Poly».
Nunca había visto el libro hasta que Ginny lo sacó de su colección en el estante. Pensé que podría haber sido olvidado por los propietarios anteriores. Después de todo, acabábamos de mudarnos al vecindario hacía un mes
Ginny ya estaba acurrucada debajo de las sábanas cuando abrí el libro. A los seis, ella estaba aprendiendo a leer y por eso no necesitaba que la obligaran a acostarse, siempre y cuando cumpliera con mi promesa de contarle una historia. Bueno, debo rectificar: casi nunca lo necesitaba. Las princesas eran su nueva obsesión y ya habíamos agotado la mayoría de los clásicos como La bella durmiente y Cenicienta. El cuento de Roly Poly parecía una buena desviación de la lista habitual.
—¿Estás seguro de que quieres este, calabaza?
Ginny bostezó:
—Sí, papi.
Me encogí de hombros y comencé a leer:
Había dos niños
Dos niños como tú.
Uno se llamaba Jack
El otro era Hugh.
Los muchachos se sentaron en su habitación,
Pues no tenían nada que hacer aún.
Estaban tan aburridos
Un bugaboo común.
El libro contenía una ilustración simple de dos niños en un dormitorio, decorado con papel tapiz de béisbol.
Pensaron y pensaron:
Resoplaron indiferentes,
Hasta que Hugh dijo: ¡Uf!
¡Suficiente es suficiente!
¡Vamos a jugar un juego!
Cambiaremos este cabo suelto.
¡Ya sé! Dijo Jack,
Llamaré a mi amigo en este momento.
Gruñí internamente y esperé que Ginny se durmiera pronto. Esto no era exactamente como el Dr. Seuss.
Jack tomó el libro
Y siguió leyendo las palabras escritas:
Sal, sal
Tú, viejo payaso tonto.
Con un silbido y un silbido,
Y fizzle y pop,
Llegó Roly Poly,
Con un gran gran plop.
Había una figura enorme que empequeñecía a los dos niños a su lado. Pertenecía a un hombre vestido como un payaso de pantomima tradicional, completando su apariencia con una peluca rizada, maquillaje blanco y labios rojos estridentes.
¿Cómo lo hice?, Dijo el payaso, he venido a jugar
¿Tú?, Dijo Hugh, ¡Santo cielo, querido Moley!
No tengas miedo, dijo Jack,
Es solo Roly Poly.
¿Qué haremos? —Dijo Hugh emocionado,
Mientras sacaba sus juguetes del desorden del armario.
Hubo juegos de varios nombres,
Llenos de cables y megavatios.
Una máquina de karaoke,
un trampolín y dos robots de infarto.
¡Oh no! Dijo el payaso
¡Esto no será suficiente!
Vamos a jugar algunos juegos reales
Olvídense de esta tecnología deficiente.
Vengan conmigo y verán
Mi casa es bastante genial,
Tendrán todo lo que necesitan
En la tierra de Topsy-Turvy.
Los dos muchachos asintieron
Sus corazones se llenaron de alegría.
Tomaron la mano del payaso,
¡Y contó tres Mississippi en el acto!
Hugh y Jack cerraron los ojos
Mientras el mundo giraba y giraba.
Gritaron de alegría
Al ver que en nuevo lugar estaban.
La casa del payaso era espléndida.
Llena de dulces y golosinas, la diversión nunca terminaría.
Sin padres, sin quehaceres, sin acostarse, ni seguir reglas,
No había tareas horribles de aburridas y viejas escuelas.
Los muchachos jugaban y jugaban y los tres estaban contentos,
Hasta el día fatídico en que el payaso, de tristeza se puso enfermo.
¿Qué pasa, Roly Poly?
¿Hay algo que podamos hacer por ti?
Los muchachos preguntaron y preguntaron:
Mientras su preocupación crecía y crecía.
Oh, queridos, murmuró el payaso,
Mis disculpas, mis más humilde disculpas.
Tengo mucha hambre, confesó
Mientras su gran barriga gruñía.
¿Quieres chocolate o papas fritas o pastel de crema pegajosa?
Tenemos hot dogs y helados y malteadas deliciosas.
Pero el payaso sacudió la cabeza
Porque le dolía mucho la panza.
Entonces agarró al pequeño Hugh,
¡Una buena comida serás tú!
Se me revolvió el estómago cuando vi el contenido de la página siguiente. Cerré el libro de inmediato.
—Es hora de dormir, princesa.
Ginny intentó protestar, pero sus párpados estaban llenos de sueño.
—¿Qué le pasó al niño, papá?
—Te lo diré mañana.
Besé a Ginny en la frente y apagué la luz.
Bajé las escaleras y me serví una copa grande de vino, antes de volver a abrir el libro. La página que había cerrado mostraba la ilustración de una escena espantosa. El payaso sostenía a uno de los niños sobre su cabeza y había mordido el lado izquierdo de su cuerpo. Sus dientes arrancaban trozos de carne rosada mientras la sangre goteaba por sus labios manchados de rubí. Los ojos del pequeño estaban cerrados, su cara surcada de lágrimas, yacía congelada en una expresión agónica. Espoleado por una morbosa curiosidad, continué leyendo:
Roly Poly agarró al niño y lo sostuvo en alto.
Dio un gran mordisco: el dulce Hugh era tan suave.
Él reía y roía, masticaba y sorbía,
Y cuando no quedaba nada, eructó con una sonrisa.
Miró a su alrededor; sin encontrar a Jack.
El chico había escapado; la persecución había comenzado.
Jack se agachó y huyó, corrió y corrió,
Roly Poly solo rió entre dientes: ¡Vuelve aquí, jovencito!
Este lugar es grande; de hecho, ¡se extiende!
No hay salida, escapar no puedes.
El payaso tenía toda la razón, por mucho que lo intentara,
Jack se apresuró a escapar, pero no había salida que lo esperara.
El niño se cansó, el aliento le faltaba,
Roly Poly se puso al día, sonando bastante alegre:
Eres más duro que la mayoría, contigo haré un buñuelo.
Y colgó al niño en un viejo anzuelo.
El niño gritó y gritó: ¡Eres un gran mentiroso!
El payaso se relamió los labios avivando el gran fuego.
Pasé a la última página. El niño colgaba de un gancho sobre una gran hoguera. Partes de su piel estaban agrietadas y ennegrecidas, a la vez que las llamas lamían su pequeño cuerpo. El payaso alimentaba el fuego sosteniendo un palo en la mano. La otra mano saludó al lector cuando una sonrisa maníaca reveló dos hileras de dientes largos y afilados.
El payaso estaba muy feliz, esta dulce carne era una delicia,
Saludó al chef: —¡Buen provecho!
Me desperté temprano a la mañana siguiente y cogí el periódico que habían dejado en la puerta. Era domingo, pero no me gustaba dormir. Me hice una taza de café y miré el titular en la encimera. Mi corazón se congeló:
Quinto aniversario de la desaparición de niños locales
Cientos han participado en un mitin de conmemoración para honrar el quinto aniversario de la desaparición de los hermanos Hugh y Jack Healy.
Los hermanos, de ocho y seis años, fueron secuestrados de su hogar el 7 de enero de 2012. La policía ha emitido una nueva solicitud de información este fin de semana [la historia continúa en la página 3].
Salí corriendo y quité la tapa del bote de basura. ¿Quizás quien escribió ese libro sabía algo sobre la desaparición de los niños? Como mínimo, necesitaba denunciar este material enfermo a la policía. Mi estómago dio un vuelco mientras miraba el contenido de la lata. El libro ya no estaba.
Un pánico primario se elevó en mi pecho cuando subí corriendo a la habitación de Ginny. Un solo pedazo de papel yacía sobre las sábanas arrugadas de su cama vacía:
Ginny escogió un buen libro,
Una hermosa historia para contar,
Pero a papá no le gustó
Él pensó que era trivial.
Detuvo la historia en el momento de gloria,
¡Oh no, para ti esta parte no es apta!
Al payaso no le gustó eso
Pero ni un poquito.
Entonces Roly Poly fue a buscar a Ginny;
Él nunca había estado tan delgado.
¡Vamos a divertirnos un poco!
Le mostraremos a ese viejo.
Y ahora juega Ginny,
En la tierra Topsy-Turvy.
Lleno de azúcar y especias.
Y todas las cosas que son femeninas.
Mientras la princesa tiene joyas,
y hermosos vestidos de raso.
El payaso solo sonríe,
Ella lo hará, engordará.
Ha pasado una semana desde que Ginny desapareció. Le di aquella página a los policías, pero están tan desconcertados como yo. Cada verso infernal de ese horrible libro está grabado en mi cabeza. No puedo dormir. No puedo comer. Escribo esto como último recurso para hacerte una advertencia. Si encuentras este libro, no lo abras, no lo leas. Llama a la policía.
La vida de un niño puede depender de ello.
¿Quién lo mato?
Enviado por koviz
Pueblo Nuevo de la Sierra, así se llamaba la zona. En el habían deslumbrantes lugares
que la naturaleza ofrecía a todos los visitantes. Las Cataratas de Hueque, era uno de ellos.
Las montañas frías hacían del ambiente como para sentirse en Mérida o Canadá. Los
habitantes eran de pueblos, como normalmente se les decía. Y refiriéndose a ello, había uno
que le rendía homenaje a un indio, por eso mismo, la población se llamaba Hueque. No había
turista que al visitar la zona no lograse notar, que el gobierno había dejado la mitad de la vía
en reparación. Como pasa en muchos casos, hablando del Estado Falcón.
“Las Jotas”, así se llamaba una de las tantas y variadas posadas que se encontraban en
Hueque. La dueña, muy popular por sus ricos mancarrones, recibía grandes clientes aun y
cuando no eran grandes temporadas.
Ana era hermana de Oliver, con ellos, iban en grupo, Jivianny, Alexis y Francelis.
Además del resto que iban en la encava a la excursión. 30 pasajeros a bordo. 6 habitaciones
para 5 personas. Pero ellos, debatieron y lucharon, e ingeniosamente, lograron quedar juntos
en la morada aunque las reglas fuesen mujer con mujeres, hombre con hombres.
Eran los típicos jóvenes. En sus mochilas no había más que bebidas, cigarrillos y
atuendos sexuales. Claro, obviamente mudas de ropa y productos de higiene personal.
La posada era cómoda. Ellos eran cinco, y solo tenían dos camas. También había una
pequeña nevera, suficiente para todos. Lo incomodo, solo poseía un baño, cosa que las chicas
odiaron, como siempre, los hombres son los cochinos en este aspecto. Un solo televisor.
Además, radio con entrada USB, de color rosa con una etiqueta de Bob Sponge. En la esquina
de la mano izquierda de la habitación había un espejo, a su lado, una pequeña mesa con dados
y dos cubos de rubik como decoración.
Como jóvenes, bromeaban al mismo tiempo que conocían el pueblo. Cerca de las 7:00
p.m. ya retornaban a la posada donde descansarían su primera de tres noches en la zona
turística.
Cuando llegaron a la aposento, decidieron charlar antes de ir a preparar algo de comer;
decían que si cenaban tan temprano a la hora tendrían hambre nuevamente. Acordaron
sentarse en pleno centro de la habitación, en forma de círculo, y propusieron miles de juegos.
Sin embargo, querían una noche distinta, y aunque fuesen amigos desde la niñez, había ciertas
cosas que jamás quisieron contar por mucha confianza y hermandad que existiese entre ellos.
Al final, iniciaron contando cosas inadvertidas y fuera de común, o viceversa, juego que lo
bautizaron como “¿más o menos?”. La idea principal era, ser mudos y sordos por 5 minutos
mientras se relataba una historia de ocurrencia. Al pasar el tiempo, si a alguno no le gustaba
lo que estaba siendo contado, sencillamente se decía ¿Mas o menos? Y debía entonces,
cambiar el ritmo, y comenzar un nuevo caso. O en su defecto, continuarla de manera inédita.
Oliver, era el más jodedor y chalequeador. Su alto nivel de perversidad, lo hizo
comenzar con un relato erótico: “En algunas noches estando en mi habitación frente al espejo
me miraba y acariciaba mi verga que se ponía tan dura como un hierro. Tocaba mi paquete
abultado pensando en una mujer que se venía a mi mente. Cuando me sentía caliente hacía
esto frente al espejo y la liberaba, palpitaba gruesa, gorda, cabezona y lleno de semen. Solo
en pocas ocasiones hacía esto. Una noche, estando yo caliente sobándome frente al espejo,
tuve la sensación de ser observado. Desde el exterior es posible ver hacia mi habitación un
poco, pero me parecía inimaginable que alguien estuviera observándome. Tenía esa
sensación y mientras me tocaba veo que en una ventana a lo lejos hay alguien que me observa.
Al darse cuenta de que la observé, esa persona se esfumó, pero mi morbo aumentó. La noche
siguiente decidí correr el visillo un poco más para que me vieran mejor. Cuando acariciaba
mi verga hinchada y durísima yo advertí luces en la ventana que me espiaba. Aumentó mi
excitación y me tocaba con más ganas. La persona que me espiaba apareció frente a ese
ventanal, pero con una máscara, no tenía idea de quién sería ella. Era mujer, llevaba un sostén
blanco y calzones rosados. Lentamente se quitaba el sostén y me mostraba unos senos
enormes. Poco a poco se quitó el calzón también y vi esa vagina caliente, goteando y
llenísima de placer. Yo me tocaba firmemente y ella al parecer gemía. Tras estar largo rato
masturbándonos sincronizadamente a distancia, no tardó en sobrevenirme una corrida frente
al espejo. Sentía el cuerpo sudado, el corazón acelerado, los testículos llenos de semen y
mirando esa vagina salto a chorros mi leche caliente al tiempo que notaba que esa mujer
misteriosa le sobrevenía ricos orgasmos. Mi única duda era saber quién era ella. Días después
tuve la sorpresa de saber quién era.”
Jivianny, naturaleza de una venezolana con rasgos chinos, hermosa en todos los
sentidos. Solía ser decente, al mismo tiempo enamorada. Soñaba en ocasiones tener sexo con
Oliver, le llamaba mucho la atención, por lo que apenas decidió interrumpirlo, claramente
luego de los 5 minutos, acatando las reglas del juego: “¿más o menos? Con ganas. Muchas
ganas de sexo del bueno, del salvaje. De ese que cura los males pulmonares y alivia espasmos
musculares. Del bueno, que rejuvenece. Con ganas de falo duro, firme y caliente. De embates
que me provoquen inundaciones mayúsculas. De dedos traviesos en mi vagina. De lengua
ávida de mi sexo. De manos que nalgueen mi grupa fabulosa. De besos franceses, besos de
Singapur, besos negros. De mordisquitos en las tetas, en los labios, en el cuello, la nuca, las
nalgas. Con unas incontenibles ganas de sentir unas manos poderosas que me posean y me
exploren, que busquen, revuelvan, rebusquen y produzcan magia. De esas que con firmeza
me abran las piernas y se agarren de ellas para ceder el paso al majestuoso atributo que anhela
clavarme con certeza y furioso deseo. Que den permiso a esa verga ansiosa para llevarme al
paraíso. Con ganas de desbordarme en los espasmos involuntarios de orgasmos imparables
que me lleven al llanto. Con ganas, muchas ganas de pedir "ya no más", queriendo que nunca
se termine la faena. Con muchas ganas de un hombre que sólo se dedique a mí hasta que, ya
agitada de tanto éxtasis, explote dentro de mí y me llene de sus esencias haciéndome temblar
de gozo y de ganas de repetir.”
Francelis, con su esencia una joven dulce. Conocía sexualmente muchos temas, pero
a sus 21 años seguía siendo virgen. Por lo que decidió romper la cadena que llevaba Jivianny:
“¿más o menos? Mi madre siempre me decía que de pequeña, era una niña caprichosa y que
todo lo quería comprar. Eso es una estupidez. Todos los niños lo quieren todo, yo no era
distinta a los demás. Cuando fui creciendo, ella siempre me recalcaba que siempre quería
todo y que no podía ser. Mi madre pecaba de ser muy pesada y cansina. Volvemos a repetir
lo de siempre. ¿Quién no quiere comprar cosas? Era una adolescente y para rematarlo muy
guapa. Necesitaba comprarme cosas, mi pelo tenía que lucir siempre impecable y mis uñas
perfectas. Parecía que mi madre no comprendía que la belleza hay que cuidarla y trabajarla,
nadie regala nada. Pero ella erre con erre que ¡no podía gastar tanto en mí! Vaya estupidez,
para eso está trabajando. Yo nunca pedí venir a este mundo, y si ella fue la responsable de
que yo esté aquí, ahora su responsabilidad es cuidarme y colmarme de caprichos. A veces, la
miro de reojo y la veo mirándome de una forma extraña, observándome...como si quisiera
leerme el pensamiento. ¡Imposible!. Mis pensamientos me pertenecen y no los pienso
compartir. Menos mal que mi padre es distinto. Él sabe de mi belleza y atractivo, sabe que
debo de cuidarme, la belleza te abre muchas puertas, y yo estaba dispuesta a que empezaran
a abrirse en menos de que canta un gallo. Me estaba hartando de aguantar a mi madre, y lo
que salvaba la situación era mi padre que era un santo. Nada que ver con mamá. Todo lo que
yo le pedía me lo traía inmediatamente. Él era bueno y amable, dispuesto a ayudarme en
todo, dispuesto a hacerme la vida agradable y feliz. ¡Lo adoraba!”
Ana era de pocas palabras. Sin embargo su mente decía que Francelis era muy niña,
muy tonta. Esto fue lo que la hizo decir ¿más o menos? Y continúo:
"Siempre fui una niña tímida y asustadiza. Mi historia parecería la de otra niña cualquiera
pero quizás más triste. Me robaron mi niñez, me despojaron de mi pudor, de mi virginidad.
Mi cuerpo se llenó de odio y ansiedad, de angustia y llantos. Y también de
moratones...tapados siempre debajo de las mangas de la camisa...ocultos de la vista de la
gente. No recuerdo ya muy bien cuándo comenzó esto, pero era muy pequeña. Comencé en
el colegio y al poco tiempo comenzó la peor pesadilla que cualquier niño pueda vivir. Mi
tutor de clase era un hombre muy religioso y bondadoso. Se preocupaba de que hiciéramos
nuestras tareas diarias y de enseñarnos educación y saber estar. Un día, que estaba en el
jardín, ya que era el recreo, y esperaba a que salieran todos mis amigos, él se acercó y me
dijo que me llevaba a la cocina a darme un vaso de leche. Yo me puse contenta, pues le había
dicho que mamá se había olvidado de meterme mi bocadillo para el recreo. Me dio la mano
y fuimos andando. Mientras andábamos él saludaba amablemente a los demás niños y
profesores. Yo me sentía grande a su lado, crecida, importante. Las niñas me miraban con
envidia, ya que me iba a dar ¡un vaso de leche con galletas un profesor! Pero por los caminos
de la escuela, nos desviamos de la cocina y entramos en su despacho. Yo me senté en una
silla, pensando que él iría a la cocina por la leche y yo esperaría allí. Y esa fue mi primera
vez. Mi primera bajada a los infiernos. Cuándo todo terminó, me amenazó con que si lo
contaba algo muy malo les ocurriría a mis padres y a mi hermanita. Yo estaba muy asustada
y ese día me puse muy mal. Era la temida ansiedad que me estaba devorando. No comprendía
como mi profesor podía hacer esas cosas, que a mí no me gustaban. Esa noche y muchas
más...lloré mucho a escondidas de mis padres. Pasaron los días y las semanas y eso se hacía
ya asiduamente. El me miraba y yo sabía que tenía que acudir a su despacho. Y volvíamos a
bajar a los infiernos. Días y meses...años. Años muy duros, en los que mi familia decía que
era retraída, una niña apagada, triste, sin vida. Y es que ellos no lo sabían, pero yo estaba
muerta. Mi vida era ansiedad más pánico....no querer encontrar esa mirada que me decía
"vamos". Mi vida se reducía a esperar...esperar a que esos ojos que yo creía bondadosos...me
dijeran "vamos pequeña" y con ese vamos...yo iría al infierno...estaría con el mismísimo
demonio en la misma habitación, sus manos velludas y asquerosas me acariciarían el cabello
y comenzaría así otro día de infierno inolvidable. Me iba haciendo mayor y los abusos no
paraban. Ya era como una rutina asquerosa, una bajada a los infiernos sin luchar, un vivir en
este mundo sin estar presente. Pero también fui comprendiendo que eso no era lo normal, que
él no tenía derecho a hacerme esas cosas ni a amenazas continuas. Me tenía atemorizada.
Cuándo mi hermanita comenzó el cole, él se acercaba a ella y sonreía mirándome. Y con eso
ya bastaba para saber lo que tenía que hacer. ¡¡ Basta ya!! No iba a consentir que me tocara
una sola vez más. No iba a consentir que le hiciera lo mismo a mi hermana. Incluso... ¡a saber
si se lo hacía a otras niñas! Todo fue muy rápido a partir de esa decisión. Esa misma noche
hablé con mis padres y les expliqué lo que llevaba años pasando. Fue un drama. Mamá y
papá lloraban sin cesar. Papá solo daba vueltas diciendo cosas terribles. Llamaron a mis tíos
que enseguida tomaron la iniciativa en todo. Primero a la policía. Y ya fue todo encadena.
De allí al hospital donde se confirmó que yo no mentía. Y ese fue casi mi final de estos abusos
que rompieron mi vida en ese momento. El profesor fue juzgado y declarado culpable de los
abusos. No era yo sola, había más alumnas, y cuándo yo lo denuncié, las demás niñas hicieron
lo mismo. Fue un auténtico bombazo en la ciudad y en el colegio, fue un auténtico drama
para todas. Pero hicimos lo que teníamos que hacer pararlo.”
Y fue así, con lágrimas en sus ojos, cuando todos quedaron impactados con la historia
tan real que se inspiró contando Ana. Tanto, que olvidaron por un momento que faltaba
Alexis. Sin embargo, aquí venia Oliver a recordarlo. Por lo que él comenzó para finalizar el
juego: “¿más o menos? Chamo. Coño, estoy cansado. De mí y de ustedes. Ya la escucharon,
Ana, siempre haciéndose la víctima, podrás ser mi amiga y todo, pero ayer dudaste de nuestra
fe católica y fuiste a disque creer en el evangelio; no sabes lo mal que es andar por el edificio
y que te señalen como el amigo condicional de la loca, haciendo énfasis en que no paras de
andar probando las religiones como los penes de los hombres; yo no creo nada de eso, porque
simplemente jamás te he visto en ello, y me duele, en el alma y en el corazón escuchar como
los vecinos tienen lengua para criticarte y tu dándole que hablar. Oliver, siempre busca
pleitos, en ocasiones he querido asesinarte, aun no sabes lo incomodo que es sentirse
avergonzado por provocaciones inútiles de tu parte; eres ya un hombre, y tu cerebro está lleno
aun de cosas infantiles y un vocabulario que no te ayuda a avanzar en nada. (Todos estaban
entre confusión, furia y desespero por querer hablar) – Jivianny siempre creyéndose la última
Coca-Cola del desierto, solo por ser hermosa no sé lo que piensas a veces, a parte de las
burradas que normalmente dices; en ocasiones siento celos por ti, porque aunque no lo creas
me enamore de ti y me da lástima verte besar con los bagres que como novios has tenido.
Ojala esta noche no quedes embarazada de Oliver. Y Francelis, de ti ni decir, no eres más
que una niña de papi y mami, haciéndole creer al mundo que eres Virgen cuando eso no es
cierto. Y me consta porque tu primera vez fue conmigo, si es que es cierto lo que me dijiste
esa madrugada en tu fiesta de 15 años. Claro y yo como un tonto siguiendo tu cuento. Después
dicen que los hombres somos los mujeriegos... luego dijo que eso era todo, que tenía mejores
amigos.” - Finalizo levantándose, llorando, con vergüenza al mismo tiempo.
Las chicas tuvieron que agarrar con la mayor fuerza que no tenían a Oliver, que en ese
justo momento sentía impotencia y odio por Alexis. Lo llamaron falso y de otras y miles de
maneras de desprecio. Justo, cuando el ambiente estaba un poco más calmado, hubo una falla
electromagnética que dejo a toda la comunidad sin luz. La impotencia bajó por completo.
Ahora en vez de odio había solo miedo. Olvidando todo lo que recién había sucedido, todos
se dieron cuenta que estaban sin pilas en sus teléfonos móviles. Solo tenían una linterna, y le
pertenecía a Alexis.
Se negaban a recibir su ayuda, aun cuando él se les ofrecía. No aceptaban. Fue un
simple juego que se tornó a la realidad. Entre tanta tensión, Alexis daba las órdenes. La
posada donde ellos se encontraban era la más cercana a las Cataratas de Hueque, y la más
alejada del resto de los turistas. En pocas palabras, estaban solos en medio de un bosque, sin
luz. Comenzaron con la tonta idea de salir a buscar leñas para hacer una fogata. –Desearía
verlo morir, con el perdón de Dios. Pero por su culpa, por llamar las malas vibras estamos
acá en medio de la nada, donde ni pegando nuestro mejor grito nos escucharán. Afirmaba
Ana.
Por la poca luz que emitía la media luna ese día, se guiaban a las afuera de la extraña
posada, porque así se podía notar. –Con esta rama solo quisiera darle en la cabeza a Alexis.
Aun me duele lo que dijo, no debió hacernos sentir de esta manera. Ahora por su culpa
estamos corriendo riesgo a las afueras de esta posada. Lo odio. Expresaba Francelis.
Por extraños sonidos emitidos por animales que ellos no conocían, sintieron unos pasos
extraños. Francelis sintió miedo, y corrió adentro de la posada. Llego y abrazo a Alexis. –
babosa, miedosa, toda una niña de casa le falta rudeza. Estoy llena de rabia, provoca tomar
estas piedras y lanzarlas hasta verlo sangrar y sufrir. Exclamaba Jivianny.
La rabia y el odio fueron desapareciendo. Extrañas voces del más allá, y ruidos
paranormales asustaron por completo a las chicas. –acá está el problema, la guaya de alta
tensión se cayó. Con esta misma deberíamos ahorcar al imbécil de Alexis. Hombre falso y
loco. Una vez que Oliver se expresaba con aquel toque de impotencia, el sistema completo
hizo corto circuito. Las chicas del impacto regresaron a casa, nerviosas sin saber que ocurría.
Oliver y su miopía no pudieron conseguir los materiales para la fogata, y estando solo
no le quedo de otra que regresar a casa. Para su sorpresa al entrar a la habitación, estaban
todos en círculo. Quiso interrumpir. Las chicas le pidieron hacer silencio. Se unió
nuevamente a ellos. Solo se escuchaba la voz de Alexis. –fui honesto. Note que le temen a la
transparencia, a la verdad. No fue mi culpa. Sabía que volverían a mí. Les ofrecí mi ayuda y
no la aceptaron. Han sido como hermanos para mí, pero crecen cada dia y no sé, los veo
monótonos. En fin, nunca quise morir sin antes habérselos dicho. Si quieren pueden
perdonarme, así no sea digno. Solo quiero que amanezca y que ninguna de las cosas que se
cuentan aquí en este pueblo se haga realidad. No quiero que mi mente entre en pánico por
pensar que mitos y leyendas se puedan hacer sentir en hechos reales, en este momento.
Vamos a mantener la calma.
No había terminado de decirlo, y tres fuertes sonidos se escucharon en la puerta. –
¡Dios vamos a morir! exclamaba Francelis al escuchar las patadas que tumbarían la puerta
en segundos. –tengo un bombillo rosado en mi bolso, no me pregunten porque de ese color.
Oliver corrió a buscarlo antes de que la pila de la linterna dejara de funcionar. Cuando todos
salieron para conseguir con que hacer la fogata, incluyendo a Alexis que se regresó al ser
ignorado por sus amigos, notaron que si había electricidad, pero habían desaparecido todos
los focos.
Navajas, cuchillos y Ana con un tenedor, esperaban para defenderse de quien intentaba
tumbar la puerta. Oliver regresaba con el bombillo. Alexis con la mesa, que tenía pegado los
dados y los cubos. Lo tomó, se subió arriba de la mesa para colocarlo. Para sorpresa de todos,
extrañamente la luz regresó. Sucedió tan rápido un nuevo corto circuito. Por segundos, todo
quedó a oscuras nuevamente.
Silencio total. Respiraciones rápidas, profundas. Nervios y sudor. Desespero e intriga.
Así estaban cada uno en una esquina de la habitación. Segundos más tarde, el único bombillo
color rosa, encendió. Extraña y repentinamente. Y allí estaba Alexis, tirado en el piso. Estaba
muerto. Sin camisa, que hacían notorias marcas de ramas que provocaron rasguños y
derrames de sangre. Su rostro estaba deteriorado, alguien había lanzado sobre sus ojos y
dentadura piedras que le ocasionaron moretones. Su cuello estaba marcado, como si lo
intentaron ahorcar con alguna guaya de alta tensión, cosa que después fue vista que tenía en
sus manos.
Su cuerpo estaba desmoralizado y apuñalado. Fácilmente se podía decir que lo mataron
a través de una pelea. Le dieron con lo primero que tenían a la vista. Y luego lo ahorcaron.
Su lengua colgaba. El rostro sin forma, entre colores rojos y morados. Su pecho, lleno de
aberturas que expulsaban sangre en mediana proporción.
La habitación estaba semioscura. Solo un bombillo rosa en el centro. Y los cuatro
chicos, Ana, Francelis, Jivianny y Oliver, uno en cada esquina.
Ellos, los cuatro, llenos de pánico, sin entender nada, solo se preguntaban: ¿Quién lo
mató?
Continuara...
una breve historia de destrucción
Enviado por gonci
Una historia de destrucción
El ocaso se cierne
El rugido del apocalipsis resuena en mis oídos. El cielo, antaño un lienzo azul salpicado de estrellas, ahora es un infierno de nubes oscuras y relámpagos tapados por el humo de la destrucción. La tierra tiembla bajo mis pies, como vasijas rotas se desquebraja. los sonidos y ecos de la destrucción se mezclan con los sonidos de agonía y lamentos de dolor.
En medio del caos, veo un grupo de personas que parecen aferrarse a la esperanza dentro de tanta destrucción. van guiadas por alguien que los dirige, buscando refugio entre las ruinas de un edificio en ruinas que antaño fuera una biblioteca. Me mezclo entre ellos esperando encontrar una razón para tanta destrucción
El final de la vida llega
y parece que nadie se entera.
Seguimos con nuestra rutina
sin notar nada en el ambiente.
El sol se oscurece de forma anormal
y el cielo parece que vaya a estallar.
Las estrellas poco a poco se apagan
y hoy la luna se pinta de rojo sangre.
El mar se agita,
hay marejada alta.
Las flores se marchitan
y los terremotos nos sacuden.
La Biblioteca:
Las gruesas paredes de la biblioteca parecían ofrecer un tenue velo de protección contra la furia del exterior. El polvo y la oscuridad reinan en el interior, apenas se ilumina por las antorchas que portan los supervivientes. El hombre que nos guía, con voz temblorosa, comenzó a leer un antiguo libro. Sus palabras, cargadas de sabiduría, narran la historia de la humanidad y su inevitable caída.
los fragmentos del pasado:
A medida que el hombre nos leía, me sumergía en las páginas del pasado. A través de las historias narradas en los libros, que narraban el auge y la caída de antiguos imperios, la crueldad de las guerras, la desolación de la pérdida de la belleza del arte y de la bondad humana. Cada página me acercaba más a la comprensión del fin, pero también me brindaban un atisbo de lo que una vez fueron.
El aire se envenena,
el aire quema, las ratas huyen.
El ruido se hace ensordecedor
después de una erupción.
El silencio se hace eterno
y el pánico se hace supremo.
La batalla final:
Las fuerzas de la oscuridad, personificadas en los libros apocalípticos, se acercaban a la biblioteca. Armados con el conocimiento del pasado, nos preparamos para la batalla final. un enfrentamiento encarnizado entre la luz y la oscuridad, entre la esperanza y la desesperación.
Manadas de animales huyendo,
pájaros cayendo.
Plantas que se marchitan,
frutos que se pudren,
gusanos saliendo a la superficie
Amanecer incierto:
Al final, solo unos pocos sobrevivimos y salimos de la biblioteca al amanecer. el paisaje que encontramos era desolador, un páramo desolado, sin vida solo ruinas por todas partes.
Yo me separé del grupo de supervivientes, no quería llevar la carga de los demás ni que los demás llevasen la mía, y seguí mi camino.
Los creyentes se aferran a su fe,
los ateos se burlan.
Los coronados se elevan,
los pecadores se hunden.
El fin del mundo ha llegado
y nadie lo ha evitado.
Ahora la vida se ha acabado,
la muerte lo reina todo.
¿En serio, no podíamos haberlo evitado?
.
¿Sueño hostil?
Avanzando a tientas por el bosque hostil, me encontraba al borde de la desesperación. Los sonidos aterradores, las formas fantasmales y el hedor a carne quemada me envolvían en una atmósfera de terror y desolación. La pregunta de si estaba soñando, muerto o atrapado en un infierno me atormentaba sin descanso.
Solo, por la espesura del bosque
Adentrándome cada vez más en la niebla,
Sin ver más allá de la realidad,
Sin saber a dónde iré a parar
Altos pinos de acero me rodean,
Enjambres de matorrales y desechos
Van frenando mis pasos,
hojas como guillotinas
Vuelan por mis lados,
las estrellas, ya no brillan.
Percibo ruidos extraños,
sentimientos desconocidos,
siento frio en el alma y los huesos,
los recuerdos me torturan,
y serpientes de neón me agobian.
El miedo me atenaza como una garra de acero. Sentía un terror que me helaba la sangre y me paralizaba los miembros. No podía moverme, ni pensar, solo sentir el frío que me recorría la espalda y el pánico que me oprimía el pecho. La niebla espesa me envuelve como un sudario, ocultándome el camino. Lo que ayer fueron grandes y altos edificios, ahora solo son chatarra y despojos, recuerdos en la memoria de alguien, solo eso.
La noche oscura y su espesa niebla, no me dejan ver por donde voy ni hacia donde, solo escucho ruidos de acero rompiéndose de casas cayendo. Cuando terminará este caminar sin saber porque ni hacia dónde.
Un Resquicio de Esperanza:
De repente, un tenue destello de luz se abrió paso entre la niebla. Me dirigí hacia una suave fuente de luz. Al llegar, me encontré con una pequeña cabaña de madera medio derruida. La puerta entreabierta parecía invitarme a entrar. Aprete el paso todo lo que mi cuerpo y mis pulmones me permitieron, apenas podía ver entre penumbras la forma de una pequeña casa o cabaña. pude llegar antes que el aire con olor a desesperación dejase de inundar mis pulmones, justo cuando las formas fantasmales, salían de la oscura niebla.
No sé dónde estoy, ni como he llegado hasta aquí,
Mis ojos lloran de escozor por el humo,
y formas fantasmales me envuelven,
Hay algo en el aire que respiro, algo con olor ocre,
Que me hace sentir mareado.
El Refugio:
Con cautela, crucé el umbral de la cabaña. En el interior, encontré a una anciana de aspecto amable y sereno. Me ofreció un lugar junto al fuego y me brindó un plato de sopa caliente. La anciana me habló con palabras tranquilizadoras y me contó historias sobre la supervivencia y la esperanza.
Estoy perdido en este mundo hostil,
Solo, sin saber que hacer ni donde ir,
el miedo me apresa, me oprime
como una serpiente gigante,
que abre sus fauces encima de mí.
La Revelación:
Al escuchar las historias de la anciana, Comprendí que no estaba solo. Sus palabras me llenaron de una calidez que no había sentido en mucho tiempo. Me habló de la importancia de la esperanza y de cómo la humanidad había sobrevivido a los peores desafíos. La humanidad había sobrevivido al apocalipsis, aunque fragmentada y dispersa. La anciana me reveló que el bosque era un lugar de prueba, un filtro para aquellos que buscaban un nuevo comienzo. Me despedí y continué mi camino.
¿Estoy soñando? ¿estoy muerto?
¿Atrapado en un mundo infernal?
No lo sé.
Solo sé que tengo que seguir caminando.
Cuerpos, cuerpos y más cuerpos I
Caigo de rodillas, la tierra húmeda y caliente mancha mis ropas. Un sollozo ahogado brota de mi garganta, un sonido gutural que refleja el dolor que consume mi ser. La pregunta resuena en mi mente, un eco tortuoso: ¿Por qué?
Cielo negro, lleno de cenizas
El sol se rompe bajo el sonido de trompetas.
Aire que duele, con sabor ocre.
Agua que quema cae de las nubes quebradas.
Todo alrededor huele a sangre y sudor.
Odio, sufrimiento y dolor.
Buitres callados van extendiendo sus alas,
Sobre la carne quemada.
Mientras camino, solo veo destrucción.
Un silencio fantasmal se ha apoderado del mundo. Ya no hay gritos de infantes llorando, solo el crujir de las estructuras que aún se mantienen en pie. El hedor a muerte impregna el aire, una peste nauseabunda que me obliga a contener la respiración. Humo negro lleno de figuras fantasmales, sin forma determinada, solo la imaginación se la podría dar, pero creo que son la causa de tanta destrucción.
Mientras camino sin rumbo,
veo que no hay a donde ir.
Mis piernas se doblan por el dolor.
Mis manos tiemblan de terror.
Y noto las cicatrices en el corazón.
Cuerpos y cuerpos y más cuerpos.
donde llega la vista, solo veo cuerpos.
Cuerpos desgarrados, destrozados.
Cuerpos, cuerpos y más cuerpos, abandonados.
Mi alma, quiere escapar de mi cuerpo.
Mi mente no entiende.
¿que está sucediendo?
Quiero escapar de esta destrucción.
Pienso en Dios y en todas las cosas buenas que han desaparecido por egoísmo, por envidias por religión.
No hemos sabido respetar a la humanidad ni a nuestro planeta, ni hemos sabido apreciar jamás lo que teníamos, ahora, lo hemos destrozado todo y solo nos queda llorar con el alma tanta desolación y soledad.
Cunas destrozadas
Cochecitos de bebé estrellados.
Mesas con los platos puestos.
Habitaciones con las camas hechas.
Y cuerpos, cuerpos, muchos
cuerpos abandonados.
cuerpos destrozados.
cuerpos desgarrados.
Lloro sangre
Mi corazón no puede más.
Mi cuerpo ya no quiere.
no puede caminar.
Y yo me pregunto,
¿Por qué? ¿Qué hemos hecho tan mal?
¿Qué hemos hecho para merecer esto?
¿Es esta la venganza de Dios?
Cuerpos, cuerpos y más cuerpos II
Parece que Dios, está dormido o ha huido.
Mientras intento arrastrar mi cuerpo
Mis piernas, troncos de plomo,
se niegan a obedecer.
Mis pies, llagas abiertas,
apenas rozan el suelo.
Tengo que moverme, no puedo terminar así
en un mundo destrozado lleno de dolor
y lejos de todo amor.
Aún sigo escuchando los gritos y sollozos
el aire quema con olor a ocre
en medio de tanta destrucción.
Me vienen a la cabeza las historias de la amable viejecita, historias del Armagedón, que se desató sin ninguna razón, solo por el absurdo motivo de que unos pocos querían demostrar su poder y su superioridad sobre los demás. Porque yo soy mayor, yo tengo más que tú, mis misiles alcanzan más o tengo que probar la energía atómica. Malditos estúpidos, que jugaron con la vida de millones de inocentes, que arrasaron con la naturaleza y la belleza del planeta, que sembraron el odio y el miedo en el corazón de la humanidad. Malditos estúpidos, que no supieron valorar lo que tenían, que no aprendieron de la historia, que no escucharon la voz de la razón. Malditos estúpidos, que nos condenaron a todos a un futuro incierto y sombrío, que nos robaron la esperanza y la alegría, que nos dejaron un legado de cenizas y lágrimas.
Veo algo de luz a unos 400 metros de mí.
Entorno los ojos y puedo ver que es una hoguera,
¡¡Y gente alrededor, parece que están bailando!!?
Sí, están bailando alrededor del fuego
Y en el centro de ellos, Una figura alta gruñendo.
Me arrastro en su dirección, me araño la cara, las manos.
Mis pantalones ya solo son jirones de algo
que hace ya tiempo fuera ropa
ya ni me acuerdo desde cuando los llevo puestos.
Intento acercarme un poco más, pero un trozo de chatarra cae.
El ruido me asusta, y me quedo quieto escondido
Una manada de cuervos sale volando y
un buitre Aterriza a mi lado, No me gusta nada como me mira
¡¡¡largo, largo de aquí, aún no estoy muerto!!!
Lo espanto moviendo los brazos lo único medio sano que me queda.
Desde donde estoy, puedo ver lo que pasa,
Cuento 12 personas más la figura que gruñe
Están danzando una grotesca danza alrededor del que gruñe
Lanzando cánticos que no logro entender
Después de un rato, caen al suelo desmoronados.
El que gruñe se gira, parece que me ha visto
Me acurruco más aún entre los matorrales, que ya me hieren
Pero no, parece que no y vuelve a girarse y
a mirar a los que tiene caídos a sus pies
parece, dudar con que hacer.
Los demás renuevan los cánticos que sigo sin poder entender
Y comienzan una fiesta grupal donde todo es sexo y violencia.
Dios, donde estás, como puedes permitir esto.
¿Cómo pudiste permitir tanto odio y maldad?
Que pasó, por qué tanta destrucción,
¡Por qué permitiste a la maldad!
¿Sobreponerse al bien?
¿Por qué? Tanto odio, ¿por qué Tanto dolor?
Mientras observo la grotesca escena, una ola de náuseas me invade. Mi cuerpo, exhausto y dolorido, se rebela. Cierro los ojos con fuerza, deseando con cada fibra de mi ser despertar de esta pesadilla. Un zumbido comienza a resonar en mi cabeza, creciendo en intensidad hasta que se convierte en un rugido ensordecedor. De pronto, una luz cegadora me envuelve por completo.
Al abrir los ojos, me encuentro en un lugar completamente diferente. Un campo verde y exuberante se extiende ante mí, bañado por la luz dorada del sol. El aire es fresco y puro, y el canto de los pájaros llena mis oídos. Me incorporo, sintiendo una renovada energía en mis músculos. Me miro las manos las, y en lugar de las heridas y la mugre, veo una piel sana y tersa.
Un escalofrío me recorre la espalda. ¿Era todo un sueño? ¿O acaso he sido transportado a otra realidad? A lo lejos, diviso una figura que se aproxima. A medida que se acerca, reconozco a la anciana de mirada serena y sonrisa bondadosa.
"Bienvenido", me dice con voz suave. "Has pasado por una gran prueba, y tu fuerza interior te ha permitido superarla."
Confundido, le pregunto qué ha pasado. La anciana me explica que el mundo que presencié era una creación de mi propia mente, un reflejo de los miedos y la oscuridad que anidan en mi interior. "La destrucción que viste era el resultado del odio y la violencia que consumes a diario a través de las noticias, las redes sociales y las conversaciones con personas negativas", me dice.
"Pero ahora", continúa, "tienes la oportunidad de elegir un nuevo camino. Puedes enfocarte en la belleza que te rodea, en la bondad que existe en el corazón de las personas y en la esperanza de un futuro mejor."
En ese momento, comprendo que la anciana tiene razón. Tengo el poder de crear mi propia realidad, de elegir el tipo de mundo en el que deseo vivir. A partir de ese instante, decido enfocarme en lo positivo, en la luz que aún brilla en la humanidad. Y con esa determinación, emprenderé un nuevo camino, un camino de paz y de esperanza. Pero no sé qué me deparará el futuro. Solo sé que estoy dispuesto a luchar por un mundo mejor.
FIN
EL ÁNGEL
Anoche, ya tarde, estuvo a visitarme un arcángel. Para que yo pudiese verlo adoptó la apariencia de una mujer. Venía fatigado y se dejó caer en un sillón del que más tarde les costaría trabajo desprenderse. Quise contarle mis cuitas, pero me bastó echarle encima una mirada para comprender que no hacía falta. Me miró con amor, o al menos con compasión. Con amor castísimo y por consiguiente un tanto heroico. Sus ojos, que tenían el color y la dulzura de la miel, alcanzaron a consolarme como lo hace la sonrisa de la mujer amada. Comprendí que él también estaba solo y que su soledad era un gesto solidario. Luego supuse que venía a obsequiarme la muerte, aunque era evidente que estaba desarmado; un olvido, o las fuerzas insuficientes del cuerpo elegido para materializarse en mi presencia podrían explicar que no empuñara la espada habitual. Dos o tres veces estuvo a punto de hablar, pero finalmente guardó silencio a mi lado, porque tampoco hacía falta que él me dirigiese la palabra. Antes de marcharse alzó la diestra y con el índice extendido me rozó el costado. Su toque fue leve y definitivo. Dejó impreso en mi alma el escozor de la ausencia.
cuento
: Felipe GarridoSola
Enviado por val633
Me sentía sola.
Estaba en una habitación rodeada de gente, algunos decían ser mis amigos. ¿Amigos?
Una persona que espera que caigas para apuñalar y destrozar tu ser de la manera más sutil ¿a eso se le llama amigo?
Mientras pasaban los minutos mi soledad crecía, sentada en una silla, vestida algo elegante aparentando ser lo que no era una persona igual a ellos; materialista y superficial. La gente bailaba, reía extravagante mente y comían como si sus comidas fueran a huir de sus mesas
Las mujeres exuberantes aprovechaban sus virtudes, para atrapar a algún hombre, que les pudiera costear una nueva vida llena de lujos. Yo las observaba pensando que si hubiera nacido con algunas virtudes más llamativas estaría en su posición.
Al pasar algunas horas entró una extraña mujer. Nadie noto su presencia. Estaban muy ocupados complaciendo sus vanidades.
La mujer rápidamente se dirigió a un comensal que estaba sentado en una de las mesas superiores, el hombre estaba muy elegante, cada detalle de su vestimenta era cuidadosamente preciso en comparación al de aquella mujer.
Ella le entregó una carta color vino tinto sellada con un delicado broche dorado, él la recibió inclinando la cabeza e hizo una seña para que abandonara el lugar; la mujer obedeció y mientras él se disponía a abrir la carta, ella se dirigió lentamente hacia la puerta de salida.
Al abrir aquella carta era notoria la incomodidad del hombre. Solo contenía una frase. Él la leyó y murió.
Las personas gritaban mientras la mujer estaba en la puerta observando como la esposa de aquel hombre intentaba torpemente revivirlo.
A punto de abandonar el lugar, la mujer se giró y me observó con complicidad; en ese momento sentí como el tiempo se detuvo y todo se congeló. Me di cuenta que yo estaba de pie frente a la puerta de salida mirando hacia un espejo. Yo, sola en este mundo.
QUERIDO MONSTRUO
Querido Monstruo:
Ya no te tengo miedo. Mi papi dice que no existes y que no puedes llamar a tus amigos porque ellos tampoco existen. Cuando sea de noche voy a cerrar los ojos antes de apagar la luz del buró y voy a abrazar bien fuerte a mi osito Bonzo para que él tampoco tenga miedo. Si te oigo gruñir en el clóset pensaré que estoy dormida. No quiero gritar como siempre. No quiero que mi papi se despierte y me regañe.
Ya sé que me quieres comer, pero como no existes nunca podrás hacerlo; aunque yo me pase los días pensando que a lo mejor esta noche sí sales del clóset, morado y horrible como en mis pesadillas… Mañana, cuando juegue con Hugo, le voy a decir que te maté y que te dejé enterrado en el jardín y que nunca más vas a salir de ahí. Él se va a poner tan contento que me va a regalar su yoyo verde y me va a decir dónde escondió mis lagartijas (siempre ha dicho que tú te las comiste, pero eso no puede ser porque mi papi me dijo que no existes y mi papi nunca dice mentiras).
Voy a dejarte esta carta cerca del clóset para que la leas. Voy a pensar en cosas bonitas como en ir al mar, o que es navidad, o que me saqué un diez en aritmética.
¡Adiós, monstruo!, que bueno que no existas.
Carta. Firma:
LUCY
Mi pequeña Lucy:
¿Cómo que no existo? Tu papi no sabe lo que dice.
¿Acaso no me inventaste tú misma el día de tu cumpleaños número siete? ¿Acaso no platicabas conmigo todas las noches y te asustabas con los extraños ruidos de mis tripas?
Todas las noches te observé desde el clóset y tú lo sabías… Aunque nunca me viste conocías de memoria mis ojos, mi lengua y mis colmillos; pues todas, todas las noches me soñabas.
Por eso cuando leí tu carta sentí tanta desesperación. Por eso destrocé tus juguetes y me comí de un solo bocado a tu delicioso osito Bonzo.
Lo juro Lucy, tú ya estabas muerta.
Tenías los ojos abiertos y cuando toqué tu barriguita estaba más fría que mi mano. Seguramente te mató el miedo y yo no pude comerte pues no me gusta el sabor de los niños muertos. Lo único que hice fue regresar al clóset y llorar de tristeza hasta quedarme dormido… ¡Pobre Lucy! ¡Pobre Lucy y pobre monstruo solitario!
Ahora tendré que salir de aquí, alejarme de los adultos que cuidan tu pequeño ataúd y dejar esta carta donde puedas encontrarla… Necesito la risa de un niño y necesito el miedo de un niño para seguir vivo.
Por cierto Lucy, ¿dónde dices que vive tu amigo Hugo…?
cuento
: Ricardo BernalUN CREYENTE
Al caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
-Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
-Yo no -respondió el otro-. ¿Y usted?
-Yo sí -dijo el primero, y desapareció.
cuento
: George Loring FrostLa chica de la fotografía
Enviado por anahi5
Tommy era un alumno promedio y su pasión era la investigación,si descubría algo, el debía investigar su origen.Una tarde se encontraba en su colegio, estaba cerca de la ventana y su curiosa vista encontró algo que le llamó la atención en el jardín de su escuela al terminar las clases paso por el sitio y tomo una fotografía que descansaba en el césped, la observo y quedó asombrado con lo que veía.
en la foto observaba a una bella chica con un vestido rojo con puntos blancos y tacones ella miraba a la cámara pero su mano apuntaba el numero 3,intrigado le pregunta a los estudiantes del mismo colegio si la conocían los cuales no sabían de quien se trataba incluso a su madre y hermana. Decepcionado por no encontrarla se fue a dormir.
Intentaba dormir pero las sombras y los ruidos extraños no lo dejaban, había una sombra aparentemente era de una mujer y el enseguida pensó que se trataba de la chica, salió de su habitación con la foto en sus manos , siguió aquella sombra, ´pero justo cuando iba a cruzar la calle un auto salio de la nada y lo atropello .
Tommy falleció al instante , jamas soltó esa fotografía .el conductor , alarmado por lo que había ocurrido, salió del carro para ver si el joven estaba vivo pero, ademas de encontrarse un cuerpo sin vida , vio lo que tenia en sus manos . Era la foto , estaba la misma chica pero su mano ya no indicaba el numero 2, sino el numero 3.
FIN
La cruz del nuevo Cristo
Enviado por sherlock
Hace mucho tiempo en un colegio de monjas llamado “Dolores Delano” en el cual se encontraban alrededor de 10000 monjas, ya os haréis una idea del tamaño del suso dicho, aparentemente era de estilo gótico con muchos detalles era precioso y a la vez emanaba del colegio un aura misteriosa.
Un día al colegio llegó un nuevo monje pero este era un tanto particular siempre se le encontraba cometiendo alguno de los 7 pecados capitales exceptuando el suicidio.El resto de monjes y monjas se dieron cuenta de ello y al principio trataron de hacer que confesara sus pecados para así “limpiar” su alma pero no consiguieron nada solo se agravó el asunto y no les quedó más opción que maquinar un plan y hacer desaparecer un alma tan desgraciada y dicho plan consistió en pillarle por la espalda y llevarlo arrastras hasta el claustro el cual estaba cerrado para visitas y en una enorme mesa de piedra le ataron manos y pies para después clavarle “la daga santa” así consiguieron acabar con aquel desgraciado.Bueno… eso pensaron todos los allí presentes.Al de unos días después de todo lo ocurrido en el claustro sucedían cosas extrañas, las velas de los candelabros se encendían, las ventanas y las puertas se abrían y cerraban solas, sin motivo aparente.La cosa no acabó ahí, cada vez el terror iba en aumento, empezaron a aparecer animales muertos en los alrededores del colegio y la gente del pueblo empezó a faltar a las sesiones para rezarle a Dios. Después empezaron a desaparecer monjas para más tarde aparecer crucificadas y aparentemente torturadas y si no aparecían muertas ellas estaban atemorizadas prácticamente psicóticas. Las que aún seguían allí, sin haber huido de aquel espantoso lugar por el miedo a lo que les hubiese podido ocurrir, decidieron prohibir el paso al claustro y se quedaron en sus celdas para rezar aparte de usarlas para dormir.Ya que no salían de sus celdas salvo para ir a comer, el espíritu estaba encolerizado y no le quedó más remedio que tomar represalias y expandir su dominio de maldad.Empezó por la cocina, influenciando a la más joven y vulnerable hasta que perdió la cabeza psicológicamente y después literalmente.
La corrompió lo suficiente como para que se volviera su esclava. Usó ese control para continuar expandiendo su reinado de maldad. Hasta que consiguió reunir a las monjas dentro del claustro que prometieron que jamás volverían ha abrirlo y ahí todas se quitaron la vida a la vez, haciendo que todas se crucificaran con unos trozos de madera de dimensiones considerablemente grandes los cuales se encontraban apoyados contra la fachada del colegio y a la última la obligó a fracturarse todas sus extremidades y cercenarse sus párpados y así la desposeyó y estuvo días soportando la tortura de no poder moverse al final volviéndose ciega al no poder hidratar sus ojos correctamente pero aún tenía que seguir soportando los gritos de sufrimiento y los llantos de sus compañeras así hasta que afortunadamente murieron y ella también acabó muriendo pero por inanición y deshidratación.
Desde el 1 hasta el 10 de un total de 26 Cuentos de miedo