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Silencio

Enviado por gabl  

Silencio.
(No lo tomo como cuento mas bien una reflexión)

Mi mente es un caos, no logra ordenar ideas, ni coordinar pensamientos. Ando deambulando sin sentido, errante entre palabras inconclusas que no forman alguna oración o frase, que me permita escribir una línea que le diga a tus ojos la pena que consume mis días.
Estoy perdido en al abecedario como niño deletreando sus primeras sílabas.
La escritura como expresión de mi dolor angustioso no fluye como la tinta de la pluma del poeta. Queda en el aire la inspiración que motiva a plasmar sobre el papel la prosa alegre o llena de nostalgia.
Pero mi mano temblorosa no obedece a los impulsos que le ordena mi yo interior a trazar rasgos que expresen lo que mi voz calla. Hay silencio en mis manos, en mi mente nublada.
Pensativo elevo mi vista al firmamento, al azul infinito manchado de escasas y pálidas nubes que semejan ovejas en pastoreo.
El cielo es cómplice de la incapacidad mental que atormenta la razón e impide que la palabra escrita se manifieste oralmente o que sea el eco del sonido que el corazón emite sin ser escuchado.
¡Cuánto silencio hay en mí alrededor!
gbl
07/04/2017
Derechos Reservados de Autor.

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Helen

Enviado por gabl  

I.-Recuerdos.
Estoy sumido en los recuerdos de aquellos días que vivimos intensamente al calor de nuestros cuerpos, abrigados por el amor que nos mantenía unidos como un solo ser.
Solamente las sábanas húmedas eran testigos mudos de nuestra fusión. Susurro tenue, frases incoherentes, dos corazones latiendo a un solo ritmo.
Nuestra hora, nuestro momento, nuestra entrega, nuestro final.
Llega el alba y con ella la realidad, el tedio, la melancolía, la sensación del abandono físico y espiritual.
Lo tangible, lo etéreo, lo utópico.
El agua fresca de la mañana se lleva de mi cuerpo la huella de tu piel, tu aroma, tus fluidos corporales se mezclan buscando escapar a través del desagüe, formando figuras caprichosas que giran arremolinadas en torno a la boca que se las traga al unísono llevándolas en un viaje sin retorno al torrente de las aguas servidas que se perderán en el mar lejano a mi lar.
II.-Dos meses antes.
Caminaba buscando un lugar para paliar el frío de esa tarde.
Entro a un bar. Solicito un trago sin hielo, decido por un escocés 8 años. Cato la bebida con la punta de la lengua, queriendo que el sabor casi seco amargo llegue a mis papilas gustativas y me incite a sorber más del contenido de aquella copa translucida que deja ver el color dorado pálido del licor.
-A medida que entraba en calor, notó una frágil figura femenina aparecer en el umbral de la puerta, a contraluz el cabello le brillaba tomando la tonalidad del trigo seco. Sus pupilas dilatadas encendieron la curiosidad y al encontrarse con su mirada el corazón aceleraba llevándolo a sentir taquicardia emotiva. Ella se ubicó a unos cuantos pasos de él, por lo que Alberto eludió su mirada escudriñadora y sólo se atrevió a verla de reojo.

1
Después de unos tragos, se atrevió a acercarse a la joven iniciando un breve diálogo. Seguro de la aceptación de su compañía, dominó la relación surgida y obligada por el ambiente reinante en el pequeño recinto. Reían e intercambiaban anécdotas de hechos pasados. Más tarde la pareja salió del local, sonreían, tomados de las manos e iniciaron una pausada caminata. Recuerda Alberto, que cada paso en su andar los incitaban a un corto intercambio de mono sílabos.
Sin llegar a concretar una conversación coherente se miraban a los ojos. Él la acariciaba sin tocarla. Bastaba hacer un recorrido imaginario e intangible por su cuerpo. Su voz lo regresó al presente.
-¿Oye, que te pasa?
-¿Donde están tus pensamientos?
-Regresa al presente!
-En mi cara se dibujó un tímido gesto de sorpresa, a la vez que balbuceé una frase casi inaudible a sus oídos.
¿Que dices?
¡-Nada!
¡Es que pensaba llevarte a mi apartamento!
-Es decir pedirte que me acompañaras a mi pequeño establo.
-Así lo denomino, porque soy un animal más en esta selva de concreto.
-Vamos, estamos cerca, es en Audubon, por la calle 185.
Ya en el calor de mi pequeño apartamento, bebíamos café, procedente de mi amada Venezuela. En el ambiente reinaba el silencio entre nosotros. Roto por la suave melodía que provenía de mi viejo aparato de CD. Una vieja canción “que porque te quiero, son mil cosas a la vez, es estar contigo es buscar tu abrigo, es un no sé qué”…(1)

2
Transcurrieron las horas, dos, tres… sentía su atracción. La abracé de repente, se sorprendió. Allí sellamos nuestra empatía con un beso repentino y deseado.
Lo cual nos sumió en un intercambio de caricias que recorrieron nuestros cuerpos desnudos iniciándose así la entrega deseada. La consumación del deseo mutuo, la fusión de nuestros cuerpos y nuestras almas. El orgasmo se hizo presente, recorriendo cada fibra de su temblorosa humanidad, dos cuerpos en reposo que se sumieron en un profundo sueño. Llegó el amanecer cargado de silencio cómplice del frío que se colaba en la cálida habitación.
El letargo fue interrumpido por un débil rayo solar que iluminó nuestros torsos y suavemente acaloraba el tálamo delator de una noche vivida de pasiones conceptuadas y ¿por qué no? alocadas.

III.-De vuelta al presente.

-De pronto el agua se torna un poco fría, devolviéndolo a la realidad.
Se apresuró en concluir el baño. Desayuna rápidamente buscando ganar tiempo para salir.
En su mente solo está la presencia, la figura, la risa de Helen que hace eco en su cerebro.
Sus encuentros se volvieron más frecuentes, era la necesidad del intercambio de una caricia, de una fusión.
Comenzó un amor apasionado, tierno, sin fronteras.
Alberto y Helen compenetraron más sus corazones, el razonamiento se perdía con las horas vividas, con la intensidad de la fuerza que les daba el tiempo para fundirse en un solo ser.
3

IV.-Un mes después.

Han pasado treinta días y la angustia se hace patética al no saber nada de ti, paso horas en el lugar que solíamos encontrarnos, te he buscado infructuosamente.
Mi mente semeja un huracán de pensamientos confusos.
-“Donde estás?
Te busco y no te encuentro.
Sólo dame una señal,
Y llegaré a ti.”
-Con estas líneas, desliza una nota debajo de la puerta del hogar de Helen. Alberto espera obtener una respuesta, una llamada. Después de un largo deambular por Canal Street y Battery Park, tomó el ferry hacia la Estatua de La Libertad. Permaneció por horas en la isla, lugar que la pareja frecuentaba y solían tomar alguna bebida caliente a orillas de las gélidas aguas del Hudson.
-Era mediado de Noviembre y oscurecía a partir de las cuatro y treinta de la tarde, la temperatura ambiente estaba a -5° C, cuando decidió regresar a Manhattan.
-El rostro de Alberto dejaba entrever tristeza, ausentismo y pesadez emocional en sus actos. La barba de días sin rasurar le estaba poblando poco a poco su tez, su piel marcaba los estragos de la brisa fría que se colaba por el resto de su cuerpo, aunado al escaso abrigo que lo cubría.

4

V.-La Despedida.

Amanece otro día, el despertar cargado de incertidumbre le impide pensar lucidamente. El tono del timbre de la puerta lo saca de su modorra. Encuentra una hoja de papel de color azul, cuidadosamente doblada en dos partes.
Al leer su nombre, el corazón le palpita aceleradamente al reconocer la letra.
“Mi querido Alberto, cuando estés leyendo estas líneas yo habré emprendido el viaje de los que no regresan físicamente pero permanecen espiritualmente en los corazones de las personas que nos amaron, que nos llenaron de alegría y nos hicieron aceptar la inminente partida. Le pedí a mi amiga, que solamente una semana después de haber fallecido, hiciera llegar a tus manos esta misiva.
Cuando nos conocimos me quedaba poco tiempo de vida. Y el destino decidió alargarlo para que compartiera esos días contigo.
Compartirlos y disfrutar de la felicidad y los gratos momentos que me brindaste.
Quiero que me recuerdes sin tristeza en tu corazón, quiero que recuerdes mi presencia en tu vida como algo fugaz y que asumas que algún día nos encontraremos en el lugar que tenemos destinados los mortales cuando dejamos nuestros cuerpos. Y el espíritu se eleva en busca de la paz y la eternidad.
Gracias por esas lágrimas que se escapan de tus ojos y humedecen el papel en tus manos. Para mí es una prueba inmensa de tu amor, sonríe que así me haces feliz.
Te amaré por siempre.
Helen”.

5
VI.-El presente.

Alberto, recuerda cuando llegó a Nueva York.
A raíz de la muerte de su padre, debió viajar en compañía de su madre desde Caracas para asistir a las exequias de su progenitor. Su papá, había nacido cuarenta y tres años atrás en la isla del encanto, Puerto Rico, y desde hace veinte se radicó en Brooklyn. Sobrevivió realizando múltiples oficios y últimamente conducía un taxi que durante más de una década le brindó el sustento diario y periódicamente le mandaba algunos dólares a su hijo.
El destino le trajo a la memoria ese momento pleno de dolor; temía seguir ahondando en los días de tristeza, en la falta de su padre. Y la partida inesperada de su madre, dos años más tarde.
¡Y ahora Helen!

Alberto quedó en shock. Su mente se nubló. Se dejó caer pesadamente en su cama, mientras que las lágrimas brotaban de sus ojos, le nublaron la visión, mojaron sus mejillas hasta llegar a sus labios e inconscientemente probar el sabor salado del líquido que cada vez se hacía más copioso.
Temblorosamente se frotó los ojos. Tragó grueso, su garganta se resecaba.
De sus labios se escapó un no tan sonoro que retumbó en las paredes del pequeño apartamento que pudo haber causado algún daño auditivo de alguna persona cercana a él. Ya en horas de la tarde, muy compungido se asomó por la ventana oteando el azulado y grisáceo cielo.
Tal vez buscaba una explicación o consolación para su alma, para su mente que se había convertido en un torbellino de pensamientos inexplicables e incomprendidos para ese momento. Algo que lo regresara al presente, a la realidad, y así enfrentar el triste y doloroso trance.

6

A lo lejos, el silencio de la tarde fue roto por el eco de una melodía. Tenue pero audible prestó atención a la letra de la canción, no reconoció el intérprete.
Pero se atrevió a tararear parte de la estrofa;

… “Te extraño más que nunca y no sé qué hacer, despierto y te recuerdo al amanecer, espera otro día por vivir sin ti…” (2)

Otro día, otro despertar, otro amanecer sin Helen.
-Que pasará mañana, que hoy estoy sin ti.

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Dama de Negro

Enviado por gabl  

Relato.

"Dama de Negro"

Él no lloraba, solo ahogaba sus lágrimas enjugadas de dolor. Ese mismo dolor que le oprimía el pecho y no lo dejaba respirar. No dormía y sus ojos enrojecidos asomaban el sufrimiento que vivía.
Hubo un tiempo que escribía versos arrancados de la misma vida, heredados del diario transitar de los amoríos fugaces sin pasión y amor real.
Hoy está desolado como el desierto de arenas amarillas, sumido en recuerdos que amargan su existencia. La confusión mental no lo deja ordenar su pensamiento.
Despertó perdido en el tiempo. Bebió agua fresca a la vez que lavó su cara y mojó el cabello encanecido por el cambio causado por el amor perdido. Su único amor que se fue una mañana y se perdió en las horas de espera.
Trascurrieron varios años y una tarde que presagiaba lluvia, caminaba sin prisa cuesta arriba, por su frente como cascada en verano se deslizaban gotas de sudor que bañaban sus ojos obligándolo a cerrarlos y pasar su dedo índice por los párpados para secar el líquido que se acumulaba.
Lo trajo a la realidad una voz femenina que pronunció su nombre; ¡Armando!, ¿eres tú?
Giró su rostro buscando a la mujer. Ante él se plantó una dama vestida de negro adornaba su cuello un collar de finas perlas blancas. De sus labios destacaba el rojo intenso que resaltaba el rostro maquillado.
Él reconoció a esa mujer, y solo dijo, ¡no soy Armando!
“No puede ser, eres igual al Armando que creí reconocer”
-Lo siento Señora, tal vez me confundió.
-Y discúlpeme, debo llegar a mi casa.
“Déjame ayudarte con esas bolsas”
-No se preocupe, falta poco por andar.
¿Seguro que no eres Armando?
-No señora, está equivocada.
Retomó sus pasos al compás que le marcaba su corazón acelerado. Disimuladamente volvió la vista atrás y vio a la mujer, recostada en el auto, no lo perdía de vista.
Se alejó de ella. Y sus recuerdos retomaron su mente confundida. Pero esta vez rechazó envolverse en el amor que se fue una mañana perdiéndose en las horas de espera.

gbl
8/9/2016
Derechos Reservados de Autor

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Contigo y sin ti.

Enviado por gabl  

Contigo y sin ti.
Un año más sin verte, así como la estrofa de la canción que tanto escuchamos juntos. El tiempo se llevó de mí tu rostro, tu sonrisa y borró de mis labios el sabor de tus besos.
La fragancia de tu cuerpo se evaporó en el ambiente sin vida, sin colores, sin matices alegres que destacaban tu presencia.
Hoy me reclamo el por qué te dejé partir, sin una palabra de despedida, sin un adiós, sin pronunciar un te quiero, o escucharte decir: ¡espérame, pronto volveré!
Pero no fue mi voluntad. Fuiste tú quien decidió emprender otros rumbos, cruzar otra frontera, amanecer en otra ciudad y desprenderte de lo deseado, de lo querido.
Quizás te alegre saber que la tempestad cesó, aunque aún esté empapado por la lluvia que se desató en mi corazón y que brotó por los ojos que dejaron de verte.
Puedo presentir que estás a punto de llorar leyendo estas líneas que por designio divino llegaron a tus manos.
¿Sabes por qué?
¡Fue el azar!
El destino que las llevó a ti.
Solo le pido a la vida que te colme de felicidad, que tu soledad no sea tan dura, que sea apacible y pasajera, que puedas acostumbrarte a vivir sin mí, sin recuerdos, sin añorar lo que quedó atrás…
Es hora de saborear el acostumbrado café de las cinco de la tarde, y como siempre servir dos tazas deseando que puedas llegar y acompañarme a degustar la deliciosa infusión.
Es el desvarío onírico que deambula en torno a esta locura transitoria que mitigan mis horas de descanso, haciendo que alucine y despierte desubicado del entorno real.
Pero dime; ¿cuánto cuesta adaptarse al castigo o pena impuesta o el transitar perdido y encontrarse ausente de la cotidianidad? ¿O sumirse en el silencio y escuchar voces que solo existen en la mente?
La página final del libro de mi vida está escrita, como epílogo de la historia que comenzó el día que se cruzaron nuestros signos. Pero aun así no creo que el Universo haya conspirado en contra de nosotros, tal vez esta realidad se hizo latente a medida que fraguabas separadamente el final de tu propia historia y el inicio de la mía como designio de fatalidad.
gbl
29/03/2017
Derechos Reservados de Autor

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EL RELATO ES VERÍDICO REAL NARRADO...

Enviado por gabl  

El relato es verídico, real. Narrado, por mi amiga de años, de la
infancia. Separados por la distancia. Nos veíamos ocasionalmente cada
tres o cinco años que ella venía a la capital. Aunque yo en algunas
ocasiones visité su ciudad de residencia, pero no sabía dónde
buscarla. Había perdido toda pista. Después de casi una década y
gracias a la tecnología nos contactamos a través de las redes
sociales. Y así planificamos reencontrarnos en su terruño.

Acordamos almorzar el mismo día que arribé a su ciudad. Apenas me dio
tiempo de tomar un baño, vestirme ligeramente y salir a su encuentro.
No fue difícil reconocernos. Como cambió su aspecto físico!, de una
esbeltez de modelo pasó a ser casi obesa, lo cual contrastaba con su
baja estatura, mas no su belleza, sus rasgos europeos heredados de su
padre, un inmigrante italiano que se quedó en Venezuela, destacaban en
su rostro cuidadosamente maquillado. Con toques rosado pálido
resaltando el contorno de sus ojos. Se atrevió a preguntarme como
estaba mi salud, que pese a mi edad, me veía atractivo… -”no te
sonrojes, que no te voy a seducir, es decir, somos como hermanos”
-dijo ella. Abrazándome nuevamente besó mis mejillas dejando estampado
el rojo carmesí de la pintura que cubría sus finos labios.
Envolviendo mi faz en una rica y suave fragancia que emanaba de su
cuerpo, que recordaba maderas aromáticas y dejaba un grato aroma
silvestre.

Transcurrió el almuerzo. Salimos a pasear. A enseñarme las
construcciones nuevas, centros comerciales, urbanizaciones, hoteles,
sitios de diversión, etc.

Dos días después, en vista que debía regresar a mi casa situada a
750 kilómetros de esta hermosa ciudad, habíamos decidido encontrarnos
en el puerto. Nos sentamos a orillas del mar, en plena arena. Se quitó
los lentes oscuros y sus ojos verdes grisáceos se dilataron al recibir
la luz solar, al tiempo que brotaban algunas lágrimas. Al pronunciar
mi nombre, sentí un dejo de tristeza en sus palabras. -“Tengo que
contarte de mí desordenada vida, sólo busco que alguien me entienda,
que no me juzgue ni condene mis actos. Es la parte oscura que cada ser
ocultamos y castiga pesadamente la conciencia, atormenta nuestros
corazones y nuestros sentimientos”.


Tornó su mirada al mar y pausadamente inició su relato al tiempo que
las olas en su vaivén rompían en la orilla dibujando caprichosas
figuras que desaparecían al sumirse en la húmeda arena.


-Hoy cuando estoy arribando a 62 años de edad de intensa vida plena
de placeres de la carne, desde mis 14 años, nada me asombra en esta
era del siglo XXI. Quien se queje de no tener pareja, de no saber
disfrutar del sexo, de no tener sexo a plenitud, no ha vivido para
vivir gozando del amor que en el diario transitar de nuestras días nos
podemos brindar los seres humanos.



-Que te pueden dañar las críticas de aquellos que están pendientes de
los actos del vecino, o tus mejores amigos que a tu espalda te llaman
perra, bicha y todos los epítetos que se le vengan a su pervertida
mente.

-Sí, pervertidos- dijo enfáticamente- porque se imaginan y comentan
situaciones que yo no haya realizado o cometido. Mi pecado es ser
apasionada, ver el sexo desde otro ángulo. Compartirlo con mi pareja.
Saciarme… Complacerme, complacer. Y por sobre todo dar amor, caricias,
posiciones atrevidas y sólo practicadas en la intimidad de mí ser
ocultas a los ojos y curiosidad de mi círculo social.

-Confieso que soy infiel, siendo fiel a mis deseos, a mis
necesidades, a mi cuerpo. Tenía sexo a mi antojo, en cualquier lugar,
en un apartado rincón, en el carro. Así vivía mi pasión. Envolvía y
apasionaba a mis compañeros de turno. Y así los corría de mi entorno.
Nunca le fui fiel a ninguno. Y gracias a mi posición económica y
social me temían. Mi ritmo libidinoso no lo soportaban por más fuertes
que aparentaban ser. Por dos o tres meses duraban mis parejas. De
relaciones consecuentes se convertían en esporádicas. No me gustaba
que me acosaran, que me celaran, ni muchos menos que se sintieran
dueños de mí. Tampoco aceptaba imposiciones humillantes y machistas.

- Me casé tres veces. Mi primer matrimonio duró un año. El segundo
siete meses y el tercero, ya por nuestra edad, llevamos diez años. Y
por el poco interés que tiene mi compañero por las relaciones
sexuales.

-A mi esposo le disuelvo una pastilla azul y así lo animo… Yo sigo
buscando. Tengo mis amantes secretos y mis fantasías.


-Mis esclavos sexuales!.

-Vivo mi vida y vivo el amor ocasional!



-Y quiero vivir, hasta que mi cuerpo me dé la señal. Y yo comprenda
que la vida no me dará más oportunidades, que llegó la hora final.

-Lamento no haber tenido hijos, así pasaría las tardes con mis
nietos. Tal vez contándoles las travesuras de sus padres, asumiendo mi
nuevo estado.

-Ser Abuela, para consentir y evocar en mis años dorados, la demencia y
el apetito sexual que mis años de juventud y madurez me brindaron a
plenitud.

-Y asumir con dignidad que estoy transitando por la etapa o la era que
me marcó y dejó huellas del diario batallar, que ahora la tercera
edad me obliga al retiro carnal y del pecado”.




Nos despedimos abrazándonos muy suavemente mientras sus lágrimas
mojaban mi hombro derecho. Sin palabras, nos miramos a los ojos, y
sellamos nuestra separación con un beso que la obligó a abrazarme más
fuerte. Deslicé mi mano a lo largo de su brazo, como una suave caricia
que finalizó en la punta de sus dedos. Se dio vuelta y la vi
desaparecer entre los transeúntes que a esa hora caminaban
pausadamente entre los pasillos del Centro Comercial frente a los
locales de los negocios allí establecidos.

En mis manos quedó su aroma, su esencia y en mi mente su estampa que
jugaba con el eco de su voz.


Germán A Barrios Leal
Enero 2012

Este relato es verídico, muy crudo, contado con rabia reprimida
y el arrepentimiento que le carcomía su alma, sus sentimientos. Le
pude convencer que no todo era maldad y pecado. Vivió su juventud y le dio a su cuerpo lo que le pidió. Hoy ha pasado más de un año, su arrepentimiento ha ido quedando en el pasado pero sé que nunca podrá olvidar sus actos...
El Autor.







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Llanto

Enviado por gabl  

Llanto.
¿Me preguntas por qué lloro?
Te heriría si mintiera.
Si tratara de evadir respuesta alguna.
¡Déjame pensar!
Decirte que lloro de alegría, que lloro por ti.
¡No!, ya estoy mintiendo…
¿La verdad?
¡Está bien!
Lloro por la vida, por ella que me ha castigado severamente. Porque me juzgó sin comprenderme.
Sin valorar las buenas acciones, sin tomar en cuenta que cuando callaba lo hacía para no herir tus sentimientos. Que prefería verte sonreír, ver la blancura de tus dientes resaltar en contraste con tus labios carmesí, que ver tus ojos entristecer.
Que causarte dolor cuando mis mentiras, por más piadosas, no las entendieras y, que al descubrirlas siempre serían mentiras.
¡Por eso lloro!
Por amante en silencio, por tratar de que fueses feliz a costa de mi sufrimiento. Por entregarte a caricias ajenas. Por eso y por mi cobardía. Por mis temores. Por la falta de valor para tomar lo que en verdad era mío.
Sé que ocultas amargura, desilusiones, es mi culpa. Lo dicen tus ojos almendrados, lo expresas en el dejo de tu palabra.
¡Ven siéntate frente a mí!
Escucha lo que mi corazón tiene que decirte.
…ahora, que ya sabes el por qué lloro, júzgame tú también. Impón el castigo que merezcan mis acciones.
¿Cómo mitigar tu dolor?
¡Si son penas por amor!
Son heridas que no sangran, pero son heridas profundas que llevas dentro de ti.
¡Por eso también lloro!
gbl
10/04/2017
Derechos Reservados de Autor

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Como ayer

Enviado por gabl  

Como Ayer.

Ven hacia mí, abrázame y une tu cuerpo al mío como lo hacías ayer. Cólmame de caricias y sutiles besos que me trasladen al pasado, que aún vive aferrado en mi pecho.
¡Ya no puedo más!
Calma mi ansiedad, mi necesidad de ser amada, de sentirte dentro de mí.
Mi vida es una locura sin tu presencia, sin tu cálido aliento sobre mi rostro, sin el susurro de palabras al oído dichas en la intimidad y la comunión de nuestros cuerpos en la plenitud del éxtasis.
Fuiste tú y siempre serás, quien llene mis días grises y reviva la llama del amor que la brisa nocturna pretende apagar cuando no estás.
No me dejes en esta triste soledad, en noches frías que eriza mi piel desnuda.
Ven y cobija mi débil figura, dame tu calor y embriágame de amor hasta caer rendida sin fuerzas ante tu alocada pasión. Tráeme al presente envuelta en tu mágica forma de amar y hacerme sentir mujer.

gbl
20/04/2017
Derechos Reservados de Autor.

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Concentración

Enviado por Albertosacris  

Después de ganar varios concursos de arquería, el joven y jactancioso campeón retó a un maestro Zen que era reconocido por su destreza como arquero. El joven demostró una notable técnica cuando dio en el centro de la diana en el primer intento, y luego partió esa flecha con el segundo tiro...

- "Ahí está", le dijo al viejo, "¡a ver si puedes igualar eso!".

Inmutable, el maestro no desenfundó su arco, pero invitó al joven arquero a que lo siguiera hacia la montaña. Curioso sobre las intenciones del viejo, el campeón lo siguió hacia lo alto de la montaña hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un frágil y tembloroso tronco. Parado con calma en el medio del inestable y ciertamente peligroso puente, el viejo eligió como blanco un lejano árbol, desenfundó su arco, y disparó un tiro limpio y directo.

- "Ahora es tu turno", dijo mientras se paraba graciosamente en tierra firme.

Contemplando con terror el abismo aparentemente sin fondo, el joven no pudo obligarse a subir al tronco, y menos a hacer el tiro.

- "Tienes mucha habilidad con el arco", dijo el maestro, "pero tienes poca habilidad con la mente, que te hace errar el tiro".

(Cuento tradicional oriental)

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