De la Vida Real
13 Junio 2017, 04:12
!Tal vez él pensaba como yo!.
Era mucho pesar que agobiaba los corazones y almas de todas esas personas que la vida y las circunstancias les arrebató un ser querido. Jóvenes en su mayoría, estudiantes, profesionales recién graduados y varias féminas que dejaron su vida en el pavimento cuando se atravesaron en la trayectoria de la bala disparada al grupo desde el punto de concentración de los soldados y policías que cumplían órdenes del superior al mando del pelotón de uniformados, cuando disparaban sin esperar orden. Lo hacían a los que creían su enemigo con el propósito de disuadirlos con el fin de que se detengan, que la marcha se disperse. Pero la realidad es otra, se dispara en línea recta, perdigones, bombas lacrimógenas y balas. Lo hacen con saña, con ira, con el odio que nos sembraron en contra de los que no estaban a favor del régimen de facto, previa elección del blanco.
Cayeron muchos, era una emboscada. Me remordía la conciencia, hasta que grité a los uniformados: ¡alto el fuego!
Acto seguido ordené replegarse.
En pocos minutos, mi superior me ordenó entregar el mando a un Sargento segundo y fui conminado a dirigirme al comando. Fui arrestado con el cargo de conspiración y traición a la patria.
Pasaron casi siete horas cuando me sacaron de la celda y escoltado por dos civiles de la policía política fui llevado ante el Coronel Macías Camargo, un tachirense que apenas había llegado a la capital 15 días antes que las marchas opositoras se recrudecieran y tomaran otro cariz. Allí estaba mi Comandante, cómodamente sentado en un sofá libando una bebida con hielo y abundante licor.
Ambos oficiales cruzaron sus miradas y fue el Coronel quien me increpó, ¿usted sabe en el peo en que está metido?
Demostró ser una mamita, ser un cobarde. ¿O es un escuálido infiltrado en esta vaina?
¿O su familia está conspirando?
No contesté, permanecí de pie, en posición firme con la vista fija al frente.
El Coronel Macías Camargo, de contextura fuerte, pesada, a simple vista me parecía que media como 1:70 a 1:75 de estatura, se levantó de su asiento y mirando a mi Comandante le dijo “bueno vea que hace con su alzao”.
Acto seguido salió de la oficina.
Mi Comandante me señaló una silla, entendí su invitación a sentarme. Me ofreció un vaso, “sírvase Capitán”, no niego que me sentí aliviado y pensé; ahora vendrá el chaparrón y el castigo.
-Mire Capitán, voy a ser sincero con usted.
-Quiero que solicite la baja alegando motivos de salud debido a los gases, y a las pocas horas de descanso, no le voy a levantar expediente alguno. Yo sé quién es usted, sé lo dedicado que es con la institución castrense. Y por ser un oficial ejemplar nos olvidaremos de lo que pasó hoy.
-Tiene dos días para presentar la baja, la tramitaremos ante la superioridad a la brevedad posible. Y le aconsejo que se aleje de esas amistades que no le conviene, váyase para el llano, ayude a su papá y a sus hermanos con las labores de la finca.
- ¡Puede retirarse Capitán!
Salí cabizbajo, reprimiendo en mi pecho una especie de rabia, de rencor. En mi mente los pensamientos bullían, Iban y venían las imágenes de las concentraciones, de las protestas en las que me tocó reprimir. Ver los heridos, la violación de los derechos humanos de los ciudadanos, las atrocidades que cometían los subalternos.
Me preguntaba; ¿hasta cuándo duraría esta barbaridad?, que pensará mi familia de mí, a sabiendas que tenía que cumplir la órdenes de mis superiores. Y finalmente llegó el día que no aguanté más.
Acuartelado espero que me den de baja, los compañeros me miran de reojo, la tropa busca no toparse conmigo en los pasillos, en las áreas comunes. Soy un no deseado, sé que me vigilan, me llaman al celular, envían mensajes, no contesto. Y opto por no usar el teléfono.
Sexto día, un Sargento me entrega una citación para que acuda a las trece horas al Comando Regional. Me quedan cuatro horas para arreglar las pocas pertenencias personales de las que dispongo.
Ya en el Comando, solo esperé media hora para ser llamado por un Coronel, quién gentilmente me estrechó la mano y en pocas palabras me extendió un sobre y me dijo; “Capitán le deseo mucha suerte en su nueva condición civil”
-Aproximadamente en un mes le depositan lo que el Ministerio de la Defensa le adeuda por los sus años de servicio.
Me acompañó hasta el estacionamiento y me preguntó; ¿y ahora a que se dedicará? “usted es Ingeniero de sistemas, es una profesión muy bien remunerada”. Coronel voy a tomarme unos días para pensar y descansar.
Ya en la autopista diviso una camioneta negra y otra blanca que me siguen a corta distancia, reduzco la velocidad y en la primera salida tomo la rampa, Las camionetas siguen detrás. Maniobro y estaciono en un Centro Comercial. Salgo de mi vehículo y me confundo entre los transeúntes y gano la calle tomo un taxi y le ordeno al conductor que me lleve al otro extremo de la ciudad.
No diviso vehículos sospechosos, le digo al conductor que me deje en la esquina. Bajo del taxi, atravieso la calle camino una cuadra y esta vez solicito los servicios de un moto taxista.
Finalmente llegó a la Residencia donde me alojaré por unos meses.
Recostado en el sofá, veo imágenes por televisión por cable, varios canales de noticias internacionales informan acerca de la protesta y la represión de por parte de la Policía y La Guardia Nacional.
Siento vergüenza. Me remuerde la conciencia de haber comandado acciones, si se quiere, bélicas en contra de jóvenes estudiantes y adultos mayores indefensos, con las únicas armas un escudo, letreros en contra del gobierno y la bandera de Venezuela.
La cantidad de heridos, de asfixiados por los gases y muertos me estremecen el alma. Y cito: “él piensa como yo”
Gbl
12/06/2017
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