Vuestros cuentos 

PINOCHO

Enviado por dach2901  

Estaba el anciano Gepeto en su pequeño y desgastado taller de juguetes entretenido tallando una nueva marioneta, con una pieza de madera de pino que un amigo le había regalado.

El juguete quedó precioso: un niño de madera con una nariz algo afilada que lo hacía distinto a todos los muñecos que Gepeto había hecho.

El anciano suspiró mientras observaba, con ternura, la marioneta – ¡Cómo me gustaría tener un hijo al que poder dar todo mi cariño! –

Lo que él no sabía era que el Hada Azul escuchaba atentamente sus peticiones, pues ya llevaba tiempo queriendo ayudar a aquel bondadoso anciano.

Gepeto terminó de pintar y dar los últimos retoques a la marioneta y se fue directo a la cama.

En ese momento, el Hada Azul abrió su mano y, con un suave golpe de su barita mágica, hizo que Pinocho pudiera moverse y hablar – Pinocho, seguirás siendo de madera hasta que me demuestres tu bondad y honradez.

Pepito Grillo, que había escuchado atentamente todo lo que el Hada decía a Pinocho, se convirtió en la voz de su conciencia y, así, prometió al Hada que ayudaría al pequeño muñeco de madera a convertirse en un niño honrado y bueno.

A la mañana siguiente, Gepeto se despertó y se encontró a su precioso muñeco bailando y dando saltos de alegría por toda la habitación.
El anciano, lleno de alegría, abrazó al pequeño y le prometió que lo cuidaría y le daría una buena educación.

Sacó una jarra llena de monedas que tenía ahorradas y se fue a comprar los libros y materiales para su querido hijo.

Una vez hubo comprado todo lo necesario, mandó a Pinocho a la escuela – Es importante que seas un niño estudioso y por eso irás a la escuela como los demás niños. Pórtate bien y vuelve directo a casa al acabar las clases
Pinocho cogió el libro que su padre había comprado y se fue directo a la escuela.

Pero, por el camino, conoció a un niño muy divertido, que se llamaba Polilla. Éste lo convenció para que no fueran al colegio.

– Vente conmigo. Hay una función de marionetas justo a la vuelta de la esquina –

Pepito Grillo intentó convencer al muñeco para que no fuera, pero Pinocho sólo tenía oído para su nuevo amigo.

Cuando llegaron al teatro, el director de la función quiso que Pinocho actuase – Vamos, sal al escenario. Seguro que a todos les encanta ver una marioneta que se mueve y canta como tú lo haces –

Pinocho fue directo al escenario y comenzó a cantar y a bailar – ¡Qué divertido es esto! – pensó el muñeco.

Poco a poco, el muñeco comenzó a sentir el cansancio y tuvo la necesidad de volver a casa junto a su padre Guepeto, pero el malvado director del teatro lo encerró en un cuartucho para que no pudiera regresar – No dejaré que esta marioneta se escape. Me servirá para hacer de este teatro el más famoso de la ciudad -.

Pepito Grillo había permanecido escondido, a sabiendas de que nada bueno iba a pasar juntándose con ese señor.

Aprovechando un descuido del director, Pepito Grillo robo la llave del cuarto y consiguió sacar a Pinocho del lío en el que se había metido por desobedecer a su padre.

– Pinocho, si sigues portándote así de mal, nunca conseguirás convertirte en un niño de carne y hueso. –

Cuando llegaron a casa, Gepeto preguntó a su hijo por el libro que le había comprado.

Pinocho se dio cuenta de que se lo había dejado en el teatro, pero no quiso decir la verdad, así que se inventó una historia – Pues veras, papá, unos chicos me lo robaron y, al intentar recuperarlo, me perdí y no pude ir al colegio –
Con cada mentira que Pinocho decía, su nariz crecía y crecía y parecía que nunca iba a parar.

Pepito Grillo comenzó a reírse – Pero Pinocho, ¿quieres dejar de inventar historias…? –

Pinocho alzó la mirada y vio la cara de tristeza de Gepeto. En ese momento se arrepintió y contó toda la verdad a su padre, recuperando así el tamaño de su preciosa y divertida nariz.

– Te prometo, Papá, que no voy a volver a mentirte nunca más y voy a ser un buen estudiante –

Y así lo hizo. Durante mucho tiempo, Pinocho cumplió su promesa, haciendo tremendamente feliz a su padre.

Sin embargo, una tarde, cuando regresaba a casa de hacer unos recados, se encontró con su amigo Polilla.

– ¿Qué haces ahí, Polilla? –

– Estoy esperando al carro que lleva a la Isla de los Juegos. Deberías venir conmigo. Allí, los niños no tienen que obedecer a nadie, pueden jugar todo el tiempo que quieran y comen tantas golosinas como desean –

Pinocho no se lo pensó mucho y, al ver a su amigo subido en el enorme carro repleto de niños, se subió.

Cuando el carro arrancó, Pinocho se fijó en los dos burros que tiraban de él. -¡Qué cara de tristeza tienen! – pensó Pinocho.

Pepito Grillo saltó al carro, pues sabía que un lugar como la Isla de los Juegos, no podía ser muy real. – Estoy seguro de que algo raro esconde ese lugar. ¡Este chico siempre metiéndose en líos! –

Aunque el grillo intentó convencer a Pinocho para que bajase del carro, el muñeco no quiso hacerle caso.
Cuando llegaron a la isla, todos los niños gritaban y jugaban. Era un lugar increíble, lleno de atracciones que jamás dejaban de funcionar.

Pasaron los días y Pepito Grillo se dio cuenta de que los niños que estaban allí se iban convirtiendo en burros. Todo aquello era una trampa del malvado conductor del carro. El plan era convertir a todos aquellos niños en burros y después venderlos para ganar mucho dinero.

Pepito Grillo corrió para advertir a Pinocho, pero cuando llegó, el muñeco lloraba desconsolado pues le habían aparecido unas enormes orejas de burro. Además, su amigo Polilla se había transformado por completo en un burro.

– No llores más, Pinocho, tenemos que salir de aquí lo antes posible – Dijo el grillo.

Los dos salieron corriendo de aquel lugar y no pararon hasta llegar a su hogar.

Pinocho abrió la puerta rápidamente gritando – Papá, papá, ya estoy aquí, perdona por haberme marchado…-

Pero nadie contestó. La casa estaba vacía. Entonces, una paloma apareció llevando en su pico una carta. En ella, Gepeto explicaba que había ido en busca de su querido hijo con una pequeña barca que lo llevaría a la Isla de los Juguetes. Pero, por el camino, una ballena lo había tragado y se encontraba atrapado dentro del enorme cetáceo.

– ¡Qué he hecho! Por mi culpa mi padre está en peligro – dijo Pinocho mientras se levantaba con aire decidido – ¡No permitiré que nada malo le suceda! Me voy en su busca, ¡Lo traeré de vuelta! –

Pepito Grillo se metió en el bolsillo de su amigo y, juntos, partieron en una vieja barca en busca de Gepeto.
Llevaban unas cuantas horas navegando, cuando se toparon con la enorme boca de la ballena y, en un santiamén, los engulló, junto a otros diminutos pececillos.

Cuando aquel monstruo marino cerró la boca, todo se quedó oscuro. Pero a lo lejos se podía ver una luz muy tenue que parecía provenir de una vela.

Pinocho sabía que esa luz era de su padre y comenzó a gritar – Padre, padre, soy Pinocho –

Gepeto, al escuchar la voz de querido hijo, alzó la vista para comprobar que no estuviese soñando – Pinocho, ¿eres tú de verdad? –

Pinocho consiguió llegar junto a su padre. Acariciando su anciana mano, le dijo – Si padre, soy yo, he venido a rescatarte. Perdóname. –

Mientras padre e hijo se fundían en un gran abrazo, Pepito Grillo se sentó sobre una caja de madera que también había sido engullida por la ballena.

Pinocho se giró y, al ver a Pepito Grillo, dijo – ¡Ya sé cómo vamos a salir de aquí! Pepito, dame esa caja de madera. Vamos a quemarla con el fuego de la vela. Cuando la garganta de la ballena se llene de humo, seguro que tiene que toser y respirar. Entonces, nosotros aprovecharemos para salir de aquí. –

Y así ocurrió. Cuando la ballena empezó a toser y a estornudar, los tres salieron disparados y comenzaron a nadar hasta llegar a la orilla del mar.

Una vez en tierra, casi sin aliento, Pinocho se sinceró y contó a su padre todo lo que le había sucedido y le prometió que nunca más volvería a fallarle.

De vuelta a casa, se les apareció el Hada Azul.

– Pinocho, has demostrado tener un gran corazón al rescatar a Gepeto. Además, has sido muy honrado al contar a tu padre todo lo sucedido. Por ello, te mereces convertirte en un niño de carne y hueso-.

Y ,agitando su barita, transformó al pequeño muñeco en un niño de verdad.

Así fue como Pinocho, Gepeto y Pepito Grillo se convirtieron en una familia y fueron felices para siempre.

FIN

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El tigre negro y el venado blanco

Enviado por dach2901  

Hace muchísimos años vivían en la selva del Amazonas un hermoso tigre negro y un primoroso venado blanco. Ninguno de los dos tenía hogar así que hacían su vida al aire libre y dormían amparados por el manto de estrellas durante la noche.
Con el paso del tiempo el venado empezó a echar de menos cobijarse bajo techo y decidió construir una cabaña. Muy ilusionado con el proyecto, eligió un claro del bosque y planificó bien el trabajo.
– Mi primer objetivo será mordisquear la hierba hasta dejar el terreno bien liso ¡Sin unos buenos cimientos no hay casa que resista!

Trabajó duramente toda la jornada, y cuando vio que había cumplido su propósito, se tumbó a dormir sobre un lecho de flores.

No podía imaginar que el tigre negro, también harto de vivir a la intemperie, había tenido ese día la misma idea ¡y casualmente había escogido el mismo lugar para construir su hogar!

– ¡Estoy hasta las narices de mojarme cuando llueve y de achicharrarme bajo el sol los meses de verano! Fabricaré una cabaña pequeña pero muy confortable para mi uso y disfrute ¡Va a quedar estupenda!

Llegó al claro del bosque al tiempo que salía la luna y se sorprendió al ver que en el terreno no había hierbajos.

– ¡Uy, qué raro!… Conozco bien este sitio y siempre ha estado cubierto de malas hierbas… Ha debido ser el dios Tulpa que ha querido ayudarme y lo ha alisado para mí ¡Bueno, así lo tendré más fácil! ¡Me pondré a construir ahora mismo!

Sin perder tiempo se puso manos a la obra; cogió palos y piedras y los colocó sobre la tierra para montar un suelo firme y resistente. Cuando acabó, se dirigió al rio para darse un baño refrescante.

Por la mañana, el venado volvió para continuar la tarea y ¡se quedó alucinado!

– ¡Uy! ¡¿Cómo es posible que ya esté colocado el suelo de la cabaña?!… Supongo que el dios Tulpa lo ha hecho para echarme un cable ¡Es fantástico!

Muy contento, se dedicó a arrastrar troncos para levantar las paredes de las habitaciones. Trabajó sin descanso y cuando empezó a oscurecer se fue a buscar algo para cenar ¡Quería acostarse pronto para poder madrugar!

Ya entrada la noche, llegó el tigre negro. Como todos los felinos, veía muy bien en la oscuridad y para él no suponía un problema trabajar sin luz.

¡Se quedó con la boca abierta cuando vio las paredes perfectamente erguidas sobre el suelo formando un cuadrado perfecto!

– ¡Pero qué maravilla!… ¡El dios Tulpa ha vuelto a ayudarme y ha construido las paredes por mí! En cuanto monte el tejado, la daré por terminada.

Colocó grandes ramas de lado a lado sobre las paredes y luego las cubrió con hojas.

– ¡El tejado ya está listo y la cabaña ha quedado perfecta! En fin, creo que me he ganado un buen descanso… ¡Voy a estrenar mi nueva habitación!

Bostezando, entró en una de las dos estancias y se tumbó cómodamente hasta que le venció el sueño. Era un animal muy dormilón, así que no se enteró de la llegada del ciervo al amanecer ni pudo ver su cara de asombro cuando este vio la obra totalmente terminada.

– ¡Oh, dios Tulpa! ¡Pero qué generoso eres! ¡Has colocado el tejado durante la noche! ¡Muchas gracias, me encanta mi nueva cabaña!

Feliz como una perdiz entró en la habitación vacía y también se quedó dormido.

Al mediodía el sol subió a lo más alto del cielo y despertó con sus intensos rayos de luz a los dos animales; ambos se desperezaron, salieron de su cuarto al mismo tiempo y … ¡se encontraron frente a frente!
¡El susto que se llevaron fue morrocotudo! Uno y otro se quedaron como congelados, mirándose con la cara desencajada y los pelos tiesos como escarpias ¡Al fin y al cabo eran enemigos naturales y estaban bajo el mismo techo!

Ninguno atacó al otro; simplemente permanecieron un largo rato observándose hasta que cayeron en la cuenta de lo que había sucedido ¡Sin saberlo habían hecho la cabaña entre los dos!

El venado, intentando mantener la tranquilidad, dijo al tigre negro:

– Veo que estás tan sorprendido como yo, pero ya que tenemos el mismo derecho sobre este hogar ¿qué te parece si lo compartimos?

– ¡Me parece justo y muy práctico! Si quieres cada día uno de nosotros saldrá a cazar para traer comida a casa ¿Te parece bien?

– ¡Me parece una idea fantástica! Mientras tanto, el otro puede ocuparse de hacer las faenas diarias como limpiar el polvo y barrer.

Chocaron sus patas para sellar el acuerdo y empezaron a convivir entusiasmados y llenos de buenas intenciones.

Lo primero que había que hacer era conseguir comida y por sorteo le tocó salir a cazar al tigre. Regresó una hora después con una presa que al venado no le hizo nada de gracia porque era un ciervo… ¡un ciervo blanco como él!

– ¡Qué situación más desagradable, amigo tigre! Este animal es de mi misma especie y como comprenderás, no pienso probarlo.

Se fue a su habitación disgustado y no pudo pegar ojo.

– “¡Ay, qué intranquilo me siento! El tigre negro ha cazado un venado como yo… ¡Es terrible! ¿Y si un día le da por atacarme a mí?”

El pobre no consiguió conciliar el sueño en toda la noche pero se levantó al alba porque le tocaba a él salir a buscar alimento.

Paseó un rato por los alrededores y se encontró con unos amigos que le ayudaron a montar una trampa para atrapar un tigre. Cuando llegó a casa con el trofeo, su compañero se quedó sin habla y por supuesto se negó a hincarle el diente.

– ¿Pretendes que yo, que soy un tigre, me coma a otro tigre? ¡Ni en broma, soy incapaz!

Según dijo esto se fue a su cuarto con un nerviosismo que no podía controlar.

– “Este venado parece frágil pero ha sido capaz de cazar un tigre de mi tamaño ¿Y si se lanza sobre mí mientras duermo? No debo confiarme que las apariencias engañan y yo de tonto no tengo nada.”

El silencio y la oscuridad se apoderaron del bosque. Todos los animales dormían plácidamente menos el venado y el tigre que se pasaron la noche en vela y en estado de alerta porque ninguno se fiaba del otro.

Cuando nadie lo esperaba, en torno a las cinco de la madrugada, se oyó un ruido ensordecedor:

¡BOOOOOOOM!

Los dos estaban tan asustados y en tensión que al escuchar el estruendo salieron huyendo en direcciones opuestas, sin pararse a comprobar de dónde provenía el sonido. Tanto uno como otro pusieron pies en polvorosa pensando que su amigo quería atacarlo.

El hermoso tigre negro y el primoroso venado blanco nunca más volvieron a encontrarse porque los dos se aseguraron de irse bien lejos de su posible enemigo.

El tigre trató de rehacer su vida en la zona norte, pero siempre se sentía más triste de lo normal porque echaba de menos al ciervo.

– ¡Qué pena acabar así! Lo cierto es que nos llevábamos muy bien y yo jamás le habría hecho daño pero claro… ¡no puedo decir lo mismo de él!

Por su parte, en la otra punta del bosque, en la zona sur, el venado se lamentaba sin cesar:

– ¡Qué simpático era el tigre negro! Formábamos un gran equipo y podríamos haber sido grandes amigos… Nunca le habría lastimado pero a lo mejor él a mí sí y más vale prevenir.

Y así fue cómo cada uno tuvo que volver a buscar un claro en el bosque para hacerse una nueva cabaña, eso sí, esta vez de una sola habitación.

Moraleja: Si el tigre y el venado hubieran hablado en vez de desconfiar el uno del otro, habrían descubierto que ninguno de los dos tenía nada que temer porque ambos eran de fiar y se apreciaban mutuamente.

Este cuento nos enseña que nuestra mejor arma es la palabra. Decir lo que sentimos o lo que nos preocupa a nuestros amigos es lo mejor para vivir tranquilos y en confianza.

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Juan sin miedo

Enviado por dach2901  

Érase una vez un hombre que tenía dos hijos totalmente distintos. Pedro, el mayor, era un chico listo y responsable, pero muy miedoso. En cambio su hermano pequeño, Juan, jamás tenía miedo a nada, así que en la comarca todos le llamaba Juan sin miedo.
A Juan no le daban miedo las tormentas, ni los ruidos extraños, ni escuchar cuentos de monstruos en la cama. El miedo no existía para él. A medida que iba creciendo, cada vez tenía más curiosidad sobre qué era sentir miedo porque él nunca había tenido esa sensación.

Un día le dijo a su familia que se iba una temporada para ver si conseguía descubrir lo que era el miedo. Sus padres intentaron impedírselo, pero fue imposible. Juan era muy cabezota y estaba decidido a lanzarse a la aventura.

Metió algunos alimentos y algo de ropa en una mochila y echó a andar. Durante días recorrió diferentes lugares, comió lo que pudo y durmió a la intemperie, pero no hubo nada que le produjera miedo.

Una mañana llegó a la capital del reino y vagó por sus calles hasta llegar a la plaza principal, donde colgaba un enorme cartel firmado por el rey que decía:

“Se hace saber que al valiente caballero que sea capaz de pasar tres días y tres noches en el castillo encantado, se le concederá la mano de mi hija, la princesa Esmeralda”

Juan sin miedo pensó que era una oportunidad ideal para él. Sin pensárselo dos veces, se fue al palacio real y pidió ser recibido por el mismísimo rey en persona. Cuando estuvo frente a él, le dijo:

– Señor, si a usted le parece bien, yo estoy decidido a pasar tres días en ese castillo. No le tengo miedo a nada.

– Sin duda eres valiente, jovenzuelo. Pero te advierto que muchos lo han intentado y hasta ahora, ninguno lo ha conseguido – exclamó el monarca.

– ¡Yo pasaré la prueba! – dijo Juan sin miedo sonriendo.

Juan sin miedo, escoltado por los soldados del rey, se dirigió al tenebroso castillo que estaba en lo alto de una montaña escarpada. Hacía años que nadie lo habitaba y su aspecto era realmente lúgubre.

Cuando entró, todo estaba sucio y oscuro. Pasó a una de las habitaciones y con unos tablones que había por allí, encendió una hoguera para calentarse. Enseguida, se quedó dormido.

Al cabo de un rato, le despertó el sonido de unas cadenas ¡En el castillo había un fantasma!

– ¡Buhhhh, Buhhhh! – escuchó Juan sobre su cabeza – ¡Buhhhh!

– ¿Cómo te atreves a despertarme?- gritó Juan enfrentándose a él. Cogió unas tijeras y comenzó a rasgar la sábana del espectro, que huyó por el interior de la chimenea hasta desaparecer en la oscuridad de la noche.

Al día siguiente, el rey se pasó por el castillo para comprobar que Juan sin miedo estaba bien. Para su sorpresa, había superado la primera noche encerrado y estaba decidido a quedarse y afrontar el segundo día. Tras unas horas recorriendo el castillo, llegó la oscuridad y por fin, la hora de dormir. Como el día anterior, Juan sin miedo encendió una hoguera para estar calentito y en unos segundos comenzó a roncar.

De repente, un extraño silbido como de lechuza le despertó. Abrió los ojos y vio una bruja vieja y fea que daba vueltas y vueltas a toda velocidad subida a una escoba. Lejos de acobardarse, Juan sin miedo se enfrentó a ella.

– ¿Qué pretendes, bruja? ¿Acaso quieres echarme de aquí? ¡Pues no lo conseguirás! – bramó. Dio un salto, agarró el palo de la escoba y empezó a sacudirlo con tanta fuerza que la bruja salió disparada por la ventana.

Cuando amaneció, el rey pasó por allí de nuevo para comprobar que todo estaba en orden. Se encontró a Juan sin miedo tomado un cuenco de leche y un pedazo de pan duro relajadamente frente a la ventana.

– Eres un joven valiente y decidido. Hoy será la tercera noche. Ya veremos si eres capaz de aguantarla.

– Descuide, majestad ¡Ya sabe usted que yo no le temo a nada!

Tras otro día en el castillo bastante aburrido para Juan sin miedo, llegó la noche. Hizo como de costumbre una hoguera para calentarse y se tumbó a descansar. No había pasado demasiado tiempo cuando una ráfaga de aire caliente le despertó. Abrió los ojos y frente a él vio un temible dragón que lanzaba llamaradas por su enorme boca. Juan sin miedo se levantó y le lanzó una silla a la cabeza. El dragón aulló de forma lastimera y salió corriendo por donde había venido.

– ¡Qué pesadas estas criaturas de la noche! – pensó Juan sin miedo- No me dejan dormir en paz, con lo cansado que estoy.

Pasados los tres días con sus tres noches, el rey fue a comprobar que Juan seguía sano y salvo en el castillo. Cuando le vio tan tranquilo y sin un solo rasguño, le invitó a su palacio y le presentó a su preciosa hija. Esmeralda, cuando le vio, alabó su valentía y aceptó casarse con él. Juan se sintió feliz, aunque en el fondo, estaba un poco decepcionado.

– Majestad, le agradezco la oportunidad que me ha dado y sé que seré muy feliz con su hija, pero no he conseguido sentir ni pizca de miedo.

Una semana después, Juan y Esmeralda se casaron. La princesa sabía que su marido seguía con el anhelo de llegar a sentir miedo, así que una mañana, mientras dormía, derramó una jarra de agua helada sobre su cabeza. Juan pegó un alarido y se llevó un enorme susto.

– ¡Por fin conoces el miedo, querido! – dijo ella riendo a carcajadas.

– Si – dijo todavía temblando el pobre Juan- ¡Me he asustado de verdad! ¡Al fin he sentido el miedo! ¡Ja ja ja! Pero no digas nada a nadie…. ¡Será nuestro secreto!

La princesa Esmeralda jamás lo contó, así que el valeroso muchacho siguió siendo conocido en todo el reino como Juan sin miedo.

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Los carneros y el gallo

Enviado por dach2901  

Una mañana de primavera todos los miembros de un rebaño se despertaron sobresaltados a causa de unos sonidos fuertes y secos que provenían del exterior del establo. Salieron en tropel a ver qué sucedía y se toparon con una pelea en la que dos carneros situados frente a frente estaban haciendo chocar sus duras cornamentas.

Un gracioso corderito muy fanático de los chismes fue el primero en enterarse de los motivos y corrió a informar al grupo. Según sus fuentes, que eran totalmente fiables, se estaban disputando el amor de una oveja muy linda que les había robado el corazón.

– Por lo visto está coladita por los dos, y como sabía a cuál elegir, anoche declaró que se casaría con el más forzudo. El resto de la historia os la podéis imaginar: los carneros se enteraron, quedaron para retarse antes del amanecer y… bueno, ahí tenéis a los amigos, ahora rivales, enzarzados en un combate.

El jefe del rebaño, un carnero maduro e inteligente al que nadie se atrevía a cuestionar, exclamó:

– ¡Serenaos! No es más que una de las muchas peloteras románticas que se forman todos los años en esta granja. Sí, se pelean por una chica, pero ya sabemos que no se hacen daño y que gane quien gane seguirán siendo colegas. ¡Nos quedaremos a ver el desenlace!

Los presentes respiraron tranquilos al saber que solo se trataba de un par de jóvenes enamorados compitiendo por una blanquísima ovejita; una ovejita que, por cierto, lo estaba presenciando todo con el corazón encogido y conteniendo la respiración. ¿Quién se alzaría con la victoria? ¿Quién se convertiría en su futuro marido?… ¡La suerte estaba echada!

————–

Esta era la situación cuando un gallo de colores al que nadie había visto antes se coló entre los asistentes y se sentó en primera fila como si fuera un invitado de honor. Jamás había sido testigo de una riña entre carneros, pero como se creía el tipo más inteligente del mundo y adoraba ser el centro de atención, se puso a opinar a voz en grito demostrando muy mala educación.

– ¡Ay madre, vaya birria de batalla!… ¡Estos carneros son más torpes que una manada de elefantes dentro de una cacharrería!

Inmediatamente se oyeron murmullos de desagrado entre el público, pero él se hizo el sordo y continuó soltando comentarios fastidiosos e inoportunos.

– ¡Dicen por aquí que se trata de un duelo entre caballeros, pero la verdad es que yo solo veo dos payasos haciendo bobadas!… ¡Eh, espabilad chavales, que ya sois mayorcitos para hacer el ridículo!

Los murmullos subieron de volumen y algunos le miraron de reojo para ver si se daba por aludido y cerraba el pico; de nuevo, hizo caso omiso y siguió con su crítica feroz.

– Aunque el carnero de la derecha es un poco más ágil, el de la izquierda tiene los cuernos más grandes… ¡Creo que la oveja debería casarse con ese para que sus hijos nazcan fuertes y robustos!

Los espectadores le miraron alucinados. ¿Cómo se podía ser tan desconsiderado?

– Aunque para ser honesto, no entiendo ese empeño en casarse con la misma. ¡A mí me parece que la oveja en cuestión no es para tanto!

Los carneros, ovejas y corderos enmudecieron y se hizo un silencio sobrecogedor. Sus caras de indignación hablaban por sí solas. El jefe de clan pensó que, definitivamente, se había pasado de la raya. En nombre de la comunidad, tomó la palabra.

– ¡Un poco de respeto, por favor!… ¡¿Acaso no sabes comportarte?!

– ¿Yo? ¿Qué si sé comportarme yo?… ¡Solo estoy diciendo la verdad! Esa oveja es idéntica a las demás, ni más fea, ni más guapa, ni más blanca… ¡No sé por qué pierden el tiempo luchando por ella habiendo tantas para escoger!

– ¡Cállate mentecato, ya está bien de decir tonterías!

El gallo puso cara de sorpresa y respondió con chulería:

– ¡¿Qué me calle?!… ¡Porque tú lo digas!

El jefe intentó no perder los nervios. Por nada del mundo quería que se calentaran los ánimos y se montara una bronca descomunal.

– A ver, vamos a calmarnos un poco los dos. Tú vienes de lejos, ¿verdad?

– Sí, soy forastero, estoy de viaje. Venía por el camino de tierra que rodea el trigal y al pasar por delante de la valla escuché jaleo y me metí a curiosear.

– Entiendo entonces que como vives en otras tierras es la primera vez que estás en compañía de individuos de nuestra especie… ¿Me equivoco?

El gallo, desconcertado, respondió:

– No, no te equivocas, pero… ¿eso qué tiene que ver?

– Te lo explicaré con claridad: tú no tienes ningún derecho a entrometerte en nuestra comunidad y burlarte de nuestro comportamiento por la sencilla razón de que no nos conoces.

– ¡Pero es que a mí me gusta decir lo que pienso!

– Vale, eso está muy bien y por supuesto es respetable, pero antes de dar tu opinión deberías saber cómo somos y cuál es nuestra forma de relacionarnos.

– ¿Ah, sí? ¿Y cuál es, si se puede saber?

– Bueno, pues un ejemplo es lo que acabas de presenciar. En nuestra especie, al igual que en muchas otras, las peleas entre machos de un mismo rebaño son habituales en época de celo porque es cuando toca elegir pareja. Somos animales pacíficos y de muy buen carácter, pero ese ritual forma parte de nuestra forma de ser, de nuestra naturaleza.

– Pero…

– ¡No hay pero que valga! Debes comprender que para nosotros estas conductas son completamente normales. ¡No podemos luchar contra miles de años de evolución y eso hay que respetarlo!

El gallo empezó a sentir el calor que la vergüenza producía en su rostro. Para que nadie se diera cuenta del sonrojo, bajó la cabeza y clavó la mirada en el suelo.

– Tú sabrás mucho sobre gallos, gallinas, polluelos, nidos y huevos, pero del resto no tienes ni idea ¡Vete con los tuyos y deja que resolvamos las cosas a nuestra manera!

El gallo tuvo que admitir que se había pasado de listillo y sobre todo, de grosero, así que si no quería salir mal parado debía largarse cuanto antes. Echó un último vistazo a los carneros, que ahí seguían a lo suyo, peleándose por el amor de la misma hembra, y sin ni siquiera decir adiós se fue para nunca más volver.



Moraleja: Todos tenemos derecho a expresar nuestros pensamientos con libertad, claro que sí, pero a la hora de dar nuestra opinión es importante hacerlo con sensatez. Uno no debe juzgar cosas que no conoce y mucho menos si es para ofender o despreciar a los demás.

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El oso dormilón y el elefante trompudo

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En una nube blanca de algodón vivían un oso dormilón que núnca pestañeaba porque le daba sueño y su mejor amigo un elefante trompudo con colita de resorte.


Un día de cielo azul con sol muy brillante, los dos amigos decidieron dar un paseo, el elefante era muy inquieto y saltarín pero como era tan pesado las nubes quedaban agujereadas y por eso llovía. El oso dormilón en cambio bostezaba a cada ratito y se tiraba a dormir la siesta cada dos pasitos.


Las mariposas se reían a carcajadas porque era divertido ver a un elefante con cola de resorte haciendo agujeros en las nubes y un oso dormilón durmiendo cada dos pasitos.


De tanto en tanto los rayos de sol les hacían cosquillas y ellos también se reían a carcajadas.



Entre canciones saltarinas y siestas perezosas, se les paso volando la hora y la pancita les hacia ruido así que encontraron el motivo perfecto para comerse un alfajor, porque caminar da mucho hambre, a los osos les encantan los alfajores.


Cuando se descuidaron el sol les dejaba un saludo y la luna redonda le avisaba a las estrellas que era hora de pintar el cielo con sus chispitas brillantes.


Como no se habían llevado abrigo y el vientito soplaba, el oso dormilón y el elefante trompudo decidieron regresar muy felices por su paseo y a saltos gigantes entre estrella y estrella volvieron a su nube de algodón para disfrutar del silencio de la noche y enterarse de algún secreto mágico que les contara algún cometa hablador.

FIN

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LOS OSOS

Enviado por dach2901  

En medio de ese pequeño bosque se encontraba un claro con un gran pino azul en el centro, donde el Oso Tomás jugaba todas las tardes. Después de comer, Tomás le pedía permiso a su mamá para ir a jugar con sus amigos osos. Cuando estaban todos comenzaban a jugar a la mancha osos, hacían cinchadas y se trepaban a los árboles, pero lo que más les gustaba era jugar a las escondidas.
- Yo cuento! Gritó Pablo, el más pequeño de los osos café.
Todos corrieron apurados a esconderse. Pablo contó hasta 20 y volvió a levantar la voz.
- 18, 19 y 20, salgoooo.
Uno por uno fueron apareciendo, descubiertos por el astuto osito, pero Tomás, corrió y corrió sigiloso sin que Pablo lo viese y haciendo postas en los árboles y arbustos que tenía en el camino llegó al pino azul, pudiendo ganar el juego.
Día tras día los juegos se repetían mientras la primavera pasaba.
La sorpresa más grande ocurrió cuando se reunieron para jugar y descubrieron que faltaban muchos de los árboles del bosque. Con curiosidad y mucho sigilo los ositos fueron recorriendo el camino que dejaban los árboles ausentes. ¿Qué habrá pasado?, se preguntaban hasta que después de mucho caminar encontraron una construcción con muchos camiones y herramientas alrededor.
Los ositos preocupados regresaron para contarle lo que había sucedido a sus padres, que se asustaron y los retaron por no haberles avisado antes.
Los osos le contaron a sus hijitos que los hombres utilizan los árboles para las cosas más diversas y por eso talan bosques enteros cada día y que esí ponía en peligro a su hogar. Tratando de buscar una solución, fueron a ver al guardaparques, que era un hombre bueno y preocupado por la naturaleza.
Apenas llegaron, comentaron lo sucedido y luego de muchas explicaciones, idas y vueltas, el guardaparque pudo convencer a los hombres que talaban los árboles de la importancia de ese bosque para los osos y como entre todos debían volver a reforestar.
Los pequeños árboles que plantaron tardaron años en crecer y los hijitos de Tomás y los demás ositos pudieron disfrutarlos jugando a su juego preferido. Jugando a las escondidas.

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A los 25

Enviado por dach2901  

Mi nombre es Sofia, fui la unica hija que tuvo mi madre, a mi padre nunca lo conoci, pero segun mi madre, no valia la pena hacerlo, solo me conto que lo conocio una noche cuando ella tenia 15 años, el la enamoro y ella quedo embarazada de mi, desde esa vez, nunca mas lo volvio a ver.

A mi madre la echaron de casa, ya que en esa epoca era muy mal visto que una joven de su edad estuviera embarazada, una noche cuando mi madre ya vivia por su cuenta y su prominente barriga seguia creciendo, recibio la visita de una misteriosa mujer, la cual parecia estar muy enfadada, esta mujer la ataco, golpeandola fuertemente y diciendo unas palabras que mi madre no podia entender, al dejar de hacerlo, mi madre sangraba demasiado, al parecer le habia provocado un aborto, y ese fue el momento en el que yo naci, ya que lograron llevar a mi madre al hospital a tiempo. Sin embargo ella me dijo que la mujer la habia maldecido, diciendole que ella nunca debio haber tenido un romance con su hijo, que ellos eran una familia muy especial, y que su semilla, y toda su descendencia estaria condenada a vivir hasta los 25 años para luego morir de una forma horrible.
Yo recuerdo que cuando mi madre cumplio 24 años, empezaron sus peores momentos, todos decian que estaba loca, que necesitaba ir al psiquiatra, pero los medicamentos no la ayudaban, ella vivia sola conmigo, yo apenas tenia 9 años, pero yo me despertaba asustada al oirla como gritaba en las madrugadas, como era atormentada por algo, me dijo que todas las noches, una mujer daba golpecitos en su ventana, como si la llamara, al mirar a la ventana, esta mujer era algo horrible, ella nunca pudo explicarme exactamente como era, pero no era necesario, yo me imaginaba algo muy cercano a lo que queria decirme, pero tambien esta mujer, le dejaba escrito con sus largos y flacos dedos un numero, el cual cada noche disminuia, era como un conteo regresivo, de los dias que le quedaban de vida hasta cumplir 25 años.

En sus ultimos dias, mi madre dejo de comer comida normal, yo era muy pequeña, y no entendia porque mi madre comia cucarachas, insectos, dejo de bañarse, no salia de su habitacion, ya casi no me hablaba, yo tenia que cuidarme sola, porque nadie nos ayudaba, le tenian miedo, y no entraban a mi casa. El dia que murio, fue el dia que cumplio 25 años, ese dia yo entre a su habitacion, mi pobre madre estaba tan delgada, que sus ojos parecian salirse de las cuencas, su cabello era gris como si fuera una anciana, habia escremento mezclado con su orina, era como un pobre animal, yo lloraba al verla, pero ella solamente estiro su mano para tratar de tocarme por ultima vez y morir, yo la abrazaba sin entender que habia pasado, pero en la ventana, pude ver como una mano escribia el numero cero en el vidrio empañado.

De eso han pasado ya muchos años, de hecho lo recuerdo todo en este momento, porque tengo una pequeña bebe de apenas 2 años de nacida, de su padre solo se que lo conoci una noche y no lo he vuelto a ver, mucho menos ve a su pequeña niña, solo se que el tenia 25 años. Tengo 24 años, y estoy en el suelo de mi habitacion, arrastrandome, comiendo arañas, cucarachas, no tengo voluntad para moverme, estoy muy asustada por mi pobre niña, ella esta sola, mis dientes se cayeron, mi cabello es blanco, y los golpecitos, esos golpecitos en la ventana que me atormentan desde hace un año, y ese rostro, ahora veo lo que mi madre veia, y es cierto, no puedo explicar lo que veo, pero es que su cara no tiene explicacion, al menos todo acabara pronto, dentro de tres dias cumplire 25 años, y esa bruja no deja de recordarmelo en la ventana, morire escuchando el llanto de mi pobre niña, seguro alguien vendra, encontrara mi cadaver y rescatara a mi bebe.

Ahora entiendo, no se que familia especial son ellos, pero se que el esperara a que mi bebe crezca, la embarazara, y su madre la atormentara un año hasta los 25…a los 25…todo acabara, y comenzara de nuevo la maldicion.

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La verdad sobre el hada de los dientes

Enviado por dach2901  

¿Alguna vez has escuchado esa vieja historia sobre el hada de los dientes? Por supuesto que la has escuchado, ya lo creo que sí. Todos lo hemos hecho, ¿no? Una simpática criatura que deja monedas a los niños a cambio de sus dientes de leche. Ya lo creo que nuestros padres se lo pasaban en grande al contarnos todas esas fantasías. Para ellos, no hay nada como la ilusión en las caritas de sus retoños cada vez que descubren una moneda bajo su almohada.

Sé lo que estás por decirme ahora. Claro, que no es más que una fantasía inocente. Quizás viste a tu papi o a tu mamita entrando alguna vez en medio de la noche a tu habitación, y luego sentiste una mano gentil que deslizaba el esperado tesoro bajo tu cabeza.
Me gustaría decir que yo también tengo un recuerdo así. Pero lo cierto es que, lo que vi aquella vez cuando tenía solo siete años de edad, me perseguirá para toda la vida.

Y eso es algo que no le deseo a nadie.

Recuerdo el día con total claridad, a pesar del tiempo que ha pasado. Uno de mis dientes frontales se había caído y yo estaba henchido de auténtico orgullo por eso. Significaba que iba a recibir una brillante moneda que luego podría gastar en chocolatines. Pero no solo eso, también quería decir que estaba creciendo y pronto tendría una dentadura fuerte y perfecta.

Aquella noche cenamos patas de pollo con guisantes y puré de patatas, una de mis comidas favoritas. Te dije que lo recuerdo todo muy bien, realmente es como si hubiera pasado ayer.

Me puse mi pijama de superhéroes y mi madre acudió a darme las buenas noches.

—Que descanses, hijo —me dijo mientras me arropaba en la cama—. Duérmete y verás como mañana encuentras algo muy especial bajo tu almohada.

Me dormí, confiando en que sus palabras fueran ciertas. Debían ser pasadas de la medianoche cuando me desperté, alertado por unos ruidos extraños. Era como el ruido de un animal rollendo algo. Con encías muy, pero muy afiladas.

Parpadeé un par de veces antes de poder acostumbrarme a la oscuridad. El sonido se había vuelto más intenso. Yo estaba de cara a la pared y justo en ese momento, cometí el peor error de mi vida.

Voltearme.

Y fue cuando la vi. Una vieja horrible arrodillada a un lado de mi cama, me miraba con las cuencas de sus ojos vacías. Tenía una mata de pelo gris y sucio que le medio cubría el rostro, arrugado y de piel flácida. Pero lo más horrible, lo más espantoso de todo era su boca. Un agujero enorme que abarcaba la mitad de su cara, llena de hileras e hileras de dientes de diversos tamaños.

Tuve un acceso de nausea y terror en ese instante.

La criatura siseó algo y luego extrajó una mano de uñas largas y afiladas de debajo de mi almohada. Había encontrado lo que quería…

Ella existe. Pero no es tan amigable como cuentan.

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PAPÁ

Enviado por dach2901  

Mi nombre es jeyzon … pero mi padre suele llamarme jey, mi vida siempre ha sido un mar de problemas y dificultades, mi madre murió minutos después de darme a luz .. Las personas suelen decirme que lo sienten mucho, sin embargo no creo que sea así ¿Cómo alguien es capaz de sentir el dolor encerrado en tu interior?, bueno no en el mío. A decir verdad la muerte de mi madre nunca me a hecho sentir dolor, quizás en algún momento algo de tristeza pero no dolor. En fin…. Mi padre y yo hemos estado solos desde entonces, con mi padre a mi lado no necesito a nadie más él ha sido esa fortaleza que yo he necesitado para seguir, y a pesar de que siempre hemos tenido dificultades juntos podíamos superar cualquier cosa amaba vivir con papa, amaba todo lo que hacíamos como ir al futbol , al cine, e incluso solo sentarme a su lado a charlar sobre nuestras vidas … era todo increíble pero justo cuando piensas que todo seguirá una buena trayectoria , algo tiene que desviarte …



A mi padre como a cualquier otro hombre le gustaban las chicas, no chicas chicas exactamente, chicas de su edad. Siempre supuse que tendría alguna novia, sin embargo nunca pensé que fuera a tomarse enserio alguna de esas vagas relaciones. Una tarde como de costumbre escuche el auto de papa estacionarse al frente de la casa decidí solo esperarlo mientras miraba cómodamente la televisión con las piernas entrelazadas sobre la mesa, estaba muy relajado, era como si supiese que entraría por la puerta y me dijera – ¡hey campeón como estas!- como solía hacerlo siempre. Sin embargo mi tranquilidad se desvaneció rápidamente al verlo entrar acompañado de una chica, más que verlo entrar con esa chica lo que más me tenía sorprendido era lo joven que lucía aquella mujer y valla que era realmente hermosa. Pero a pesar de la sorpresa sencillamente salude y subí a mi habitación, era todo tan extraño porque papa había traído aquella chica a casa ..¿ por qué tenía que ser tan joven ? pero lo que más me inquietaba era el por qué no me había comentado nada, entonces lo supuse .. Aquella chica debía estar saliendo con el…solo cenamos y como lo suponía estaban saliendo. Cuando la chica se fue lo único que hice fue llenar de insultos a mi padre sin embargo me quede sin palabras al sentir la fuerte bofetada de mi padre, lo mire muy desconcertado, el jamás me había reprendido de tal manera sin embargo me limite a solo mirarlo y después retirarme .

Los meses pasaban y la relación con mi padre parecía estar cada vez más fracturada, solía pasar todo su tiempo libre saliendo con aquella chica , tan joven que parecía fuesen padre e hija , mientras yo estaba solo en casa sin saber qué hacer, me había acostumbrado tanto a estar con mi padre que el había sido el único amigo que había tenido durante toda mi vida, me sentía tan vacío y solo y el coraje en mi por aquella chica crecía cada día .

Sin embargo mi vida rompió en mil pedazos cuando me entere que mi padre se casaría con aquella chica “susan” ese era su nombre . intente de miles de manera hacer que mi padre cambiara de opinión pero todo fue en vano , el jamás abandonaría la idea y el deseo de estar con susan y entonces por primera vez en mi vida sentí dolor un dolor inmenso y penetrante que parecía que un enorme cuchillo atravesaba mi corazón .. Pero no podía hacer nada .

Y el tan inesperado día había llegado, las flores adornaban todo el jardín eran hermosas no lo negare pero el día al igual que yo parecía estar triste, los nubarrones grises cubrían el largo de toda la ciudad como una manta gigante , la ceremonia tuvo inicio en un templo no muy lejos de donde vivíamos , seguido de una gigantesca celebración , todos reían , todos cantaban , bailaban , estaban muy alegres , menos yo … solamente subí a mi habitación y dormí ….

Al pasar los meses ya nada era igual la relación que antes sostenía con mi padre pareciese que nunca hubiera existido, todo su día era susan ella se había convertido también en su nueva razón de ser, mientras que a mí me había echado a la basura como un objeto inservible. Y las noticias buenas no dejaban de aparecer, ya que susan esperaba un hijo y claro quien lo esperaba ansiosamente era mi padre…meses después mientras mi padre y su esposa se preparaban para dormir me disponía a darles las buenas noches pero antes de tocar la puerta escuche la conversación que hiso que mi deplorable vida se sumiera aún más en la oscuridad.

-¿entonces está decidido amor?

– por supuesto que si mi princesa, sabes que lo único que deseo es estar contigo y nuestro hijo, quiero comenzar de nuevo y jeyzon creo que solamente será una carga muy molesta para nosotros , después de todo ni siquiera le caes muy bien .

– entonces está decidido, mañana temprano le diremos que a partir de la próxima semana ira a vivir con tu hermana…-

– claro que si amor ..Descansa –



Primero me remplaza por esa mujer, después piensa que lo comparta con un niño que ni siquiera será mi verdadero hermano y después pensó en dejarme a mi suerte… la rabia se apodero de mi solamente quería matarlos que ambos sufrieran , baje las escaleras y salí de la casa estaba muy intranquilo mi respiración se aceleró y el sudor resbalaba por mi frente , no permitiría que me tiraran como si fuese un pedazo de basura, pagarían por todo lo que me habían echo ..

Me dirigí lo más rápido que pude al patio trasero, tome la pala y escavé un hoyo bastante profundo, cuando por fin termine tome la pala y me dirigí a la habitación donde dormía mi padre, los mire detenidamente por unos instantes, lucían tan tiernos juntos, después de todo papa me lo agradecería porque morirían todos juntos y nadie sufriría, entonces la ternura se fue de mi y la furia se apodero de mi comencé a golpearlo y la sangre salpicaba sobre mis prendas ambos se quejaban pero yo seguía golpeando con fuerza, y cuando al fin dejaron de moverse, Salí con una gran sonrisa y comencé a caminar por la calle con la pala en mi mano la gente me miraba asustada pero yo no entendía por qué …. Si después de todo solo hice lo mejor para mi papa.

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Las ratas del cementerio

Enviado por dach2901  

El viejo Masson, quien custodiaba uno de los cementerios de mayor antigüedad en Salem, sostenía una lucha constante con las ratas. Generaciones antes, había llegado al cementerio una colonia de ratas desde los muelles. Y cuando Mason ocupó su cargo, luego de que el guardián anterior desapareciese inexplicablemente, tomó la decisión de exterminarlas. Al inicio esparcía veneno y trampas alrededor de sus madrigueras; después, trató de aniquilarlas a tiros, más todo fue en vano. Las ratas continuaban en el lugar.
Sus hambrientas hordas se extendían, invadiendo el cementerio. Eran enormes, incluso para ser de la especie mus decumanus, de la cual se sabe, llega a medir hasta treinta y cinco centímetros sin incluir la cola, gris y pelada. Masson se había topado con varias del tamaño de un gato y, cada vez que los sepultureros encontraban otra madriguera, asombrados confirmaban que entre aquellas cavernas putrefactas cabía a la perfección el cuerpo de un ser humano. Aparentemente, los barcos que solían atracar en los decadentes muelles de Salem durante el pasado, debían haber transportado cargamentos demasiado insólitos.
En ocasiones, Masson se quedaba impactado por las descomunales proporciones que tenían estos nidos. Lo hacían acordarse de cuentos fantásticos que había escuchado al llegar al viejo y encantado pueblo de Salem. Eran cuentos que advertían de una vida embrionaria que sobrevivía a la muerta, ocultándose en rincones ignorados bajo tierra.Atrás habían quedado los tiempos en los que Cotton Mather aniquilaba a los cultos oscuros y las ceremonias orgiásticas que se ofrecían a Hécate y a la espeluznante Magna Mater. No obstante, aun prevalecían de pie las casonas macabras con tus áticos retorcidos, de fachadas caídas y carcomidas, en cuyos sótanos, de acuerdo con los rumores, todavía habitaban secretos abominables y ritos en contra de la ley y la lógica. Mientras agitaban sus cabellos blancos, los ancianos juraban que, en los panteones ancestrales de Salem, vivían bajo el suelo cosas que eran mucho peores que las ratas y los gusanos.

Los roedores provocaban en Masson tanta repulsión como respeto. Estaba consciente del peligro que encerraban sus dientes afilados y relucientes. Más no entendía el pavor que las casas abandonadas e invadidas por las ratas, despertaban en los viejos. Había oído rumores acerca de criaturas horribles que habitaban en las profundidades y que, gracias al poder que poseían sobre las ratas, habían formado grandes ejércitos.

De acuerdo con lo que decían los ancianos, las ratas llevaban un mensaje entre nuestro mundo y esas cuevas de las profundidades. Todavía se hablaba sobre cadáveres robados de sus tumbas para preparar banquetes bajo tierra. El cuento del flautista de Hamelin era en realidad una leyenda, que de modo metafórico, encubría algo horrible y pagano; según ellos, los infiernos más oscuros habían expulsado seres repugnantes de sus entrañas, que jamás habían nacido.

Masson ignoraba todas estas habladurías. siempre se apartaba de los vecinos y, en realidad, se esforzaba porque nadie descubriera el problema de las ratas. Pues de haberse conocido sin duda habrían llevado a cabo investigaciones, y abierto muchos sepulcros. Entonces encontrarían los féretros agujereados y los huecos por los que culpaban a las ratas. Pero además encontrarían algunos cadáveres con partes faltantes, poniendo a Masson en una situación delicada.

Los dientes postizos solían fabricarse con oro y no se extraían al morir. La ropa, obviamente, es distinta, ya que le funeraria solía brindar un simple traje de paño, por lo cual puede reconocerse a pesar del tiempo. El oro no.

Masson también hacía negocios con ciertos estudiantes de medicina y médicos sin moral, que requerían cuerpos sin importar de donde vinieran. Hasta entonces se las había ingeniado para evitar que investigaran. Negaba rotundamente la presencia de las ratas, incluso cuando ellas le habían quitado su botín. No le interesaba lo que ocurriera con los cadáveres tras robarles, pero las ratas los arrastraban completos por una abertura que ellas mismas abrían en el ataúd. El tamaño de dichos orificios era impactante.

Lo más curioso era como los roedeores perforaban las cajas por alguno de los extremos, nunca en los costados. Como si actuaran bajo los órdenes de algo más inteligente.

En aquel instante se hallaba delante de una tumba abierta. Apenas había retirado los últimos restos de tierra, añadiéndolos al montículo al lado de sus pies. Una llovizna helada y constante no había parado de caer hacía semanas, transformando el cementerio en un lodazal, en el que las lápidas nadaban como piedras irregulares. Las ratas habían regresado a sus nidos, no había quedado una sola. Empero, la cara huesuda de Masson mostraba preocupación. Acababa de levantar la tapa de un féretro de roble. Lo habían sepultado días atrás, sin que él se animara a desenterrarlo antes. Sus parientes aun acudían a llorarlo, sin importar que lloviera. Pero siendo tan tarde y de noche, era improbable que llegaran, sin importar que tan grande fuera su dolor.

Con este pensamiento, Masson se tranquilizó, incorporándose y abandonando su pala.

Desde el monte que albergaba el cementerio, las luces de Salem tintineaban entre la lluvia. Tomó la linterna y se agachó para comprobar los cierres del ataúd. Entonces se quedó paralizado. Había escuchado un murmullo frenético bajo sus pies, como si algo se revolviera bajo la tierra. Por un instante experimentó un miedo supersticioso, que no tardó en volverse cólera al entender lo que aquellos sonidos significaban. ¡Las ratas le habían ganado de nuevo!

Furioso, rompió los candados del féretro, metió la pala y haciendo palanca, logró levantar la tapa. Encendió su luz y la dirigió al interior. Estaba vacío. Masson notó como algo se movía con sigilo en la cabecera y la alumbró. Aquel rincón de la caja había sido agujereado y el hoyo se abría ante lo que parecía ser un pasadizo, por él vio desaparecer un pie rígido, envuelto en su respectivo zapato. Las ratas le habían ganado únicamente por unos minutos.

Se inclinó y tiró del zapato con fuerza. Al caer dentro del ataúd, la linterna se apagó con violencia. Sintió como el zapato se le escurría de las manos de golpe, bajo el eco de unos chillidos frenéticos y agudos. Masson tomó la linterna y la dirigió hacia el orificio.

Era muy grande. Debía ser así pues de otro modo, no habrían podido robar al muerto. Trató de imaginar el tamaño que tendrían esas ratas, si eran capaces de llevarse un cuerpo humano. Le alivió saber que tenía su revólver cargado, a la mano.

Si hubiera sido el cuerpo de una persona cualquiera, Masson se lo habría dejado a esas alimañas antes de entrar por ese claustrofóbico túnel; no obstante, al pensar en el costoso alfiler de corbata, con una perla auténtica, y en los gemelos de sus muñecas. No lo pensó. Se colocó la linterna en el cinturón y avanzó por la madriguera. Era muy angosta. Delante de él veía como las suelas de los zapatos se alejaban en dirección el fondo de la galería. Intentó seguirlas lo más rápido que le fue posible, pero en instantes se sentía incapaz de seguir, oprimido por las paredes subterráneas.

El hedor del cuerpo había impregnado el aire, impidiéndole respirar. Fue ahí cuando se dijo que, si no lograba alcanzarlo, volvería. El terror sacudía su imaginación pero la codicia lo impulsaba a seguir adelante. Así que siguió, pasando de largo por otros túneles. Los muros del pasadizo estaban pegajosos y húmedos. en un par de ocasiones escuchó como la tierra se desprendía tras él, haciéndole mirar sobre el hombre. No pudo ver nada hasta que alzó la linterna. El lodo había obstruido el pasaje casi por completo.

La peligrosa situación hizo latir su corazón con fuerza, revelándole una verdad espantosa. No quería pensar en un hundimiento. Optó por dejar de lado su objetivo, aun cuando casi alcanzaba el cuerpo y a los temibles seres que lo transportaban.

Sin embargo había otro detalle, uno en el que no había pensado: la madriguera era demasiado angosta como para que pudiera darse vuelta.

Sintió pánico y entonces se acordó del túnel lateral por el que acababa de pasar, retrocediendo con dificultad hasta ahí. Metió las piernas y consiguió darse vuelta. Se arrastró con desesperación a la salida, ignorando el dolor de sus rodillas. Entonces sintió una punzada en su pierna. Unos dientes afilados traspasaban su carne. Pataleó com frenesí para escapar de sus atacantes y escuchó un chillido intenso, seguido por el murmullo apresurado se patas que emprendían la huida.

Dirigió la linterna hacia atrás y se estremeció de terror: varias ratas lo observaban con atención, sos ojos malévolos relucían ante la luz. Estaban deformes y eran del tamaño de gatos. Tras ellas, una silueta oscura se desvaneció en la penumbra, pero eso no le impidió sentir miedo ante sus descomunales proporciones. La luz detuvo a los roedores por un instante, antes de que volvieran a acercarse con cautela, con los dientes pintados de escarlata.

Masson sacó su pistola con dificultad y apuntó. No se encontraba en una buena posición. Tuvo cuidado de apuntar hacia las zonas húmedas del túnel para no lastimarse. El impacto lo ensordeció unos momentos. Luego, en cuanto el humo se disipó, verificó que las ratas no estaban. Guardó el arma y volvió a reptar con rapidez por el pasadizo. Más no tardó en volver a escuchar como las alimañas corrían, abalanzándose sobre él. Invadieron sus piernas, mordiendo y chillando con locura. Masson gritó al tiempo que cogía la pistola. No se disparó de milagro. Sin embargo, las ratas no retrocedieron tanto esta vez.

Él aprovechó para arrastrarse tan rápido como podía. preparado para abrir fuego ante el siguiente ataque. Escuchó el movimiento de sus patas e iluminó nuevamente con la linterna. Una gran rata grisácea se detuvo para mirarlo, moviendo sus bigotes y balanceando su repugnante cola, de lado a lado. Le disparó y se retiró corriendo.

Siguió reptando. Se había parado a descansar un segundo, al lado de la entrada de otro un túnel, cuando se percató de un bulto extraño bajo la tierra húmeda, a pocos pasos de él. Pensó que era un montículo que se había desprendido del techo, hasta que vio que se trataba de otro cuerpo humano. Una momia seca y arriada, que se movía hacia él.

Bajo la luz de la linterna, contempló su cara horrible a pocos centímetros de la suya. Era un rostro descarnado, el semblante de un cadáver que había estado enterrado largos años, reanimado por aquellas criaturas infernales. Sus ojos estaban hinchados y vidriosos, expresando su ceguera. Al encontrarse con Masson, el cuerpo emitió un gemido lastimero a través de sus labios podridos, que formaron una mueca hambrienta. A Masson se le heló la sangre. Cuando aquel cuerpo estaba por alcanzarlo, se introdujo a toda prisa por el túnel lateral.

Escuchó que arañaban la tierra bajo sus pies y el gruñido perplejo de la rata que lo seguía. Masson miró hacia atrás, gritó e intento escapar aterrorizado a través de la madriguera. Se arrastraba torpemente, mientras las piedras le abrían heridas en rodillas y manos. El lodo le cubría los ojos, más no se atrevió a parar un solo segundo. Siguió corriendo a gatas, gimiendo, rezando y dejando escapar maldiciones.

Las ratas chillaron victoriosas y se le fueron encima con miradas voraces. Masson por poco y se rindió ante sus dientes, pero una vez más consiguió liberarse de ellas. Lleno de pánico, se sacudió, gritó y disparó hasta quedarse sin municiones. Había ahuyentado a las ratas.

Entonces vio que se encontraba debajo de una gran piedra, que enclavada sobre el túnel, presionaba dolorosamente su espalda. Vio que se movía y tuvo una idea: ¡si lograba hacer caer, bloquearía el túnel!

La tierra estaba mojada. Se incorporó y empezó a remover el barro que sostenía la roca. Las ratas se acercaban, podía ver como brillaban sus ojos ante el destello de la linterna. Continuó cavando, desesperado. La piedra estaba cediendo. Le dio un tiró y la arrancó de sus cimientos. Las ratas estaban cerca… era el enorme roedor con el que se había topado antes. Gris, asqueroso, avanzaba exhibiendo sus dientes deformes. Masson volvió a tirar de la roca y sintió como resbalaba. Entonces volvió a arrastrarse por el túnel, mientras la piedra se derrumbaba a sus espaldas, provocando un inesperado chillido de agonía.

Algunos terrones húmedos le cubrieron las piernas. Más adelante, otro desprendimiento capturó sus pies, del cual logró salir con esfuerzo. ¡El túnel completo se estaba desplomando!

Jadeando con pavos, reptaba mientras la tierra caía. El pasadizo se fue haciendo más estrecho hasta llegar a un punto en el que no podía mover las manos ni las piernas para continuar. Masson se retorció igual que un gusano, hasta notar un trozo de raso debajo de sus dedos y toparse con algo que le impidió avanzar. Movió sus piernas y verificó que no se habían quedado atrapadas en la tierra. Se encontraba boca abajo. Al intentar erguirse, vio que el techo del túnel estaba por tocar su espalda. El terror lo inundó. Al escapar de aquella criatura ciega y horrible, se había metido en un túnel adyacente y sin saluda. ¡Estaba en un ataúd! ¡Un ataúd vacío, al que había accedido por el orificio que las ratas le habían hecho por el extremo!

Trató de colocarse boca arriba sin éxito. La tapa del féretro le obligaba a permanecer inmóvil. Inspiró e intentó empujarla. Era inútil y aun cuando consiguiera salir del ataúd, ¿cómo podría salir a través del metro y medio de tierra que lo cubría?

Casi no podía respirar. Sentía un calor asfixiante y el hedor era insoportable. En un arrebato de pánico, arañó el forro hasta desgarrarlo. Intentó inútilmente cavar con sus pies en la tierra que lo mantenía prisionero. Si pudiera cambiar su postura, podría cavar con sus uñas una abertura hacia el aire…

Una cruel agonía le penetró el corazón, sentía como el pulso se le escapaba por los globos oculares. Sentía su cabeza hinchada, como si le fuera a estallar. Y entonces escuchó los chillidos de triunfo de las ratas. Gritó, enloquecido, más no consiguió apartarlas esta vez. Por breves segundos se retorció con histeria dentro de su angosto encierro y entonces, se tranquilizó, exhausto por la falta de oxígeno.

Cerró sus párpados, sacó la lengua ennegrecida y se abandonó a la oscuridad de la muerte, mientras los chillidos dementes de las ratas resonaban en sus oídos.

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