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El secreto de Saúl

Enviado por dach2901  

Saúl era un niño que vivía rodeado de comodidades y privilegios. Su padre era un experto cirujano y su madre una escritora de éxito, así que la familia residía en una enorme casa con jardín, piscina y un garaje en el que dormían dos coches de alta gama. A sus once años no le faltaba de nada: vestía a la última moda, tenía un cuarto privado repleto de juegos, y en la pared de su dormitorio colgaba una televisión tan grande que más bien parecía una pantalla de cine.

A pesar de su gran fortuna, Saúl se pasaba el día con el ceño fruncido y mostrando una actitud tan apática que daba la sensación de estar enfadado con el mundo. Últimamente no soportaba madrugar y odiaba tener que ir al colegio cinco días por semana, sobre todo porque su profesor le parecía un señor insoportable y cada vez hablaba menos con sus compañeros de aula. ¿Para qué fingir que sus temas de conversación le parecían interesantes?… Por si esto fuera poco, ni una sola asignatura atraía su atención. Malgastaba el tiempo mirando a las musarañas y abriendo la boca para soltar ruidosos bostezos cada dos por tres.

Si hacía buen tiempo, cuando a las tres terminaba la jornada escolar, Saúl cruzaba la calle cargado con su mochila y caminaba un corto trecho hasta llegar al Parque de los Almendros. Era su lugar favorito para desconectar de los problemas de matemáticas y la larga lista de capitales de países que le obligaban a memorizar. Una vez allí, solía sentarse en un banco de madera desde el cual podía contemplar una panorámica preciosa de la arboleda y del lago con forma de corazón donde siempre chapoteaban unas cuantas familias de patitos.

Sucedió que, una de esas tardes, se acercó a su banco habitual, tomó asiento, y al mirar al frente descubrió que a pocos metros habían colocado una estatua de mármol blanco. Le llamó mucho la atención, pues representaba la figura de un niño de su edad, descalzo y cubierto de harapos, que parecía mirarle fijamente.

– ¡Qué estatua tan deprimente! Podían haber puesto la figura de un príncipe o una diosa romana en vez de la de un andrajoso mendigo.

Según pronunció estas palabras, escuchó una voz infantil.

– ¿De verdad crees que solo soy un trozo de piedra al que un escultor ha dado forma?

Saúl dio un respingo y su corazón empezó a latir a toda velocidad. Tras unos segundos de desconcierto, se abanicó con la palma de la mano y trató de recomponerse. ¡El calor de esos primeros días de verano le estaba haciendo delirar!

– ¡Qué susto! Por un momento pensé que la estatua me estaba hablando. ¡Será mejor que me vaya!

Se estaba poniendo en pie cuando volvió a escuchar la misma voz.

– Sí, te hablaba a ti. ¡Aguarda, por favor!

Saúl miró de izquierda a derecha por si algún paseante había oído lo mismo que él, pero sorprendentemente nadie parecía percatarse de nada. Atemorizado, anduvo unos pasos y se situó junto a la escultura anclada al pequeño pedestal. A simple vista calculó que el chico de piedra tenía su misma edad y estatura, pero cuando lo miró con más detenimiento se estremeció porque se parecía muchísimo a él: la misma forma ovalada del rostro, los ojos rasgados, la nariz respingona heredada de su abuelo… ¡Era una réplica casi perfecta de sí mismo!

– ¡¿Pero qué está pasando aquí?!

Se le ocurrió que quizá todo era parte de un programa de televisión de esos que gastan bromas pesadas a la gente que va tan tranquila por la calle, así que se fijó en los árboles cercanos por si entre las ramas localizaba alguna cámara oculta. No vio nada extraño y se le erizó la piel. La situación comenzaba a producirle pavor.

– No te preocupes, no estás loco. Por increíble que parezca, me estoy comunicando contigo y solamente tú puedes escucharme. Tócame, que te prometo que soy completamente inofensiva.

Saúl obedeció. Aparentemente la estatua era como otra cualquiera: dura, fría e impasible, pero la escuchaba hablar como si fuera un humano de carne y hueso. ¿Cómo era posible? ¿Utilizaba un sistema de telepatía? ¿Alguien la dirigía desde una torre de control? ¡Estaba tan perplejo que ya no era capaz de distinguir si las palabras le entraban por las orejas o iban directamente a su cerebro!

– ¿Quién eres?… ¿Quién te ha fabricado y por qué te pareces a mí?

– La historia es muy larga de contar, pero para resumir te diré que soy el resultado de un impresionante experimento científico.

A Saúl empezaron a temblarle las piernas como flanes y se puso tan nervioso que creyó que iba a desmayarse.

– ¿Un experimento? ¿Cómo esos que salen en las pelis de ciencia ficción?

– ¡Exacto, has dado en el clavo!

Su cara se desencajó y notó que el sudor le caía a chorros por el cuello.

– No tienes nada que temer; lo entenderás en cuanto te lo explique.

– ¡Pues no sé a qué estás esperando!

– Un grupo de expertos lleva años trabajando en un importante centro de investigación de esta ciudad con un objetivo: lograr que todos los niños que viven aquí sean felices.

Saúl suspiró profundamente.

– ¡Ah, vale, eso no parece peligroso!

– No, no lo es, pero se requieren muchos años de trabajo para desarrollar un proyecto tan complejo.

– ¡Ah! ¿Sí?

– ¡Ni te lo imaginas! Han colaborado decenas de especialistas y se ha invertido muchísimo dinero en la tecnología más avanzada que existe. Por suerte, todo ha salido a las mil maravillas y los resultados están siendo inmejorables.

A Saúl la historia le sonaba a pura fantasía, pero estaba tan intrigado que no podía dejar de escucharla.

– Lo primero que han tenido que hacer es instalar un sistema de radares especiales en todos los barrios de la ciudad.

– ¿Radares?… ¿Para qué?

– Para detectar las emociones de las personas desde que nacen hasta el día que comienzan su vida adulta, es decir, durante toda la infancia y adolescencia. Si algún radar registra que algún niño o joven necesita ayuda, el centro de investigación pone en marcha el Plan de Rescate Emocional.

– ¿El plan de rescate qué?

– De rescate emocional. No te preocupes, se trata de algo muy sencillo: estudian el problema para saber por qué es infeliz, y el laboratorio diseña un tratamiento a medida para acabar con su tristeza.

Saúl estaba completamente alucinado, como si estuviera dentro de una película futurista o se hubiera adelantado quinientos años en el tiempo.

– ¿Y qué es lo que hacen exactamente? ¿Te pinchan con jeringas gigantes? ¿Te meten en cabinas para recibir ondas de choque? ¿Te rodean la cabeza con cables y te conectan a un generador eléctrico?

– ¡Ja, ja, ja! ¡Qué va! ¡Menudas ocurrencias tienes! Los métodos para sanar emociones son muy variados y ninguno duele ni nada parecido. En tu caso, han decidido fabricar una estatua con tus rasgos utilizando una impresora 3D y un dispositivo de sonido de última generación. O sea… ¡yo!

Saúl se sintió ofendido.

– ¿En mi caso? ¿Qué quieres decir con eso?

– Pues que he venido para ayudarte. ¡Me han diseñado exclusivamente para ti!

– ¡¿Qué?!

– Lo que oyes. Estoy aquí para tener una charla contigo porque soy tu medicina emocional.

El chaval se indignó, y con cierto desprecio, miró a la estatua de arriba abajo.

– ¡Qué bobadas dices, yo no necesito ayuda! Además, tú no eres mi otro yo. Vale, te pareces a mí físicamente, pero vas con ropa vieja, no llevas zapatos…

La estatua puso en marcha el tratamiento especial, que como ya habrás adivinado, consistía en hacerle pensar.

– Sí, tienes razón. Soy una versión un poco diferente de ti. Digamos que represento lo que podrías haber sido tú si no hubieras nacido en una familia rica y de buena posición. ¿Alguna vez has pensado cómo sería vivir en un barrio pobre, en una casa sin agua ni calefacción? ¿Te imaginas tu vida sin chocolate, sin tu reproductor de audio digital o sin esas zapatillas tan modernas que calzas?

Saúl fue sincero.

– No, la verdad es que no.

– Pues muchos chicos de tu edad viven con muy poco, yo diría que con casi nada, en muchísimos lugares del mundo. De hecho, no hace falta salir de nuestra ciudad para encontrarlos.

El muchacho se encogió de hombros.

– Ya, pero yo no tengo la culpa de eso.

La estatua le dio la razón.

– ¡Desde luego que no! Nadie elige dónde nace y hay personas con más suerte que otras desde la cuna, pero todos tenemos la capacidad de cambiar ciertas cosas haciendo un pequeño esfuerzo.

– Ya, bueno, si tú lo dices…

– Nuestros radares han detectado que tú, teniéndolo todo, padeces una gran insatisfacción.

Saúl sintió mucho agobio, pero el chico de piedra fue contundente.

– Sé sincero contigo mismo: tienes tanto que te sientes abrumado y no disfrutas de casi nada. Deberías ser muy feliz y, sin embargo, te pasas el día refunfuñando y comportándote de manera inapropiada.

Por alguna razón, el niño tuvo ganas de desahogarse con ese extraño compañero de conversación.

– Sí, últimamente todo me aburre y no me apetece hacer nada.

– ¡Bravo, reconocerlo ya es un paso! ¿Por qué crees que te sucede algo así?

– No lo sé, de verdad que no lo sé.

– Estás afligido, desganado, y estar mal contigo mismo también te aleja de la gente. Sé que ya no te queda más que un buen amigo.

Saúl estaba a punto de echarse a llorar.

– Sí, se llama Jorge, pero no le veo mucho últimamente. No me extraña, a veces resulto insoportable.

– ¿Ves cómo van saliendo las cosas? Tú lo que necesitas es recobrar la ilusión. Cierra los ojos y, durante unos segundos, piensa en algo que te haría feliz.

El niño obedeció y se puso a reflexionar.

– Pues me conformaría con menos cosas materiales a cambio de estar más con Jorge, como en los viejos tiempos.

La estatua verificó todos los datos recibidos, activó su chip solucionador de problemas y, automáticamente, obtuvo una receta personalizada para Saúl:

– Mi propuesta es la siguiente: ¿Por qué no sugieres a tu amigo que te ayude a seleccionar todos esos juguetes que ya no usas? Seguro que la mayoría están casi nuevos y otros niños los podrán aprovechar. Cuando hayáis llenado unas cuantas bolsas, tus padres te recomendarán a dónde llevarlos. ¡Esa experiencia hará que te sientas muchísimo mejor contigo mismo y te enseñará a valorar lo que tienes!

– No es mala idea…

– ¡Misión cumplida! Hasta siempre, mi querido doble humano.

Y, de repente, sucedió algo asombroso: la estatua, que hasta ese momento no se había movido porque lógicamente las estatuas nunca se mueven, le guiñó un ojo y se esfumó. Despareció de su vista como si jamás hubiera existido.

A Saúl casi se le corta la respiración. Allí estaba él, parado en medio del parque, preguntándose si todo había sido un sueño, una alucinación, o simplemente se estaba volviendo majareta. En cualquier caso, tuvo la sensación de que en su interior algo había cambiado, como si se hubiera encendido una lucecita al final de un oscuro túnel.

Se fue corriendo a casa, llamó por teléfono a su amigo Jorge y le contó lo que tenía pensado hacer.

– ¿Te apetece ayudarme, amigo?

– ¡Cuenta conmigo, voy para allá!

Media hora después, los dos niños se pusieron a abrir armarios y a seleccionar muñecos, juegos, puzles… Un montón de cosas más que llevaban años olvidadas en los cajones. Lo metieron todo en bolsas y después fueron al porche de la entrada. Saúl quería pedir consejo a su padre.

– Papá, quiero donar muchos de mis juguetes. ¿Podrías acercarnos a algún lugar donde los necesiten de verdad?

El hombre, que estaba tumbado en una hamaca leyendo una novela, respondió entusiasmado:

– ¡Claro que sí! Conozco el sitio perfecto.

Echó un vistazo a su reloj de muñeca.

– Si mis cálculos no fallan, ahora mismo está abierto. Creo que nos dará tiempo. ¡Vamos!

Se dieron prisa en cargar el maletero del coche y acudieron a la sede de una ONG que se dedicaba a recoger juguetes de segunda mano. Germán, el director, les recibió con los brazos abiertos.

– ¡Gracias por vuestra visita! Es fantástico que vengáis a conocer nuestras instalaciones y que tengáis tantas ganas de aportar vuestro granito de arena.

Saúl estaba contentísimo.

– Mi amigo Jorge y yo hemos juntado más de treinta juguetes y mogollón de libros, pero me gustaría saber cuál será su destino.

Germán, encantado, se lo aclaró:

– Una parte se repartirá por diferentes hospitales para que los niños enfermos puedan entretenerse durante el tiempo que estén ingresados. ¡No os imagináis cuánto les beneficia y ayuda a superar los malos momentos!

Saúl y Jorge aplaudieron entusiasmados.

– Y la otra se regalará a familias desfavorecidas que no tienen suficiente dinero para comprar a sus hijos ni un simple muñeco de trapo. Para muchos pequeños recibir uno de estos juguetes será uno de los días más emocionantes de su vida, os lo aseguro.

Saúl tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ponerse a llorar, desbordado por la emoción.

– ¡Por favor, por favor, llévaselos cuanto antes!

Germán se rio.

– ¡No te preocupes! Mañana mismo una furgoneta de la organización se encargará de que todos lleguen a su destino en perfectas condiciones.

Saúl y Jorge se abrazaron. Acababan de hacer algo realmente bonito por los demás y los dos sintieron que ese acto reforzaba su amistad.

– Gracias por tu ayuda, Jorge. Ha sido genial pasar el día contigo organizando todo esto.

– ¡De nada, amigo! Si te parece, la semana que viene podrías venir tú a mi casa y ayudarme a revisar mis cosas. ¡Seguro que conseguiremos llenar algunas cajas más para traerle a Germán!

– ¡Por supuesto!

Completamente eufóricos se despidieron del director de la ONG, salieron a la calle y subieron al automóvil aparcado en la puerta. ¡El tiempo había pasado volando y ya casi era la hora de cenar! Padre e hijo llevaron a Jorge a casa, y después reanudaron la marcha por las carreteras medio vacías del centro. El niño, sentado en el asiento de atrás, estaba radiante de felicidad.

– ¿Sabes una cosa, papá?

– Dime, hijo.

– Hoy me he dado cuenta de lo afortunado que soy. No tengo derecho a estar todo el día quejándome por tonterías.

– Me alegra que digas eso, Saúl. Nunca es tarde para pararse a valorar las cosas que de verdad merecen la pena, y lo bonito que es ser solidario con los que menos tienen.

– Creo que de mayor quiero ser como Germán. ¡A partir de mañana estudiaré mucho y algún día haré algo grande por los demás!

– Eso es fantástico, cariño. Aún eres pequeño, pero a lo largo de los años irás descubriendo tu vocación; si al final te decides por una profesión que sirva para mejorar el mundo, tu madre y yo nos sentiremos muy orgullosos.

De camino al hogar pasaron por delante del Parque de los Almendros. Saúl acercó su carita al cristal de la ventanilla y, a pesar de que estaba anocheciendo, distinguió su banco favorito, la gran arboleda y el brillo del lago al fondo. Sin retirar la mirada, preguntó a su padre:

– Papá, ¿piensas que hoy en día existen radares potentes que controlan las mentes de los humanos?

– ¡¿Pero qué dices?! ¿Te encuentras bien?

– ¡Lo digo en serio! ¿Crees posible que los habitantes de esta ciudad seamos parte de un gigantesco experimento científico?

El hombre se partió de risa.

– ¡Ja, ja, ja! ¡Ay, hijo, qué cosas tan raras se te pasan por la cabeza! ¡Creo que deberías ver más documentales de historia y menos cine fantástico!

A Saúl se le escapó una sonrisilla y, en ese mismo instante, decidió que guardaría su pequeño gran secreto el resto de su vida.

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El envidioso

Enviado por dach2901  

Un joven llamado Alfonso vivía en una bonita casa de paredes blancas y tejado colorado, situada en las afueras de la ciudad. La vivienda estaba rodeada de jardines floridos, sonoras fuentes de agua, y un enorme huerto gracias al cual disfrutaba todo el año de verduras y hortalizas de excelente calidad.

Alfonso era un tipo privilegiado que lo tenía todo, pero curiosamente se sentía frustrado por no haber podido cumplir uno de sus grandes sueños: llenar su propiedad de árboles frutales. Durante meses había intentado cultivar distintas especies empleando todas las técnicas posibles, pero por alguna extraña razón las semillas no germinaban, y si lo hacían, a las pocas semanas las plantas se secaban. Con el paso del tiempo el hecho de no tener un simple limonero le produjo una sensación de fracaso que no podía controlar.

———–

El huerto de Alfonso estaba delimitado por un muro de piedra tras el cual vivía Manuel, su vecino y amigo de toda la vida. Él también tenía una casa muy coqueta y un terreno donde cultivaba un montón de productos del campo. Podría decirse que ambas propiedades eran muy parecidas salvo por un ‘pequeño detalle’: Manuel tenía un hermosísimo ejemplar de manzano que despertaba en Alfonso feos sentimientos de rabia y celos.

– ¡Qué fastidio! Manuel tiene el manzano más impresionante que he visto en mi vida. Si la calidad de nuestra tierra es igual y regamos con agua del mismo pozo, ¿por qué en mi huerto no prosperan las semillas y en el suyo sí?… ¡Es injusto!

En lo de que era impresionante Alfonso tenía toda la razón. El árbol superaba los quince metros de altura y era tan frondoso que sus verdes hojas ovaladas daban en verano una sombra magnífica. Ahora bien, lo más bonito era verlo cubierto de flores en primavera y cargadito de frutos los meses de verano. Si todas las manzanas de la comarca eran fantásticas, las de ese manzano no tenían parangón: una vez maduras eran tan grandes, tan amarillas, y tan dulces, que todo aquel que las probaba las consideraba un auténtico manjar de los dioses.

Por fortuna Manuel era dueño de una obra de arte de la naturaleza, pero su amigo Alfonso, en vez de alegrarse por él, empezó a sentir que una profunda amargura se instalaba en lo más hondo de su corazón. Tan fuerte y corrosiva era esa emoción, que en un arrebato de envidia decidió destruir el maravilloso árbol.

– ¡Hasta aquí hemos llegado! Contaminaré la tierra donde crece ese maldito manzano. Sí, eso haré: echaré tanta porquería sobre ella que las raíces se debilitarán y eso provocará que el tronco se vaya destruyendo lentamente hasta desplomarse. ¡Manuel es tan inocente que jamás sabrá que fui yo quien se lo cargó!

Así pues, una noche de verano en la que salvo los grillos cantarines todo el mundo dormía, se deslizó entre las sombras, trepó por el muro cargado con un saco lleno de basura, avanzó sigilosamente hasta el árbol y vació todo el contenido en su base. Cometida la fechoría regresó a casa, se metió en la cama y durmió a pierna suelta sin sentir ningún tipo de remordimiento.

———–

A partir de ese momento la vida de Alfonso se centró en una sola cosa: conseguir derribar el esplendoroso árbol de su amigo. El plan era mezquino, miserable a más no poder, pero él se lo tomó como algo que debía hacer a toda costa y no le dio más vueltas. Cada atardecer recogía deshechos como las pieles de las patatas, las raspas de los pescados que guisaba, las cacas que las gallinas desperdigaban por todas partes… ¡Todo acababa en el saco! Al llegar la noche, como si fuera un ritual, saltaba el muro y lanzaba los apestosos despojos a los pies del árbol.

– ¡Hala, aquí tienes, todo esto es para ti!

De regreso a su hogar se acostaba con una sonrisa dibujada en el rostro. En ocasiones los nervios le impedían dormir y permanecía despierto durante horas, regodeándose en su maquiavélico objetivo:

– La muerte de ese detestable manzano está muy cerca. Será genial ver cómo se pudre y acaba devorado por las termitas ¡Je, je, je!

¡Qué equivocado estaba el envidioso Alfonso! Al concebir su macabro proyecto se le pasó por alto que cada vez que echaba restos de comida o excrementos sobre la tierra la estaba abonando, así que el resultado de su acción fue que el árbol ni se pudrió ni se secó, sino que al contrario, creció todavía más sano, más fuerte, más altivo. En pocas semanas alcanzó un tamaño nunca visto para un ejemplar de su especie, sus ramas se volvieron extremadamente robustas, y lo más increíble, empezó a dar manzanas gigantescas como sandías. Su dueño, consciente de que eran únicas en el mundo, pudo venderlas a precio de oro y se hizo rico.

Durante años y a pesar de la evidencia, Alfonso siguió cometiendo la torpeza de echar desperdicios sobre las raíces del manzano. ¡El muy mentecato seguía convencido de que algún día lo vería desparecer! Como te puedes imaginar nunca logró su propósito y su amigo Manuel vivió cada vez mejor.

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Si encuentras un libro llamado «El cuento de Roly Poly», ¡no lo abras! ¡No lo leas!

Enviado por dach2901  

El libro no aparentaba ser particularmente macabro. No tenía imágenes espeluznantes en la portada. No había palabras de advertencia. Tan solo era un lienzo en rojo, liso, con letras doradas que decían: «El cuento de Roly Poly».

Nunca había visto el libro hasta que Ginny lo sacó de su colección en el estante. Pensé que podría haber sido olvidado por los propietarios anteriores. Después de todo, acabábamos de mudarnos al vecindario hacía un mes
Ginny ya estaba acurrucada debajo de las sábanas cuando abrí el libro. A los seis, ella estaba aprendiendo a leer y por eso no necesitaba que la obligaran a acostarse, siempre y cuando cumpliera con mi promesa de contarle una historia. Bueno, debo rectificar: casi nunca lo necesitaba. Las princesas eran su nueva obsesión y ya habíamos agotado la mayoría de los clásicos como La bella durmiente y Cenicienta. El cuento de Roly Poly parecía una buena desviación de la lista habitual.

—¿Estás seguro de que quieres este, calabaza?

Ginny bostezó:

—Sí, papi.

Me encogí de hombros y comencé a leer:

Había dos niños
Dos niños como tú.

Uno se llamaba Jack
El otro era Hugh.

Los muchachos se sentaron en su habitación,
Pues no tenían nada que hacer aún.

Estaban tan aburridos
Un bugaboo común.

El libro contenía una ilustración simple de dos niños en un dormitorio, decorado con papel tapiz de béisbol.

Pensaron y pensaron:
Resoplaron indiferentes,

Hasta que Hugh dijo: ¡Uf!
¡Suficiente es suficiente!

¡Vamos a jugar un juego!
Cambiaremos este cabo suelto.

¡Ya sé! Dijo Jack,
Llamaré a mi amigo en este momento.

Gruñí internamente y esperé que Ginny se durmiera pronto. Esto no era exactamente como el Dr. Seuss.

Jack tomó el libro
Y siguió leyendo las palabras escritas:

Sal, sal
Tú, viejo payaso tonto.

Con un silbido y un silbido,
Y fizzle y pop,

Llegó Roly Poly,
Con un gran gran plop.

Había una figura enorme que empequeñecía a los dos niños a su lado. Pertenecía a un hombre vestido como un payaso de pantomima tradicional, completando su apariencia con una peluca rizada, maquillaje blanco y labios rojos estridentes.

¿Cómo lo hice?, Dijo el payaso, he venido a jugar
¿Tú?, Dijo Hugh, ¡Santo cielo, querido Moley!

No tengas miedo, dijo Jack,
Es solo Roly Poly.

¿Qué haremos? —Dijo Hugh emocionado,
Mientras sacaba sus juguetes del desorden del armario.

Hubo juegos de varios nombres,
Llenos de cables y megavatios.

Una máquina de karaoke,
un trampolín y dos robots de infarto.

¡Oh no! Dijo el payaso
¡Esto no será suficiente!

Vamos a jugar algunos juegos reales
Olvídense de esta tecnología deficiente.

Vengan conmigo y verán
Mi casa es bastante genial,

Tendrán todo lo que necesitan
En la tierra de Topsy-Turvy.

Los dos muchachos asintieron
Sus corazones se llenaron de alegría.

Tomaron la mano del payaso,
¡Y contó tres Mississippi en el acto!

Hugh y Jack cerraron los ojos
Mientras el mundo giraba y giraba.

Gritaron de alegría
Al ver que en nuevo lugar estaban.

La casa del payaso era espléndida.
Llena de dulces y golosinas, la diversión nunca terminaría.

Sin padres, sin quehaceres, sin acostarse, ni seguir reglas,
No había tareas horribles de aburridas y viejas escuelas.

Los muchachos jugaban y jugaban y los tres estaban contentos,
Hasta el día fatídico en que el payaso, de tristeza se puso enfermo.

¿Qué pasa, Roly Poly?
¿Hay algo que podamos hacer por ti?

Los muchachos preguntaron y preguntaron:
Mientras su preocupación crecía y crecía.

Oh, queridos, murmuró el payaso,
Mis disculpas, mis más humilde disculpas.

Tengo mucha hambre, confesó
Mientras su gran barriga gruñía.

¿Quieres chocolate o papas fritas o pastel de crema pegajosa?
Tenemos hot dogs y helados y malteadas deliciosas.

Pero el payaso sacudió la cabeza
Porque le dolía mucho la panza.

Entonces agarró al pequeño Hugh,
¡Una buena comida serás tú!

Se me revolvió el estómago cuando vi el contenido de la página siguiente. Cerré el libro de inmediato.

—Es hora de dormir, princesa.

Ginny intentó protestar, pero sus párpados estaban llenos de sueño.

—¿Qué le pasó al niño, papá?

—Te lo diré mañana.

Besé a Ginny en la frente y apagué la luz.

Bajé las escaleras y me serví una copa grande de vino, antes de volver a abrir el libro. La página que había cerrado mostraba la ilustración de una escena espantosa. El payaso sostenía a uno de los niños sobre su cabeza y había mordido el lado izquierdo de su cuerpo. Sus dientes arrancaban trozos de carne rosada mientras la sangre goteaba por sus labios manchados de rubí. Los ojos del pequeño estaban cerrados, su cara surcada de lágrimas, yacía congelada en una expresión agónica. Espoleado por una morbosa curiosidad, continué leyendo:

Roly Poly agarró al niño y lo sostuvo en alto.
Dio un gran mordisco: el dulce Hugh era tan suave.

Él reía y roía, masticaba y sorbía,
Y cuando no quedaba nada, eructó con una sonrisa.

Miró a su alrededor; sin encontrar a Jack.
El chico había escapado; la persecución había comenzado.

Jack se agachó y huyó, corrió y corrió,
Roly Poly solo rió entre dientes: ¡Vuelve aquí, jovencito!

Este lugar es grande; de hecho, ¡se extiende!
No hay salida, escapar no puedes.

El payaso tenía toda la razón, por mucho que lo intentara,
Jack se apresuró a escapar, pero no había salida que lo esperara.

El niño se cansó, el aliento le faltaba,
Roly Poly se puso al día, sonando bastante alegre:

Eres más duro que la mayoría, contigo haré un buñuelo.
Y colgó al niño en un viejo anzuelo.

El niño gritó y gritó: ¡Eres un gran mentiroso!
El payaso se relamió los labios avivando el gran fuego.

Pasé a la última página. El niño colgaba de un gancho sobre una gran hoguera. Partes de su piel estaban agrietadas y ennegrecidas, a la vez que las llamas lamían su pequeño cuerpo. El payaso alimentaba el fuego sosteniendo un palo en la mano. La otra mano saludó al lector cuando una sonrisa maníaca reveló dos hileras de dientes largos y afilados.

El payaso estaba muy feliz, esta dulce carne era una delicia,
Saludó al chef: —¡Buen provecho!

Me desperté temprano a la mañana siguiente y cogí el periódico que habían dejado en la puerta. Era domingo, pero no me gustaba dormir. Me hice una taza de café y miré el titular en la encimera. Mi corazón se congeló:

Quinto aniversario de la desaparición de niños locales

Cientos han participado en un mitin de conmemoración para honrar el quinto aniversario de la desaparición de los hermanos Hugh y Jack Healy.

Los hermanos, de ocho y seis años, fueron secuestrados de su hogar el 7 de enero de 2012. La policía ha emitido una nueva solicitud de información este fin de semana [la historia continúa en la página 3].

Salí corriendo y quité la tapa del bote de basura. ¿Quizás quien escribió ese libro sabía algo sobre la desaparición de los niños? Como mínimo, necesitaba denunciar este material enfermo a la policía. Mi estómago dio un vuelco mientras miraba el contenido de la lata. El libro ya no estaba.

Un pánico primario se elevó en mi pecho cuando subí corriendo a la habitación de Ginny. Un solo pedazo de papel yacía sobre las sábanas arrugadas de su cama vacía:

Ginny escogió un buen libro,
Una hermosa historia para contar,

Pero a papá no le gustó
Él pensó que era trivial.

Detuvo la historia en el momento de gloria,
¡Oh no, para ti esta parte no es apta!

Al payaso no le gustó eso
Pero ni un poquito.

Entonces Roly Poly fue a buscar a Ginny;
Él nunca había estado tan delgado.

¡Vamos a divertirnos un poco!
Le mostraremos a ese viejo.

Y ahora juega Ginny,
En la tierra Topsy-Turvy.

Lleno de azúcar y especias.
Y todas las cosas que son femeninas.

Mientras la princesa tiene joyas,
y hermosos vestidos de raso.

El payaso solo sonríe,
Ella lo hará, engordará.

Ha pasado una semana desde que Ginny desapareció. Le di aquella página a los policías, pero están tan desconcertados como yo. Cada verso infernal de ese horrible libro está grabado en mi cabeza. No puedo dormir. No puedo comer. Escribo esto como último recurso para hacerte una advertencia. Si encuentras este libro, no lo abras, no lo leas. Llama a la policía.

La vida de un niño puede depender de ello.

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La partida maldita

Enviado por dach2901  

Yo era un chico de 14 años llamado Roberto y tuve la peor experiencia en videojuegos. Sin más, aquí les dejo mi historia.

Estaba sentado en una banca del colegio cuando de pronto aparecieron mis tres amigos muy entusiasmados: Juan, Mario y Pedro. Me contaron que en la Play Store había salido un juego llamado Free Fire, yo no sabía de qué se trataba así que los chicos me mostraron un video, me pareció bastante entretenido. Cuando llegué a mi casa tiré mi mochila, agarré mi teléfono y descargue Free Fire.
Mientras se instalaba yo miraba en mi computadora videos del juego. Luego de que se terminó de instalar, llamé por teléfono a mis amigos y les dije que jugáramos unas partidas online. Escribí sus nombres para mandarles una solicitud de amistad y empezamos a jugar.

Ya iban a dar las 5:00 pm y como mi teléfono tenía 35% de carga, lo puse a cargar y me fui a dar un baño y a comer. Mis padres me dijeron que iban a ir a visitar al hospital a una tía mía, que estaba enferma y que regresarían al día siguiente. Un rato después hice mi tarea y justo cuando iban a dar las 8:00 pm, les dije a mis tres amigos que haría una pijamada. Llegaron como a las 8:30 pm y empezamos a jugar Free Fire; el tiempo transcurrió sin darnos cuenta, hasta que dió la 1:00 a.m. En todas esas horas nos habíamos vuelto Platino 2, pero había algo muy extraño en el juego pues ya no nos dejaba jugar en escuadra; lo único que podíamos jugar era contra escuadra.

De pronto, escuchamos por los micrófonos una voz ronca:

—Van a jugar contra escuadra cada uno por 30 minutos, los que pierdan morirán y si no juegan morirán al instante.

Al oír eso empezamos a jugar pero Pedro, en una de las partidas, del miedo murió. Con lágrimas nos dijo que no perdiéramos el resto de las partidas; nosotros seguimos jugando pero Mario fue el siguiente en perder.

Solo quedaban 9 minutos, Juan y yo entramos a otra partida, ambos íbamos muy bien pero Juan murió porque lo atacaron por detrás. Todos se despidieron de mí.

De pronto, alguien empezó a pegarle a la puerta hasta que la rompió. Yo y mis amigos corrimos a mi cuarto pero Mario se tropezó en las escaleras. Juan, Pedro y yo nos escondimos abajo de mi cama, sin embargo Pedro lloraba muy fuerte y el intruso lo escuchó. Juan salió de la cama y saltó por la ventana; desafortunadamente alrededor de mi casa había trampas para osos. Cuando Juan cayó las trampas lo asesinaron.

Pedro y yo corrimos a la puerta de salida, pero Pedro se tropezó con el cadáver sin ojos de Mario. Yo salí de mi casa y me escondí detrás de un árbol; en el interior de mi casa sólo se escuchaban los gritos de Pedro pidiendo piedad, gritos que se desvanecieron en tan sólo unos segundos.

En ese momento, llegó a mi teléfono un mensaje que decía lo siguiente: Estoy detrás de ti, pero no te mataré porque tú sí duraste los 30 minutos de las partidas malditas. La próxima vez no tendrás tanta suerte.

Esto es lo que me pasó, ahora cada noche oigo pasos en el pasillo de mi casa. Ya le conté a mis padres pero me tachan de loco y me llevan a un psicólogo, si no quieren que les pase lo que a mí, nunca jueguen de nuevo Free Fire.

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la llamada mortal

Enviado por dach2901  

Esta historia habla sobre un grupo de amigos, que no imaginaban lo que pasaría después de que un miembro en el grupo terminara de narrar una historia de terror.

Esther Herrera, Claudio Ruiz, Patricia Rhodes, Jason Guzmán y June Barrera, eran unos amigos que siempre se la pasaban saliendo para el cine o salían juntos a parques de diversiones.
Un día los padres de Esther se van de viaje por una semana por cuestión laboral, por lo que Esther se queda en la casa sola. Ella aprovecha y llama a sus amigos para que la acompañen.

El día viernes, sus amigos llegan con equipajes para pasar la semana con ella, quedándose sorprendidos y un poco preocupados al entrar, ya que la sala está a oscuras y tiene las puertas y ventanas con seguro. Claudio le pregunta a Esther:

– Esther, ¿por qué tienes la sala de tu casa a oscuras y las puertas y ventanas aseguradas?

– Porque les contaré una historia de terror.

– Wow… – dice Patricia – ¡una historia de terror! Creo que es un buen comienzo para pasar la semana en tu casa.

– Realmente espero que sea buena la historia -Dice Jason.

– Bueno, cuéntala -Dijo June.

Esther les indica que se pongan cómodos para comenzar a narrar la historia.

– Muy bien, esta historia trata sobre una asesina en serie que mató a varias personas después de que contestaran una misteriosa llamada telefónica.

Su nombre era Heather Miller, una chica que a sus 17 años sufría abusos verbales y psicológicos de su madre. Cuando su papá logró obtener su custodia, tomó la decisión de echar a la mujer de su casa, no solo por los abusos a los que sometía a Heather, si no también porque buscaba problemas en la parroquia donde estaban viviendo.

Pasan los días y no surgen más problemas, Heather sigue estudiando para terminar el quinto año de bachillerato, ya que faltan unos meses para su graduación.

Un día, cuando la joven llegaba a su casa, le dice a su papá que tiene una citación para el lunes con el director.

– ¿Por qué te han mandado una citación? ¿Qué fue lo que hiciste?

– Nada que yo sepa, solo dijeron que debes que ir.

Llega el lunes y su papá va al liceo, una vez que entra en la oficina del director del plantel, este lo recibe y lo invita a sentarse.

– Disculpe la molestia señor Miller, pero lo estaba llamando para hablar sobre la conducta que tiene su hija.

– ¿Qué hizo Heather? -preguntaba el señor Miller.

– Resulta que su hija está fuera de control, últimamente se esta metiendo con una compañera que estudia en su mismo salón de clase, está tan descontrolada que hasta le partió la boca a la chica.

– Pero Heather esta sacando buenas notas en sus estudios, ¿verdad?

– ¡Claro! Ella saca buenas notas, pero no puedo permitir que se meta con su compañera.

– ¿Cómo se llama esa compañera de Heather?

– Se llama Betty Todd.

– Ah, Heather me había dicho que le rompió la boca a una chica porque la había abofeteado, pero no me dijo su nombre. Por eso me sorprende, director.

– Escuche señor Miller, faltan tres meses para que su hija salga del liceo, cuando termine de graduarse llévela a un psicólogo, para que este problema no continúe en futuros años.

– Lo haré.

– Gracias por su tiempo señor Miller, pero sobre todo por venir, es usted un buen padre.

– Gracias a usted por avisarme sobre el asunto, que tenga un buen día.

– Igual usted.

A partir de entonces no ocurrieron más problemas con Heather. Pasaron dos meses desde la citación y por fin llegó el mes de Julio, y con el día de la graduación. La muchacha se gradúa con su mejor amiga, Hanna Montiel, quien decide hacer una fiesta para celebrar.

Heather va a la fiesta con su pareja, Gabo Stewart, donde la pasan bien hasta que ve a Betty.

– Oye Hanna, ¿por qué rayos invitaste a Betty a la fiesta? -le pregunta a Hanna- ¡Sabes que no la soporto!

– La invité porque a final de cuentas es una compañera y no me gusta ser egoísta con los demás. Así que no te molestes Heather.

– Ok, no te preocupes.

Los chicos continúan divirtiéndose hasta que Heather no ve a Gabo, pero lo más extraño es que no ve a Betty tampoco, así que vuelve a buscar a Hanna.

– Hanna, ¿sabes en donde vive Betty?

– ¡Claro! Ella vive tres casas después de esta.

– Gracias Hanna.

Heather se va y Hanna y los chicos siguen celebrando. Un par de horas más tarde se escuchan tiros. La joven se asusta ya que se oyeron cerca de su casa, por lo cual le pide a un amigo que llame a la policía.

Pasan unos minutos antes de que lleguen las autoridades.

Hanna ve como los paramédicos llevaban sobre una camilla a una persona cubierta, como si hubiera fallecido. Cancela la fiesta haciendo y se dirige a una oficial de la policía.

– Disculpe oficial, ¿sabe qué paso por aquí?

– Lo que pasó fue que hubo un homicidio.

– ¿Un homicidio? No puede ser, ¿sabe usted cómo se llamaba la víctima?

– Se llamaba Betty Todd, fue asesinada con múltiples apuñaladas. Que triste es eso.

– ¿Qué? Ella vivía por aquí, por esta parroquia.

– ¡Qué tragedia! ¿Usted la conocía bien?

– No, exactamente -dijo Hanna

Los colegas de la oficial la estaban llamando, por lo que ya no pudo hablar con Hanna. La investigación desvela que en la casa de la víctima, se encontró una cédula de identidad con el nombre de Gabo Stewart.

La policía espera a que el joven aparezca, pues no se lo ha vuelto a ver. Emiten un boletín de desaparición para Gabo, y para Heather, a la que tampoco encuentran.

A medida que pasan los meses y los años, ocurre una serie de homicidios en los que las víctimas reciben una llamada. La voz, proveniente de una chica, les insultaba antes de asesinarlas dentro de un período de tres a ocho días. Todas eran mujeres y hombres, muertos a puñaladas o por múltiples disparos.

Otra cosa que tienen en común son sus problemas de drogas e infidelidades. En dos años se han encontrado más de quince víctimas y tanto Heather como Gabo siguen sin aparecer. Mientras tanto, la policía y la prensa bautizan a la asesina como la rápida, puesto que siempre va un paso delante de las autoridades.

Un comunicado de prensa se publica explicando lo siguiente:

Se advierte a la audiencia que, en caso de recibir una llamada de un número desconocido y con la voz de una chica en particular, es mejor colgar. Existe la posibilidad de que su ubicación sea rastreada por este medio para cometer un crimen.

Hasta la fecha no hay pistas que conduzcan a la asesina, por lo que además se recomendó poner atención a las llamadas extrañas. La desconocida es peligrosa y aun no dan con su paradero.

– Esa fue la historia chicos, ¿les gusto? -pregunta Esther

– Es buena pero, ¿de dónde la sacaste? -inquiere Claudio

– Mi mamá tiene amigos en la policía y le hablaron del caso, ellos me lo dijeron a mí y resulta que contacté a esta chica, Hanna, por Facebook, para que me diera unos detalles. Agrupé eso y lo convertí en una historia de horror.

– ¿Qué? ¿En serio? No puede ser que de verdad exista esa asesina que llama y mata a las personas, ¡creo que hay que tener mucho cuidado! -dice Patricia.

– Bueno, eso paso a diez casas de la mía, suena perturbador y se sabe. Pero creo que esa mujer debe estar lejos de esta comunidad.

– ¿Cuándo comenzó este caso sin resolver? -pregunta Jason

– En 2015.

– Que locura, en fin, supongo que todo es un misterio extraño -dice June

– Claro, pero ya es hora de dormir… los llevaré a sus habitaciones para que se puedan acostar.

Antes de irse a dormir y después de acomodar a sus amigos, Esther busca un atizador de chimenea y lo guarda bajo de su cama por si acaso, le toca defenderse de alguien.

Revisa su reloj que marca las 10:00 pm, y entonces recibe una llamada. Al responder lo único que puede escuchar es estática, así que cuelga y apaga el celular. Finalmente se queda dormida.



Esther se despierta de golpe y mira el reloj. Es la 1:00 pm. La chica se pone sus sandalias y agarra el atizador de chimeneas, ya que siente que algo no está bien. Cuando sale de su habitación ve los pasillos llenos de sangre, pero eso no la detiene.

Al entrar en la habitación de Claudio y Patricia, los encuentra amarrados de los tobillos, manos y boca. Esther les quita las cuerdas que tienen en los labios y Claudio habla.

– ¡No puede ser! Por Dios Esther, es real, si existe esa asesina, ¡se llevó a June y a Jason!

– No se preocupen, los terminaré de soltar.

– ¡No! No lo hagas, dijo que te lastimaría si lo haces -dice Patricia

– No me interesa, los soltaré a ambos y cuando rompa algo de vidrio, ustedes bajan rápido, ¿de acuerdo?

Esther toma su atizador y comienza a bajar sola las escaleras hasta llegar a la sala. Sobre la alfombra hay dos cuerpos, en los cuales termina el rastro de sangre.

Cuando Esther esta apunto de quitar la alfombra, es sorprendida por la misteriosa chica que la agarra y la empuja contra la pared. Esther le pega con su atizador en la cara derribándola en el piso, y para dejarla bien inconsciente, toma un florero y se lo rompe en la cabeza.

Claudio y Patricia bajan al escuchar el estruendo. Luego, entre los tres, retiran la alfombra y se quedan horrorizados al descubrir que ocultaba los cuerpos de June y Jason, apuñalados hasta morir.

Todos acude a la estación de policía, donde Esther explica a los oficiales, que ella y sus amigos fueron atacados por la asesina que apodaron como La Rápida. Ella cree que la asesina puede ser Heather, aunque no está segura.

Cuando la policía acude a su casa, no encuentra a la chica que la había atacado.

Esther está en paz hasta que le llega una llamada misteriosa, sabe que no es buena idea responder pero, como esta molesta con todo lo que ha ocurrido, decide contestar.

– Hola Esther, ¿sabes? Creo que esta noche ha sido muy alocada.

– Ya cállate… eres Heather ¿verdad?

– Pues sí, lo soy. Bueno, creo que debes mirar en el porta equipaje de tu auto, encontradas a alguien que durante tres años te ha estado preocupando, preguntándote si sigue vivo o no.

Esther va a su vehículo, cuando toca el porta equipaje lo siente frío. Apenas lo abre, descubre que la persona que metida en el auto es nada mas y nada menos que Gabo Stewart. Había sido asesinado con 2 disparos en su rostro, su cuerpo estaba congelado para preservarse por más tiempo.

– ¿Porque lo hiciste? -la pregunta a Heather- ¿Por qué le destruiste así su vida?

– ¿Por qué? Porque Gabo estaba contigo, eso no lo podía tolerar, igual que no podía tolerar a Betty. Maté a Jason y June porque a ambos les gustaba acosar a niños pequeños. Eso no lo podía soportar. ¿Sabes? También te iba matar, pero me di cuenta que no vale la pena porque ahora vas a lidiar con esos traumas que te causé. Adiós Esther.

Un mes más tarde, Esther y su familia se mudan a un nuevo apartamento, mientras que Claudio y Patricia publican en Facebook una historia de terror contando lo que les había pasado: Llamada mortal.

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Pepe, un cachorro muy orgulloso

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Era verano en un pequeño pueblo llamado Blue -sí, como azul en inglés-. Ahí, en una casita de madera de la calle Capricornio vivía junto a sus dueños un bonito perrito pastor alemán de pura raza.

Pepe era un cachorro joven pero bien grandecito, de pelo largo y revoltoso de color marrón con manchas negras, los ojos eran como su pelo ¡y al darle el sol se le ponían más bonitos aún!, su boca era grande y sus colmillos perfectos (parecía que los tenía de porcelana…) Pero no todo en él era tan precioso… a veces tenía las uñas sucias por jugar en la tierra. Pepe era también un perrito muy orgulloso…
Como era verano, en Blue hacía mucho sol y muchísima calor, tanta que parecía que la carretera se estuviese derritiendo como si de una tableta de chocolate en pleno desierto se tratase. Si había una cosa que Pepe odiara era salir a pasear con tanto sol.

Era un poco vago… le gustaba meterse en su casita de madera y no salir de ahí en todo el día. Su dueña estaba un poco preocupada, porque cuando era un perrito bebé, a Pepe le encantaba pasear por la playa y hacerse amigo de los otros perritos, pero ya no. Se quedaba casi todo el día a la sombra de su casita de madera, donde dormía, comía, y bebía nada más y nada menos que… ¡¡Coca Cola Zero!!

La culpa de que tomase refrescos en vez de agua… era de Karmy, la perrita cocker de la vecina. Era la única amiga de Pepe. A ella le encantaba beber gaseosas bajas en azúcar. Era una perrita que cuidaba mucho su aspecto y un poco presumida y orgullosa también.

Una noche, Karmy fue a visitar a su amigo Pepe y le ladró:

—¡Hola amiguito Pepe! ¿Te puedo decir una cosa sin que te moleste?—

—¡¡¡Holaaaaaaaa Karmy!!!— Pepe se alegró mucho porque era la única amiga que tenía.

—Pues… creo que deberías dejar de tomar tanta Cola o salir más a pasear!—

—¡¡¡Pero si fuiste tú la que me la dio de tomar la primera vez!!!— le contestó de mala manera Pepe. —¡¡¡VETE DE MI CASA PERRITA PRESUMIDA!!!— le gritó.

Y la pobre Karmy, apenada se marchó y no volvió a visitar a Pepe nunca más…

En ese mismo momento el pastor alemán se arrepintió de como había tratado a su amiga:

—Lo siento mucho perrita—, pensó Pepe. —Creí que te reías de mí por no salir a pasear nunca y ser un cachorro grandecito…— Pero al ser un gran perro pastor alemán, su orgullo le impidió decirle a Karmy que lo sentía mucho y que volviesen a ser amigos. Y así, el pobre Pepe se quedó triste tomando su Coca Cola, pensando en Karmy…

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La Gallina de los Huevos de Oro (versión moderna)

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Muy arriba en las nubes, dicen que hace mucho tiempo había una ciudad de gallinas mágicas, las cuales en lugar de poner huevos normales, ponían huevos de oro puro. Es por eso que estas gallinas pesaban mucho.

No se sabe el origen de estas gallinas o si aún siguen existiendo. Pero lo que sí se sabe es que un día unas gallinitas bebés estaban jugando a las escondidas. Galla era una de las gallinitas que estaban jugando. De pronto Galla se alejó demasiado, lo más rápido que pudo, para que sus amigas gallinitas no pudieran encontrarla.

Entonces Galla corría y corría mirando hacia atrás para ver si alguien se daba cuenta en donde se iba a esconder. Galla se olvidó que en la Escuela de las Gallinas de Oro se enseñaba que si uno se alejaba mucho de los límites de la ciudad, sufriría una caída sin retorno hacia un vacío eterno y desconocido.

De pronto Galla se acordó lo que le habían enseñado en la escuela pero ya era demasiado tarde. Se dio cuenta que ya no había donde pisar y luego de 2 segundos estaba cayendo hacia el vacío. Galla agitaba sus alas pero era inútil. No podía luchar contra la caída. No podía hacer nada. Hasta que sintió que su velocidad iba disminuyendo gracias a unas hojas inmensas de un árbol gigantesco que para suerte de ella estaba plantado en el agua y poco a poco amortiguaba la caída hasta que finalmente su sumergió suavemente sin sufrir daño.

Su instinto de supervivencia hizo que saliera a flote y nadara hasta la orilla. Al poco rato vio que una fila de gallinas pasaba cerca.

-¿Ustedes también se cayeron? -preguntó Galla.

-¡De qué hablas? Es la primera vez que pasamos por aquí. El granjero nos dio permiso para pasear un rato. Él es muy buena persona y seguramente te recibirá en la granja con mucho gusto -respondieron.

-Vaya. Yo en realidad vivo en las nubes. Estaba jugando con mis amigas pero me caí y no sé cómo regresar.

-¿Vives en las nubes y te caíste? Bueno lo más probable es que sí te hayas caído y te hayas golpeado la cabeza. Por eso crees que vivías de las nubes. Si quieres síguenos. Puedes ser nuestra invitada. Te invitaremos a cenar mientras nos cuentas y tratas de recordar de dónde vienes en realidad. Tienes suerte de que nuestro granjero sea el más amable de todo el mundo.

Entonces Galla las siguió y en 5 minutos llegaron a la granja. Cenaban y Galla les contaba todo lo que había en la Ciudad de las Gallinas de los Huevos de Oro. No le creían pero igual la escuchaban porque era entretenido saber que en las nubes había una gran ciudad en donde las gallinas vivían muy felices y no trabajaban para un granjero.

En medio de la conversación, Galla se sentó y todas la miraban de forma muy extraña. Galla se veía rara. Entonces Galla se paró y todas se asombraron mucho más. Galla había puesto un huevo…… ¡pero de oro! Le preguntaron a Galla por qué había puesto un huevo de oro y ella se sorprendió porque pensaba que todas ponían huevos como los de ella. Entonces todas empezaron a creerle la historia de que en las nubes había una ciudad de Gallinas de Huevos de Oro.

De pronto se escucharon pasos que se acercaban al gallinero. ¡Era el granjero! Si veía que Galla ponía huevos de oro, ¿qué iba a pasar? Aunque era un hombre bueno, no sabían cómo iba a reaccionar alguien pobre con tanta riqueza de la noche a la mañana. Todas acordaron guardar el secreto.

El Granjero se dio cuenta de Galla, pero no le dio mucha importancia. La miró y le dijo: «¿Y tú de dónde saliste? Bueno una gallina más. No hay problema». Le puso un nido para que descanse y se fue.

Y así se pasaron un par de años en un abrir y cerrar de ojos. Cada vez que Galla ponía un huevo de oro, tenían que enterrarlo y poner un huevo normal debajo de ella. Las Gallinas se turnaban para regalarle un huevo normal a Galla.

Un día, el hijo del granjero enfermó. El granjero cada día recogía los huevos pero con una enorme tristeza que hasta las gallinas lloraban de pena. Todos los días escuchaban al granjero discutir con su esposa porque el dinero no alcanzaba para curar a su hijo que podría morir si no se le curaba en menos de una semana.

«Tenemos que hacer algo»-decían. Entonces acordaron entre todas que podrían darle los huevos de oro al granjero para que cure a su hijo e invierta en la granja. Galla no estaba de acuerdo porque tanto oro repentinamente podría hacer más daño que bien al granjero. «¿Cómo saber si está preparado para tener tanto oro de la noche a la mañana?»- les dijo Galla.

De todas formas la mayoría decidió que el granjero era muy buena persona, así que todas confiaban en que todo el oro inclusive las beneficiaría a ellas pues el granjero podría instalar aire acondicionado, colocar un piso de concreto en la granja y una televisión para que ellas puedan ver sus películas favoritas.

Entonces ahora tocaba crear un plan para hacer que el granjero encuentre los huevos de Galla.

Al día siguiente el granjero ingresó para recoger los huevos y cuando ya se estaba yendo una de las gallinas que estaba cerca de la puerta se tiró encima del granjero haciendo que parezca algo casual. Se le cayeron los huevos al piso e inmediatamente se echó a limpiar con un trapo. Mientras limpiaba, sin darse cuenta estaba escarbando ya que el piso era de tierra.

Las gallinas estaban felices porque el granjero estaba a punto de descubrir el secreto. Por fin terminó el granjero y se levantó, respiró profundamente y se puso a mirar con un poco de pena el piso pensando en los huevos que había perdido. Pero de repente vio algo amarillo. Al principio pensó que era una yema de huevo. Pero al intentar limpiarlo…….. ¡sacó un huevo de oro de la tierra! Y luego otros más hasta que encontró todos. Pensó: «¿Esto es magia? ¿Habré encontrado una mina de oro? ¿Dios me está recompensando por ser un buen hombre? o es que acaso ……… no eso es imposible. No creo que alguna de las gallinas haya estado poniendo huevos de oro. Eso sería absurdo».

Salió de la granja, fue a su casa, le dio a su mujer los huevos para que los venda al día siguiente y consiga al mejor doctor para curar a su hijo. Tomó un vaso de leche y se echó a la cama. No podía dormir pensando en lo que había ocurrido. No podía creerlo. Tenía que descubrir la verdad. Estaba obsesionado con los huevos de oro. Luego de un par de horas se durmió. Pero al poco tiempo se despertó con una idea en mente.

Era de noche aún y todas las gallinas estaban durmiendo. Colocó unas cámaras de vigilancia que tenía guardadas en su sótano. Era solo cuestión de tiempo y el granjero descubriría de dónde provenían los huevos de oro.

Al día siguiente las gallinas estaban nerviosas. Conversaban acerca de lo que harían. De pronto Galla puso un huevo de oro como de costumbre, el cual lo enterraron y pusieron un huevo normal en el nido de Galla. El granjero estaba atónito. No podía creerlo.

De pronto se escuchaban las pisadas del granjero que se acercaba a la granja otra vez. El granjero entró y sin decir nada se llevó a Galla. Todo el gallinero se entristeció al ver al granjero tan cambiado y porque probablemente le haría daño a Galla.

La encerró en su sótano y le dijo que más le valía que pusiera 10 huevos todos los días o sino la abriría para ver si dentro de ella encontraba 1000 huevos de oro.

Galla puso 3 huevos ese día. El granjero estaba desesperado y le insistía que ponga más huevos. A pesar de la actitud del granjero, Galla estaba muy tranquila y parecía controlar la situación. Galla le dijo que eso era imposible. Le confesó que había una forma de conseguir muchos más huevos de oro. Consistía en esperar a que Galla tenga hijos lo cual en total demoraría entre 3 y 6 meses para que pusieran huevos de oro. Para ello le dio una receta para alimentar a sus futuras crías para que pudieran poner huevos de oro como ella.

El granjero no tenía paciencia. Estaba súper apurado y quería tener muchos huevos de oro ese día. Entonces le dijo que no quería esperar tantos meses y que menos iba a invertir tiempo y dinero haciendo esa receta especial.

Entonces Galla le dijo: «Lo lamento granjero. Estaba dispuesta a ayudarte con tu hijo y que le des un futuro mejor a él, tu mujer y a todo el gallinero. Pero veo que tu avaricia es más grande que tu sabiduría. No has sabido valorar mi propuesta. Espero que cuando se te presente otra oportunidad en la vida, la valores mejor y sepas aprovecharla. Yo no voy a perder mi tiempo con un insensato malagradecido. Recuerda mis palabras.»

Apenas terminó de hablar la gallina mágica, dio un brinco y con las alas hizo que el hombre insensato pierda la visión por un momento. Eso le dio tiempo para poder salir de allí. Se dirigió al gallinero, les contó todo lo sucedido a sus amigas y las convenció a irse de allí para buscar un lugar mejor.

El granjero se quedó desolado al ver que no podría dar un futuro mejor a su esposa e hijo. Ahora que ya no estaba desesperado, se había dado cuenta del grandísimo error que había cometido.

Al poco tiempo unas gallinas exploradoras encontraron a Galla y a sus nuevas amigas y todas se fueron juntas a vivir a la ciudad de las gallinas mágicas.

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La niña, el hada y los fósforos mágicos

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Había una vez, en una de esas navidades tristes, una niña pequeña llamada Rosa. Ella era muy pobre y tenía muchos hermanitos pequeños que tenían hambre y no tenían qué comer en casa. Su mamá estaba en cama producto de una enfermedad y su papá había fallecido el año pasado. Rosa era la hermana mayor y sentía la responsabilidad de salir a la calle a buscar los alimentos para el hogar.

Un día, se despertó y se dijo a sí misma :»Ya sé qué voy a hacer». Rosa estaba entusiasmada porque sentía que había tenido una súper idea. Se le ocurrió salir a las calles a vender caramelos. Al final del día se dio cuenta que no había vendido lo suficiente para obtener ganancias. Entonces se le ocurrió que ahora vendería panes en las calles. Al final de ese día también se dio cuenta que no había vendido lo suficiente para ganar dinero pues la gente ahora prefería comer panetón y ya no pan.

Rosa no podía comprar panetones para vender porque no tenía dinero para invertir. Rosa estaba perdiendo la esperanza. Al día siguiente ya no despertó entusiasmada, sino todo lo contrario. Entonces salió a caminar por la calle, sobre la nieve espesa, dirigiéndose hacia el bosque. La leyenda en el pueblo cuenta que en el bosque hay un monstruo que desaparece a las personas. Por eso es que nadie del pueblo se atrevía a ir al bosque ni siquiera para buscar leña.

A Rosa no le importó y caminó durante dos horas hacia el bosque pues estaba muy alejado de la ciudad. Por fin llegó, aunque ya estaba atardeciendo y le entró un pequeño susto cuando escuchó un ruido más o menos fuerte. Rosa tenía más curiosidad que miedo, así que se embargó en un pequeño viaje hacia dentro del bosque. Rosa caminaba y caminaba… cuando de pronto sintió que una luz se acercaba detrás de ella.

Cuando Rosa se volteó para ver, no había nada. Siguió caminando y sintió la luz de nuevo. Volteó pero tampoco había nada. Entonces a la tercera vez que sintió la luz, ya no volteó sino que dijo algo y sin querer queriendo empezó un diálogo:

Rosa:»¿Quién anda ahí?»

La voz le respondió suave y simpáticamente: «¿Quién eres tú?»

Rosa dijo: «Me llamo Rosa, ¿y tú?»

La voz: «¿No te da miedo venir a mi bosque? ¿Sabías que la leyenda dice que yo desaparezco a las personas?…¿Sabías que dicen que soy un monstruo?»

Rosa: «Pues la verdad es que yo no tengo miedo. Soy una niña valiente pero a decir verdad, estoy perdiendo la esperanza de poder conseguir alimento para mi hogar…por eso no me importa venir aquí. Además quería conocerte»

La voz: «Pues reconozco que eres muy valiente. En mil años, eres el primer ser humano que se armó de valor y vino a visitarme. Yo sé todo sobre ti. Sé cuales son tus problemas y también sé lo que voy a hacer para ayudarte. Yo soy un hada y a partir de ahora seré tu hada madrina. Aquí en el bosque me aburro y por ello he decidido ir a la ciudad contigo, aunque la única que me podrá ver serás tú»

Rosa se puso muuuy feliz y supo de inmediato que ya no estaría preocupada por conseguir alimento. Total, ¿Qué le puede faltar a una niña que tiene un hada?

El hada: «A partir de mañana, vas a vender fósforos en las calles.»

Rosa: «¿Fósforos? ¿Será buena idea?»

El hada: «Vas a tener que confiar en mí. Solo hazlo. Yo te daré un saco de fósforos, así que no te costará nada.»

Rosa: «Está bien.»

El hada: «Lo único que te pediré es que cuando converses en las calles, digas a las personas que la leyenda del monstruo del bosque que desaparece personas, es falsa. Y que por el contrario allí existe un maravilloso bosque con muchos animalitos y con un manantial de agua cristalina. Diles también que ese manantial es mágico y que con tan solo ir allí, pueden pedir un deseo cada año, que siempre se cumplirá.»

Entonces Rosa hizo todo lo que su nueva hada le dijo. Efectivamente, el hada convirtió el bosque en un lugar precioso de la noche a la mañana. Rosa se dio cuenta que mientras vendía los fósforos, aparecían más dentro del saco. ¡Los fósforos nunca se acababan! A Rosa nunca le faltó comida en su hogar a partir de ese día y fue feliz con su hada madrina y todas las navidades fueron felices para ella y su familia. A partir de ese día muchas personas han dejado de contar la leyenda del monstruo del bosque pero pocas son las que se han animado a ir allí a pedir su deseo pues aún sienten el temor de que pueda aparecer el monstruo.

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rapunzel

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Una pareja de esposos hacía mucho tiempo que sufrían porque no podían tener un bebé, pero un día la esposa supo que Dios le daría pronto un hijo. En la parte posterior de la casa había un jardín muy bello, pero al frente había un gran muro que separaba la casa y no dejaba ver más allá.

Se decía que el muro le pertenecía a una bruja muy mala. Pero un día de tanto mirar el jardín, a la esposa se le antojaron comer unos rapunzeles que estaban cerca al muro, pero a pesar del riesgo su esposo no dudo en lanzarse al jardín. El esposo cayo pesadamente pero pronto se incorporo y llevo corriendo un gran puñado de rapunzeles para su amada esposa.
Una vez que ella lo preparo y comió, luego le gustaron tanto que se antojaba mucho mas de ellas, el esposo que no quería que la ansiedad y el antojo enfermaran a su esposa, se arriesgo una vez mas y fue al jardín. Llegando allí se vio cara a cara con la malvada hechicera quien enojada le reclamo:

-«¿Como es posible que te hayas atrevido a ingresar a mi jardín como un vulgar ladrón»?.

-«Es que mi esposa esta embarazada y tiene muchos antojos de rapunzeles».

Más calmada la bruja pensó un poco y continuo diciendo:

-«Si es así entonces llevaras todo lo que ella quiera de mi jardín con la condición de entregarme tu bebé, no le faltara nada y estará bien cuidado». dijo la hechicera.

El esposo muy afectado acepto la condición y llevo todo lo que se le antojaba a su esposa.

Cuando la niña nació la bruja se la llevo, la bebé era muy bella y la llamo desde entonces Rapunzel. Cuando tuvo doce años la llevo a la niña a vivir sola en el bosque y la mantuvo incomunicada en una torre que no tenía ni puerta ni escalera. Cada vez que ella quería ver a la niña, le pedía que soltara sus largas trenzas para subir e ingresar por la ventana. Y así era cada vez que quería.

Pasaron unos años y el príncipe que oyó el canto de Rapunzel, quedo maravillado de su dulce y encantadora voz. Hasta que un día logró subir, al estar frente a ella, ésta quedo espantada, pues creyendo que sería su madrastra la bruja, ella soltó sus trenzas sin imaginar encontrarse cara a cara con un príncipe.

Cuando la convenció de sus buenas intenciones Rapunzel decidió que aceptaría irse con el hijo del rey. Pero un día engañado por la bruja, al subir a la torre, se encontró con la malvada mujer, su amada ya no estaba allí.

La bruja se burlo del príncipe quien desesperado salto de la torre lastimándose y quedando ciego, así vago por el bosque durante varios años. Pero un día oyó la voz de su amada y al fin se encontraron ellos y los dos gemelos que Rapunzel tuvo del príncipe.

Rapunzel muy triste al ver ciego a su amado lo recostó en su piernas y lloro, sus lágrimas cayeron en los ojos de su príncipe y al fin pudo recuperar la visión. Fueron a vivir a palacio y todos fueron muy felices.

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el niño y la luz

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Hace mucho tiempo había un niño de nombre Kang, que vivía en un pueblo muy remoto de la Antigua China. Sus padres eran humildes campesinos, quienes trabajando duro y privándose de todo tipo de ojos, habían logrado logrado sacarlo adelante. No obstante apenas tenían para comer y la casa en la que habitaban, era muy pequeña.

Aquella sacrificada pareja solo compartía un sueño, y era que Kang estudiara para trabajar en la ciudad y convertirse en un hombre importante. No querían que tuviera la misma clase de vida que llevaban ellos.
Kang lo sabía muy bien y era por eso que procuraba portarse bien y cumplir en la escuela. Siempre se había destacado por ser un alumno estudioso y muy inteligente, aunque conforme pasaba el tiempo era más difícil. De día, tenía que ayudar a su familia a trabajar el campo y solo podría estudiar hasta que se hacía de noche. Esto suponía un gran inconveniente, ya que ellos no contaban con lámparas para alumbrar su diminuta cabaña.

El niño ya no sabía que hacer, ¡sin luz era imposible leer y se iba a atrasar en sus clases! Así nunca iba a poder aprobar sus exámenes, y mucho menos asistir a la universidad, ni trabajar en la ciudad.

Aquel año el invierno fue terrible, la nieve cubrió por completo los campos. Cierta noche, Kang se asomó a una ventana para mirar y se percató de que la nieve, tan blanca e inmaculada, desprendía una luz suavísima y muy hermosa, que iluminaba tenuemente su habitación. Y él, que era tan astuto, decidió aprovecharla para ponerse a leer. Se colocó su abrigo, se calzó unas botas calientitas y salió en silencio, para no despertar a sus padres.

La nieve era tan espesa, que se tumbó sobre ella como lo hacía en su cama y abrió un libro. Gracias a esa luz que le proporcionaba la naturaleza, pudo repasar todas sus lecciones y aprendió muchísimo. No importaba que el frío fuese crudo, ni que sus manos se estuvieran congelando a tal grado, que le costaba pasar las páginas. Se quedó allí la noche entera y lo mismo hizo durante todas las noches de invierno.

Pasaron los meses. Un día, llegó la primavera y los rayos del sol calentaron la nieve hasta derretirla. Kang contempló con tristeza el paisaje, preguntándose como podría estudiar, ahora que no tendría la luz que le proporcionaba la temporada invernal.

Por la noche, después de cenar, no pudo conciliar el sueño; la preocupación no le dejaba descansar. Estuvo dando vueltas sin parar en la cama, hasta que decidió levantarse para ir a pasear por el bosque. Al llegar allí, lo que vio lo dejó maravillado: cientos de luciérnagas brillaban en la oscuridad, celebrando la llegada de una nueva estación.

Kang se quedó anonadado ante tan hermoso espectáculo y entonces, tuvo una idea fantástica. Volvió corriendo a casa para buscar sus libros y regresó al claro luminoso del bosque. Allí, en medio de las brillantes luciérnagas, se sentó bajo un árbol y se la pasó leyendo hasta el amanecer. Jamás había estado tan feliz.

Así, noche tras noche, el chico se la pasó estudiando con ayuda de las diminutas criaturas. Gracias a ellas, aprendió todavía más y se convirtió en el mejor estudiante de su clase. Cuando todos creían que su pobreza no le permitiría llegar lejos, él demostró que con perseverancia, esfuerzo y optimismo, podía lograr cualquier cosa que se propusiera. Siguió estudiando de la misma manera durante años: en el invierno, leía con el reflejo de la luz sobre la nieve y en primavera, lo hacía mediante el resplandor de las luciérnagas.

Al crecer, asistir a la universidad y se convirtió en un médico sabio y muy solicitado. Era tan bueno en su profesión, que las familias más importantes de la sociedad demandaban sus servicios. Hizo una gran fortuna y llevó a sus padres a vivir en la ciudad, dentro de una casa lujosa y bella.

FIN

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