Vuestros cuentos
El niño y la luz
Enviado por miigueloso02
En un pequeño y lejano pueblo de China vivía un niño llamado Kang. Sus padres eran unos campesinos muy pobres así que los tres trataban de salir adelante como podían y sin poder permitirse ningún tipo de lujo. Tenían algo de comida y un techo bajo el que dormir, nada más.
El matrimonio soñaba con que algún día su hijo Kang pudiera estudiar. Ambos tenían muy claro que no querían para él la vida que ellos llevaban y aspiraban a que tuviera un futuro más prometedor en la ciudad.
Kang, consciente de esto, era un chico bueno, aplicado, inteligente y estudioso, pero cada día se encontraba con un problema que le ponía las cosas todavía más difíciles. Durante el día ayudaba a sus padres en las labores del campo, y cuando quería ponerse a estudiar, ya era de noche. Esto resultaba un gran inconveniente para él porque en su cabaña de madera no había luz artificial.
Estaba desesperado ¡Quería estudiar y sin luz no podía leer! Deseaba aprobar los exámenes de la escuela y con los años poder ir a la universidad, pero mejorar su educación a oscuras era totalmente imposible.
Un año llegó el crudo invierno y una noche se asomó a la ventana para ver el fabuloso paisaje nevado. Estaba ensimismado cuando se dio cuenta de que la nieve emitía una luz blanca muy tenue, muy bella pero casi imperceptible.
Kang, que era un muchacho muy listo, decidió aprovechar esa pequeña oportunidad que le brindaba la naturaleza. Se puso un viejo abrigo, se calzó sus estropeadas botas de cuero, cogió el material del colegio, y salió de la habitación caminando muy despacito para no hacer ruido.
La capa de nieve era muy espesa pero, a pesar de todo, se tumbó sobre ella. Abrió uno de sus libros y gracias a la luz blanquecina que reflejaba la nieve pudo leer y aprovechar para aprender. El frío era infernal y sus manos estaban tan congeladas que casi no podía pasar las páginas, mas no le importaba porque sentía que merecía la pena el esfuerzo. Permaneció allí toda la noche y como ésa, todas las noches del invierno.
El tiempo pasó rápidamente y un día los rayos de sol de la recién llegada primavera derritieron la nieve. El pobre Kang observó con lágrimas en los ojos cómo su única oportunidad de poder estudiar se disolvía ante sus ojos sin remedio.
Después de cenar se acostó pero debido a la preocupación no pudo dormir. Harto de dar vueltas y más vueltas en la cama decidió salir a dar un paseo por el bosque en el que había pasado tantas horas en vela.
¡La visión que tuvo fue increíble! Contempló emocionado cómo la primavera se había llevado la nieve, sí, pero a cambio había traído un montón de luciérnagas que iluminaban y embellecían las cálidas noches de marzo.
Se quedó un rato pasmado ante el hermoso espectáculo y de repente, tuvo una nueva gran idea. Entró corriendo a su cuarto, cogió los libros y regresó al bosque. Se sentó bajo un árbol de tronco enorme y dejó que las luciérnagas se acercasen a él.
¡Bravo! ¡Su luz era suficiente para poder leer! ¡Se sintió tan feliz! …
Una noche tras otra repitió la misma operación y estudió bajo la brillante luz de los amigables bichitos. Gracias a eso pudo aumentar sus conocimientos y avanzar muchísimo en sus estudios. El chico era pobre y no tenía recursos, pero gracias a su sacrificio, esfuerzo y voluntad, consiguió superar una barrera que parecía insalvable.
Durante años estudió sobre la nieve en invierno y con ayuda de las luciérnagas en los meses de primavera y verano. El resultado fue que consiguió superar todas las pruebas y exámenes de la escuela con calificaciones brillantes.
Al llegar a la mayoría de edad entró en la universidad y llegó a convertirse en un hombre sabio y adinerado que logró sacar a su familia de la pobreza. La vida le recompensó.
Esta preciosa historia nos enseña que nunca hay que venirse abajo ante las dificultades. Con ilusión y esfuerzo casi todo se puede lograr. Vence los obstáculos y lucha por tus sueños. La vida te recompensará igual que al bueno de Kang.
(c) CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA
JOEL ESTABA ATRAPADO EN UNA...
Enviado por dudu
Joel estaba atrapado en una casa embrujada, él se veía en una incomoda situación, estaba siendo perseguido por un grupo de fantasmas.
Joel completamente desconcertado, corre y corre, corre como si no existiera un mañana; a lo lejos, aunque de una manera muy difusa, logra ver la salida, Joel hecha carrerilla para salir ese espantoso lugar; pero para su suerte la puerta esta cerrada y este es acorralado por los fantasmas.
Game Over
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Inevitable final
Enviado por dudu
Estaba acostado, con los ojos cerrados, todos me pedían que no lo hiciera pero lo hice; al parecer no tenía que morir.
El brillo de la luciérnaga
Enviado por miigueloso02
Un día como otro cualquiera, en un campo no muy lejano, una mariquita y una mariposa, grandes amigas, pasaban la tarde burlándose de una luciérnaga. La mariquita tenía unos colores vivos que alegraban mucho el campo, al igual que la mariposa, cuyas alas parecían teñidas de purpurinas. Presumidas por sus grandes cualidades físicas, no lograban ver con buenos ojos a una luciérnaga vecina y, por ende, no la querían como amiga.
Eres un bicho muy feo, vecina- Dijo la mariposa sin ningún pudor refiriéndose a su vecina luciérnaga.
Pero la luciérnaga no respondía a aquellos comentarios burlones y despiadados, ni se sentía humillada ni avergonzada por su aspecto poco llamativo. Ella vivía tranquila segura de sí misma. Tanto, que un día se atrevió a enfrentarse a la mariquita y la mariposa proponiéndoles un interesante plan.
Mañana por la noche voy a dar una vuelta por los prados. Me gustaría que vinierais vosotras también, pues tengo una sorpresa que daros.
La mariquita y la mariposa, que eran muy dadas a la curiosidad, decidieron aceptar la propuesta de la luciérnaga acudiendo veloces en la noche al prado al que se refería su vecina. Pero no lograban encontrar a la luciérnaga por ningún sitio. Pronto, sin embargo, un brillo extraordinario captó la atención de ambas. Sobre el cielo oscuro de la noche parecía verse una estrella muy cercana y con un resplandor brillante y precioso. La estrella pronto descendió posándose a los pies de la mariquita y la mariposa. ¡Cuál fue el asombro de las dos al observar que aquella estrella era en realidad la luciérnaga de la que tanto se habían burlado!
Avergonzadas, pidieron disculpas a la luciérnaga que las aceptó con mucho agrado, recordándoles mientras se marchaban que, la mayoría de las veces, las apariencias engañan.
El lomo de Tamba
Enviado por miigueloso02
En un lago hermoso y tranquilo vivía una familia de grandes hipopótamos. El más pequeño de ellos se llamaba Tamba.
Todos los días Tamba observaba que algunos pájaros pequeños se posaban sobre los hipopótamos y se comían a los insectos que los molestaban.
Un día, cuando Tamba estaba solo, uno de los pájaros se acercó y le dijo:
Buenos días, mi nombre es Trinco. Vengo a pedir tu permiso para comer de los insectos que se posan sobre tu lomo.
¿Mi permiso? —Preguntó Tamba un poco desconcertado.
Sí, ningún pájaro debe posarse sobre un hipopótamo sin antes pedir su permiso —dijo Trinco.
Por favor, vuelve mañana —dijo Tamba—, debo preguntarle a mi madre.
¿Por qué tienes que preguntarle a tu madre? —Preguntó Trinco— ¿Es que no puedes decidirlo tú mismo?
No, debo preguntar primero a mi madre —dijo Tamba.
Seguro que has visto que todos los hipopótamos dejan que los pájaros les limpien sus lomos, ¿verdad? —Preguntó Trinco.
Sí, lo he visto —dijo Tamba.
Entonces no necesitas pedir permiso a tu madre para que yo limpie tu lomo —dijo Trinco.
Pues… no sé —dijo Tamba dudando.
Anda, déjame limpiar tu lomo, tienes unos insectos ahí que se ven muy ricos —le dijo Trinco— además, ¿no te molestan?
La verdad es que no me molestan todavía —dijo Tamba— aunque, ahora que lo dices, empiezo a sentir que me molestan un poquito.
¿Lo ves? ¡Hay que sacártelos de inmediato! Si no lo haces pueden hacerte daño. Ese es nuestro trabajo, limpiar los lomos de los hipopótamos —dijo Trinco—. Me vas a dar permiso, ¿verdad?
Pues… no lo sé… mejor vuelve mañana y te diré lo que me dijo mi madre —dijo Tamba.
Trinco se fue un poco molesto ya que todos los hipopótamos dejaban que los pájaros los limpiaran. Tamba, sin embargo, no quería dejarse limpiar el lomo. ¡Y tenía unos insectos tan grandes y gordos!
Más tarde, Tamba fue hasta donde estaba su madre y le dijo:
Mamá, si un pájaro se me acerca y me pide permiso para limpiar mi lomo, ¿puedo decirle que sí?
¿Algún pájaro te pidió permiso? —Preguntó la madre.
Sí, pero le dije que volviera mañana, porque primero yo debía preguntarte a ti —le dijo Tamba a su madre.
¿Y qué te dijo el pájaro? —Preguntó la madre de nuevo.
Se fue un poco molesto, porque él insistía en que todos los hipopótamos se dejan limpiar el lomo.
Hiciste muy bien hijo —le contestó la madre—, es verdad que todos los hipopótamos adultos nos dejamos limpiar el lomo por algunos pájaros, pero tú aún tienes la piel muy delicada, y si un pájaro te limpia el lomo te hará daño con su pico.
No lo sabía y creo que el pájaro tampoco lo sabe —dijo Tamba.
Lo importante es que hiciste lo correcto y viniste a preguntarme, eres un hipopótamo muy inteligente —dijo la madre.
Nunca debemos hacer las cosas solo porque todos las hagan, siempre debemos preguntar a nuestros padres para saber si es bueno o malo para nosotros.
Expediente Hormiga
Enviado por miigueloso02
Lidia, una niña de cinco años despierta y muy observadora, creía haber revelado un importante misterio para la Humanidad. Estaba convencida de haber descubierto el origen de los marcianos.
Dedicaba horas, en sus ratos libres, a estar en el campo con sus abuelos. Horas en las cuales observaba, muy atentamente, la naturaleza y todo cuanto sucedía a su alrededor, acurrucada bajo el viejo chopo del tatarabuelo Rufo. Pero de todo cuanto podía admirar, sin duda, lo que más le apasionaba eran las hormigas.
A la pequeña Lidia le inquietaba ver de qué manera aquellos minúsculos bichitos iban y venían, de un lado para otro, a lo largo del día. Su manera de actuar parecía demostrar que todas aquellas hormigas supiesen perfectamente a qué punto exacto de la casa o de la huerta del tatarabuelo Rufo debían dirigirse en cada momento y por qué motivo.
Siempre que había pizcas de miga de pan en la cocina, las dichosas hormigas comenzaban a acudir desde el viejo chopo, situado a no menos de cien metros de la casa. Una vez allí, y organizadas en dos bloques perfectos de filas indias, se disponían para recoger los pequeños cuscurros de pan y volvían hasta la sombra del viejo chopo, bajo la cual se enterraban en su hormiguero, desapareciendo, como si no hubiesen estado allí jamás. ¿Cómo podían saber aquellos diminutos seres dónde se encontraba la cocina? ¿Y por qué parecían saber la hora exacta en la cual tendrían dispuestos siempre sus abuelos los cuscurros o las miguitas de pan para llevárselas?, se preguntaba Lidia, atónita, cada vez que observaba el fenómeno. Con toda seguridad, aquellas hormigas debían de pertenecer a algún grupo o familia muy unida y avanzada. En ocasiones, desplegaba su gran lupa y hasta le parecía que reían entre ellas y llegaban a conversar.
Lidia había oído a los adultos hablar sobre todo aquello de las naves espaciales y los extraterrestres…y poco a poco, todo parecía encajar. Observar a aquellas hormigas tan atentamente la había llevado al convencimiento absoluto de que aquellos extraños seres debían de tener algún sistema de control sobre nosotros. Un sistema, tan avanzado, que ni siquiera les hacía falta usar naves para visitarnos, haciéndolo a cuerpo descubierto y enfrentándose a grandes peligros, como la gran pisada del pie del abuelo Pipe.
– ¡Ajá! ¡Os he descubierto! –Exclamó Lidia observando la boca del hormiguero.
Y la pequeña se echó la siesta aquella tarde, increíblemente feliz, bajo la sombra del viejo chopo del tatarabuelo Rufo.
Había dado con el secreto de los marcianos…
El dragón de las palabras
Enviado por miigueloso02
Hace mucho, mucho tiempo…, a finales de la era de los dragones y los castillos, circulaba una leyenda en torno a una bruja tremendamente malvada.
En muchos lugares se había oído y asegurado su existencia y, aunque nadie reconocía haberla visto jamás, todos parecían saber cosas de ella. Habitaba en un castillo lejano de Europa, pero, se decía que era tan poderosa que a todas partes del mundo podía hacer llegar su maldad.
Convencida de que los libros conducían a los hombres al progreso y a la libertad, aquella malvada bruja no quería que el pueblo conociese la lectura, y al dragón de su castillo, todos y cada uno de los libros que se escribían en el mundo, le hacía tragar. La bruja tenía miedo de que la gente leyese y aprendiese a pensar y, tras ello, la despojasen de su castillo, de su poder, y de toda su maldad.
Así, fueron pasando los años y los hombres, poco a poco, se olvidaron de leer y de pensar. Los niños, por su parte, crecieron comunicándose por señas, balbuceando palabras aisladas que jamás veían escritas en ningún lugar, y cuyo significado no llegaban a comprender y nadie les sabía enseñar ya.
El dragón de la horrible bruja, que observaba con profunda tristeza lo que había conseguido finalmente, y hasta donde había llegado su maldad, decidió luchar contra ella y poder devolver así a los hombres su dignidad. Frente a la bruja, el dragón abrió sus fauces decidido a expulsar una gran bola de fuego, como aquella que había hecho arder todos y cada uno de los libros robados por la bruja en la boca de su estómago.
Pero de la boca del dragón no salía fuego, lo que provocó una carcajada de tal magnitud en la bruja malvada, que según dice la leyenda, dio origen a varios terremotos en la tierra. El dragón del temido castillo solo expulsaba palabras, de tantos libros como se había comido.
El niño que insultaba demasiado
Enviado por miigueloso02
- ¡Oh, Gran Mago! ¡Ha ocurrido una tragedia! El pequeño Manu ha robado el elixir con el hechizo Lanzapalabras.
- ¿Manu? ¡Pero si ese niño es un maleducado que insulta a todo el mundo! Esto es terrible.. ¡hay que detenerlo antes de que lo beba!
Pero ya era demasiado tarde. Manu recorría la ciudad insultado a todos solo para ver cómo sus palabras tomaban forma y sus letras se lanzaban contra quien fuera como fantasmas que, al tocarlos, los atravesaban y los transformaban en aquello que hubiera dicho Manu. Así, siguiendo el rastro de tontos, feos, idiotas, gordos y viejos, el mago y sus ayudantes no tardaron en dar con él.
- ¡Deja de hacer eso, Manu! Estás fastidiando a todo el mundo. Por favor, bebe este otro elixir para deshacer el hechizo antes de que sea tarde.
- ¡No quiero! ¡Esto es muy divertido! Y soy el único que puede hacerlo ¡ja, ja, ja, ja! ¡Tontos! ¡Lelos! ¡Calvos! ¡Viejos! - gritó haciendo una metralleta de insultos.
- Tengo una idea, maestro - digo uno de los ayudantes mientras escapaban de las palabras de Manu- podríamos dar el elixir a todo el mundo.
- ¿Estás loco? Eso sería terrible. Si estamos así y solo hay un niño insultando, ¡imagínate cómo sería si lo hiciera todo el mundo! Tengo que pensar algo.
En los siete días que el mago tardó en inventar algo, Manu llegó a convertirse en el dueño de la ciudad, donde todos le servían y obedecían por miedo. Por suerte, el mago pudo usar su magia para llegar hasta Manu durante la noche y darle unas gotas de la nueva poción mientras dormía.
Manu se despertó dispuesto a divertirse a costa de los demás. Pero en cuanto entró el mayordomo llevando el desayuno, cientos de letras volaron hacia Manu, formando una ráfaga de palabras de las que solo distinguió “caprichoso”, “abusón” y “maleducado”. Al contacto con su piel, las letras se disolvieron, provocándole un escozor terrible.
El niño gritó, amenazó y usó terribles palabras, pero pronto comprendió que el mayordomo no había visto nada. Ni ninguno de los que surgieron nuevas ráfagas de letras ácidas dirigidas hacia él. En un solo día aquello de los hechizos de palabras pasó de ser lo más divertido a ser lo peor del mundo.
- Será culpa del mago. Mañana iré a verle para que me quite el hechizo.
Pero por más que lloró y pidió perdón, era demasiado tarde para el antídoto.
- Tendrás que aprender a vivir con tus dos hechizos: lanzapalabras y recibepensamientos. Bien usados podrían ser útiles…
El Elefante Fotografico
Enviado por miigueloso02
Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada vez que le oían decir aquello:
- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que fotografíar...
Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y aparatos con los que fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo prácticamente todo: desde un botón que se pulsara con la trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un elefante, y finalmente un montón de hierros para poder colgarse la cámara sobre la cabeza.
Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara para elefantes era tan grandota y extraña que paracecía una gran y ridícula máscara, y muchos se reían tanto al verle aparecer, que el elefante comenzó a pensar en abandonar su sueño.. Para más desgracia, parecían tener razón los que decían que no había nada que fotografiar en aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan divertida, que nadie podía dejar de reir al verle, y usando un montón de buen humor, el elefante consiguió divertidísimas e increíbles fotos de todos los animales, siempre alegres y contentos, ¡incluso del malhumorado rino!; de esta forma se convirtió en el fotógrafo oficial de la sabana, y de todas partes acudían los animales para sacarse una sonriente foto para el pasaporte al zoo.
Polvo de hada
Enviado por miigueloso02
Érase una vez, un lugar encantado en el que vivían unas bellísimas hadas. Sus alas eran preciosas, de muchos colores, y brillaban tanto que cualquiera las podía ver cuando volaban en el cielo.
De todas ellas, había dos que destacan por encima del resto. Una de ellas se llamaba Alina y la otra Gisela. Ambas tenían las alas más grandes y brillantes de todo el lugar. Tanto que el resto de hadas las admiraban profundamente.
No muy lejos de aquellas hadas vivía Úrsula, la reina de los mundos oscuros. Una hechicera muy fea, llena de verrugas y con la cara muy arrugada.
Cuando la vieja bruja observaba a las hadas pensaba:
- ¡Algún día os robaré vuestros polvos de hada para convertirme en la hechicera más bella del lugar!
Úrsula era tan envidiosa que era capaz de todo. Y así lo demostró el día que las hadas organizaron una fiesta.
Ese día, todas las hadas se pusieron muy guapas y volaron en el cielo mostrando todos sus encantos. Alina y Gisela eran las más brillantes de todas y ese día estaban especialmente bellas.
Cuando Úrsula las vio, no dudó en ordenar a sus cuervos malvados que fuesen a secuestrarlas. Y, mientras Alina y Gisela revoloteaban en el cielo los pájaros se lanzaron a por ellas.
- ¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Mirad esos pájaros tan feos! – gritaban el resto de las hadas desde el suelo.
Las hadas volaron y volaron para intentar escapar, pero los cuervos pudieron raptar a Gisela.
- ¡¡¡Noooooo!!! ¡¡¡Soltarla!!! – gritaban las hadas
Pero los cuervos se la llevaron a los mundos oscuros donde la bruja Úrsula le robó sus polvos de hada y la encerró en una jaula.
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