Vuestros cuentos
El Patito cantarín... Cuento infantil.
Enviado por mayte78
Continuación: El Patito cantarín.
Se lo llevó de viaje a enseñarle la laguna, esta vez desde el cielo, y le encantó al patito, que cantaba y cantaba sin parar… CUAC… CUAC… CUCUAC… CUAC… CUAC… CUCUAC …. ¡así todo el tiempo!... Y llegó a ver lo grande y peligrosa, que era de noche, y la surte que había tenido, que la cigüeña, lo abrigara con su calor.
Y en el viaje, la cigüeña LE DIJO… AL PATITO: Tú ves… Mira…. lo importante, que es… ir al lado de tu mamá y tus hermanitos para no perderte…mira van todos los patitos cerca de su mamá….miró
Para abajo a la laguna… y comprobó que era verdad….SI TODOS VAN JUNTOS, dijo: el patito, mientras estornudaba … Aaachís …aaachís,…aaachís… se le había metido una plumita en la nariz….
Entonces la mamá cigüeña,…. lo llevó de vuelta , nuevamente con su mamá y sus hermanitos…de los que jamás nunca se retiró…sólo para nadar una vuelta de espalda y dos de crol… pues era lo que le gustaba hacer todos los días….y ver a los niños que iban de excursión a la laguna …y les echaban de comer….
Y cuando fue mayor ,…siempre iba con su camisa de cuadros y pantalón corto,… y sandalias …. y calcetines de colores…. Y lo conocían en la laguna como el patito cantarín.
una chica en el fin del mundo
Enviado por zeda-del-rey
Una chica en el fin del mundo. Abrazada a un oso, lo único con lo que comparte su existencia perdida. sola, abstraída y sin amigos, sin nadie. anda absorta por los valles desérticos de lo que parece un planeta, por sus pastizales lanosos y secos, entre sus tierras desquebrajadas y abolladas con arboledas anoréxicas y escasas hierbas; deambulando con desamparo, sin ningún tipo de compañía si no se cuentan los cerriles aliñados, los prados tupidos con pastos mezquinos, las siembras de alfalfa, donde los vientos apaciguados no escandalizan y el cielo habita solitario.
Sin ánimo, ni consuelo, solo los yertos abrazos de su disforme compañero: Un oso desgastado de escuálidos brazos y delgadas piernas, hecho con trapos de coloridos verdosos tal vez así; por la estropees de su tela, cocido con estambre, abotonado con cuatro dijes plastificados como falsos zafiros alineados en el pecho y dos botones negros de saco como ojos sufridos. Y un borde sencillo de relleno mullido como nariz. Lo cuelga siempre de su mano para no perderlo, aunque, aquel, solo hable para sí.
Ella es una niña que de si misma no sabe nada; no conoce su pasado, no recuerda lo que vivió, donde habito ni a quien conoció, y se pregunta si es que en verdad ha existido. Con el único miedo de saberse decepcionada y sin responderse porque sería como contradecirse; solo se imputa la esperanza de conocerse completa, de comprender porque es ella, que nombre le corresponde, a cuánto asciende su edad, a quien le debe la vida, sí su presente es parte de la misma o quizás ya parte de otra, Sabe que sola nunca sabrá la verdad; Pero no haya que le dé respuesta, nada que les sobrevenga a sus cuestionamientos existenciales. Así se queda, a la espera de encontrarse un propósito; sujetada al oso con el que comparte un desorbitado mundo de aislamiento y duda.
El lugar, antes que un nuevo mundo, es más un viejo destierro, que compenetra los suelos con floras marginales, que habita pocos animales y absuelve huecos marinos. Con los campos atravesados de hendiduras cortantes y tierras calientes que abarcan extensiones sin fin, porque es un planeta sin fin. Con su sol titubeante y un impredecible clima embrujado. Donde no se saben encontrar las noches y nunca se extenúan las albas, pero siempre renacen nubes colosales.
Y en algún efímero rodaje de inactivas sensaciones que despabilan por su cabeza y el vago esfuerzo sin resultados de saber más sobre su sentido del ser, la obligan a mirarse a través del trasparente cristal que como espejo funge un charco de agua saliniza al tiempo que reflexiona mientras recoge su cabello con el empeine de sus dedos. entre lapsos cierra los ojos y canta; con la voz armónica de una inimitable sirena, pero los abre luego de que la inerte soledad siembra tristeza en su pecho. Y al instante regresa con su fiel interludio y en ese mundo sin vida, la alegría, que no es tan menospreciada, tiene la encomienda de consolarla.
Toma un descanso sentada en una roca de peso inmediato y los cuervos sangrantes que la observan desde el firmamento seco por el sol; disfrutan al verla solitaria, aun cuando en el juego de la soledad, ella conserva un aura de juventud y belleza. Entonces uno de los cuervos; con alas cortas ligeramente desviadas, los ojos oscuros por la profundidad de su alma, y pequeñas garras punzantes en sus patas; baja de las alturas, figurando pequeños óvalos trazados a su descenso. reposando sobre una rama de geranio puesta justo delante de ella, observa hondamente los dulces ojos marrones de su colindo rostro. Queriendo intimidarla, provocarle infortunio, pero aquella lo reta y lo mira también clavando la vista fijamente su a desgastado cuerpo… es un cuervo viejo, cansado, dispuesto a morir, deja de respirar y cae paralizado, emanando de entre sus tiesas alas el hedor de la muerte zancuda que se descubre.
El cuervo una vez en la tierra comienza a desintegrarse, volviéndose parte de la hierba que abunda cerca de las rocas en donde la chica descansa, y ni se inmuta ni se acongoja. sobre sale el viento que la rodea, bañándola con dientes de león los cuales estallan e impregnan su complexión. y ella, otra ves, sola se quedo.
Yo te recuerdo
Enviado por gabl
Yo te recuerdo cada mañana cuando el aroma del café recién colado impregna la pequeña cocina de mi refugio. Muy lejos quedó el amanecer cobijando nuestros cuerpos hasta que los rayos solares calentaran poco a poco la habitación.
El tiempo alejó la lluvia que veíamos caer a través del ventanal, se llevó el sonido de sus gotas al perder la forma al estrellarse en el piso.
Yo te recuerdo cuando nos sorprendió el mal tiempo paseando por la campiña y nos refugiamos bajo el ramaje de la encina. Allí te abracé, te besé por primera vez, nos besamos.
Ya no importaba si las gotas de la lluvia nos salpicaban, vivimos el momento, la eternidad de un abrazo. Cesó la lluvia y seguíamos allí. Sentados sobre el húmedo suelo, y yo detrás de ti contagiándote del calor de mi cuerpo, abrigando con mi pecho tu espalda, con mis manos tus manos.
Yo te recuerdo en las frías madrugadas sin luna, en las madrugadas que se unen con el amanecer cuando el sol despunta débilmente en el horizonte.
En cada rosa que brota del rosal y el rocío bautiza con su tenue humedad.
Así te recuerdo hoy.
gbl
20/01/2018
Derechos Reservados de Autor
TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR CUANDO...
Enviado por gabl
Todo tiempo pasado fue mejor. Cuando se vive en armonía la felicidad está presente, sin interrupciones de factores externos. Es como písar en el aire, es como flotar y ver el entorno bajo los pies...El tiempo te hace realista, avaricioso, cambia los sentidos y te aleja de lo que realmente amas, te derrumbas arrastrando lo mas hermoso que ha permanecido a tu lado. No hay oportunidad para rectificar, ya no puedes curar el daño causado. Desde ese instante la vida te enseñará lo que dejaste atrás y será tarde para enmendar...Es triste recordar con nostalgia y más triste es reconocer que te han olvidado y que el tiempo se llevó de ti a quien no supiste retener.
gbl
19/01/2016
Derechos Reservados de Autor
Reflexionado...Asi es la vida
Enviado por gabl
Saber Vivir.
Es necesario saber cuándo está por finalizar una etapa de la vida. Simplemente porque al insistir permanecer en ella por más tiempo, la misma no tendrá motivaciones, alegrías o afectos.
Mientras vivas el presente añorando o reprochando acciones del pasado y tú mismo te califiques de haber sido instrumento de manipulación, o te consideres poca cosa, nunca cerraste ese capítulo.
Lo que sucedió forma parte del pasado, hay que desprenderse o soltarlo. De traerlo a colación en el momento menos esperado significa que el karma lo llevas dentro de ti. Anidado en tu corazón, en el alma, como habitante de un rincón en tu mente.
No puedes aparentar un cambio externo cuando interiormente llevas puesto el viejo traje del ayer, marchito y degastado por el paso del tiempo. Lo que simboliza, que no has cerrado esa puerta. Tienes que culminar el proceso de superación.
Pasa la página, vive el presente, planifica el futuro, sin temor, sin rencores. No esperes que reconozcan quien eres, así como tampoco juzgues a quien te perdonó o perdonaste. Borra lo que te perturba, sincérate, empieza por ti y continúa con los demás.
Quizás no sea tarde para entender que parte de lo que consideres malo en tu vida sea consecuencia de actos pasados. Todos pagamos en carne propia nuestras acciones, malas o buenas, ellas generan castigo o premios. La vida te devuelve la maldad o la bondad.
No desprecies o desperdicies el amor que te brindan, no generes tristezas, pesares o sentimientos adversos. Aprende a valorar a las personas en tu entorno, no dejes que la ira te domine. Recuerda que los afectos que hoy rechazas, te harán falta al final de tu vida.
gbl
14/01/2018
Derechos Reservados de Autor
MANOLO...EN LA PLAZA ESPAÑA
Enviado por carisima
Parecía una caricatura que camina sobre la superficie lunar, por la imagen que devolvían de mi figura las grandes vidrieras, reflejando una enorme mochila sobre la espalda, llena de regalos y recuerdos para entregar a mis amigos al retorno de aquel viaje.
Caminando por las calles de La Gran Vía con un listado de tantísimos encargos escritos en el celular, consultado cada vez que algo llamaba mi atención. De tanta compra y esparcimiento, ignoro cuantas horas llevaba a ese ritmo rápido y agitado.
Llego un momento en el que no sabía dónde estaba, desorientada y sin norte. Sin embargo seguía caminando, al paso de calles diferentes no concurridas en contraste con las que transite horas anteriores. Buscaba un lugar apacible donde descansar un momento. Cruce una avenida y encontré al frente una plaza o parque de gran extensión. Dude primero, en acercarme porque unos gitanos mojaban sus ropas en las aguas de la fuente.
Hice a un lado los reparos, era más el cansancio que medir los peligros.
Bordeando la presencia de los gitanos, descubrí al fin los asientos de la plazuela, había varios vacíos y en particular uno de ellos estaba ocupado a un costado, por una persona de la tercera edad. Me pareció adecuado, sentarme al otro extremo- En caso de peligro habría un testigo.
Descargue el equipaje, lo coloque al medio del asiento y saque el bebedor de agua que tenía en la mochila, prendí un cigarro y me regale tiempo de descanso. No me interesaba, quien estaba sentado a mi lado, solo quería consultar el “google maps”, para averiguar la ubicación y cómo llegar al hotel.
Percibía la mirada del señor que se encontraba sentado al otro extremo del asiento y no obstante me sabia observada, continuaba consultando mi celular.
- Sois de Madrid? , me preguntó.
No quise contestarle, para no iniciar conversación, el hombre insistió.
Lo mire, insegura de la respuesta, le dije a secas “no”
- De donde entonces, insistió
- Soy turista, respondí a secas.
Mi compañero de asiento en la plazuela era un anciano.
De pronto vi su figura, delante mío, con una lata de Coca Ligth.
- Toma te invito, no te ofendas.
Deje el celular encima de mis piernas y recibí la bebida. Observe el envase con disimulo, tantas historias que escuche en mi país, sobre bebidas adulteradas, con droga y pastillas, que era prudente y necesario inspeccionar primero, - sí, estaba sellado-, el detalle despejo la desconfianza. Y dentro de mi garganta casi sin voz le dije, “Gracias”
El anciano, estaba vestido con una polera a rayas y unos jeans antiguos y despintados, su cabeza coronada de pelo cano y la cara raída de caminos profundos, resecos de los años.
Con paso lento, tardo unos segundos en volver a sentarse, la cuenta de los años estaba reflejada en la pesadez de sus movimientos, tomo asiento.
Un silencio rodeaba nuestro ambiente de descanso. No expreso nada más.
Aquel silencio, extrañamente me empezó a inquietar, porque no me habla, fui descortés o quizás se sintió ofendido, estará enfermo?, me preguntaba. Ya no podía, mas permanecer callada, inicie la conversación.
Le pregunte su nombre, detalles de su vida, porque estaba sentado en la plazuela, cuál era la razón de invitarme un refresco, lo cuestione sin darle opción a que Manolo, como se llamaba, pudiera indagar nada de mi vida, el solo sabía que yo era una turista y era suficiente, por seguridad.
De tanta pregunta, la conversación se hizo amena y además directa, no era necesario que me preguntara sobre mi vida, sola yo le contaba todo lo que me parecía importante, en el intercambio nuestras miradas se encontraban y poco a poco iba adentrándome en aquellos ojos envejecidos, que me hacían descubrir otro mundo, no conocido.
Manolo era un hombre de edad avanzada, tenía 81 años, había ejercido como profesor de lenguaje durante toda su vida, hace 5 años que había perdido a su esposa.
- Ella se fue y aun no hay todavía una forma de volverla a encontrar, hasta que Dios lo disponga.
La confesión me rasgo el corazón. Retire la mochila que nos separaba y me acerque un poco para continuar con la charla. Tienes hijos? fue una forma de desviar la conversación, para que no sufriera.
- Si, dos mujeres, ambas partieron con sus familias, no viven cerca. Voy a pasar el invierno todos los años, alternando para estar con cada una y mis nietos.
Vivía solo en una casa, que pago durante toda su vida con gran esfuerzo.
- Construimos juntos nuestra casa y cuando estaba como queríamos, las hijas se casaron, nos quedamos solos. Carmen se enfermó de cáncer y durante 6 años la lleve a quimioterapias al servicio médico, hasta que un día me dijo que se cansó y se fue…-
- Manolo, por qué no te vas a vivir con una de ellas? Le pregunte.
- Los abuelos tenemos nuestras manías, todos los días me levanto al alba a prender una vela a Carmen que me alumbra, vengo a la plazuela donde tomaba el fresco de la tarde, para olvidarse de los dolores. Donde viven mis hijas, no tengo esos recuerdos. Me encuentro con Carmen cada tarde aquí en Plaza España.
Quede tan atribulada de sentimientos como la mochila, llena de suvenires, ya no entraba nada, ni una sola palabra más, pero tampoco quería retirarme.
Me hice eco de esa nostalgia serena y resignada, no podía articular palabras de aliento. Vinieron a la mente tantas personas conocidas y solitarias, seguramente sienten lo mismo que Manolo, escudriñando sombras en recuerdos que no dejan que el tiempo les quite el color, se resisten y esperan.
En otro tono de voz, le pregunte su dirección. Saco de su bolsillo un lapicero y un celular antiguo con teclado muy grande, especial para ancianos.
- No te preocupes le dije, apunto en mi celular.
Me miro y abrió sus ojos claros, casi transparentes. - Ya anotaste? me pregunto- . Mientras continuaba pulsando el teclado, tomando nota de algunos detalles para algún día, escribir sobre este encuentro. Manolo observaba.
- Este lapicero, fue un regalo del Director de la Escuela donde trabaje 40 años, quiero que lo conserves.
No merecía tan preciado artículo, me quede en silencio.
- Toma no dudes, es solo porque quiero que sepas que hace 5 años, no había conversado con nadie y quiero agradecerte por escuchar a este abuelo toda una tarde. Que Dios bendiga toda tu vida, dijo con la voz entrecortada.
Busque en la mochila un Rosario Católico, que todos los días me acompaña y en esta ocasión, antes de llegar a Madrid, en la ruta turística, había conocido la gruta de la Virgen de Lourdes y encontrado una pieza muy singular; un rosario engarzado en perlas rosadas, tan hermoso y delicado, como la maravillosa experiencia de crecimiento que me regalo la vida al conocer a Manolo.
Sin dudarlo lo escondí en mi mano sudorosa. Espere que me alcanzara el lapicero y salte para abrazarlo por única y última vez. Luego de unos instantes de cálido acercamiento, que me inspira a calificar el abrazo al alma desnuda y nostálgica de Manolo. Humedecí su ropa con mis lágrimas y coloque el objeto en el bolsillo de su polo, sabía que la probabilidad de no volverlo a encontrar era la más cierta.
En esa despedida, me dijo casi sin voz, me case con Carmen en la Gruta de Lourdes, si vuelves a Madrid, estaré aquí en el mismo asiento de la Plaza España.
Liliputiense
Enviado por varz
Cadáver Exquisito
Duendecillo Roca alias “El Liliputiense” era el Duende más pequeño del pueblo. Todos los días antes de salir a la escuela, su padre para poder ayudarlo a crecer, le dejaba la comida en el lugar más alto de toda la casa para que el pobre duendecito salte y crezca. Después de intentar desayunar, el pequeño Liliputiense se dirigía a su escuela, donde no tenía ni un solo amigo, quizás no era porque nadie le quería, quizás era por la simple razón de que nadie lo veía.
Lo que caracterizaba al pequeño además de su corta estatura, eran las ganas de estudiar. Siempre que podía iba a la biblioteca y leía todos los libros que podía, a veces se apasionaba tanto con un tema que pedía prestado varios libros para poder seguir estudiando en casa. El problema era que cada vez que el duende quería participar en clases, como su cuerpo era mucho más pequeño que el escritorio, nunca se lo veía, y la profesora rara vez se acordaba de su existencia, no faltaba día que Liliputiense llegara a su casa con las manos llenas de libros y los ojos de lágrimas.
Un día por la mañana, Duendecillo decidió hacer algo para que todos sus amigos lo quisieran. Como ya era época de verano, y hacia demasiado sol, el Duendecito decidió inventar una máquina capaz de hacer nieve, el muy feliz se fue a dormir para poder ir y mostrárselos a todos.
- “De seguro les encantará y con esto me recordarán por siempre.”
A la mañana siguiente el duende despertó con mucha emoción y sin siquiera tomar su desayuno se dirigió a la escuela, dejó todo preparado para que cuando sus compañeros lleguen empezase a nevar, pero no sucedió así. El director, un elefante gigantón, entró a la escuela y sin percatarse de que había dejado Duendecillo su máquina en el piso, la aplastó, todas las piezas volaron por el aire, caían tuercas y tornillos por todo el lugar, para cuando llegaron los estudiantes, lo único que encontraron fueron pedazos de lo que tal vez sería el mejor día de sus vidas. Se enojaron por tal chiquero, y preguntaron quien había sido el causante de todo ese caos. Aprovechando la situación, Roca dijo: “Fui yo, yo lo hice, era una máquina de nieve.” Hubo silencio durante pocos segundos, todos los ojos caían sobre él, al fin lo veían, pero su felicidad duró poco porque
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJA
Echaron a reír todos los alumnos, quien iba a creer que ese pequeño pigmeo era capaz de levantar un martillo.
Él, cansado de que todo el mundo se burlase, salió corriendo a su casa y ya sin saber qué hacer juró vengarse algún día.
Al llegar a su habitación esa noche, una especie de gota de un liquido salado y cristalino se escurrió por debajo de su ojo izquierdo, y luego otra gota, otra mas, y dos mas, hasta que se convirtieron en charco, un charco salado y amargo que salía como cascada de los ojos del pequeño Liliputiense, y fue entonces cuando supo lo que es llorar por vez primera, sentía como su estomago se estremecía y una especie de bulto tapaba su garganta a tal punto que no podía tragar su propia saliva, su corazón que a propósito y para saciar la curiosidad de nuestros lectores era bastante grande para una personita de 58cm de alto, ese día se achico dos veces su tamaño.
Pasaron horas, y no paraba de llorar ni de sufrir esta metamorfosis en la que su pequeño y diminuto cuerpo se encontraba, su sangre hervía como un caldo de pollo caliente, y su pecho rebosaba y palpitaba mas indignado que los hijos del….. ¨yugo¨, sus manos empezaron a crecer y sus uñas a salirse de sus cuencas y torcerse, su cabello junto con el resto de su pelo se tornó en una especie de capa negra y con un olor petulante, la sangre que corría por sus venas, era negra como el petróleo, a su mente solamente se le ocurrió pensar que la única manera de saciar y alivianar su increíble dolor, era con un plato grande y reforzado de dulce venganza.
Un ¡CADAVER EXQUISITO! Exclamó…. Si! Resonó, muchos y muchos cadáveres exquisitos (y no se refería al genero literario) era una sed de cadáveres con una sazón del mas dulce sentido literal.
Fue entonces cuando usando la nueva y horripilante forma de su cuerpo, fue esa misma madrugada a pegarles una visita a cada una sus llamados ¨compañeros¨ y por supuesto no podía dejar atrás a su torpe profesor elefantonto, pero de el se encargaría luego, esa noche visitó y devoro uno por uno a sus enemigos, a cada cual lo cocinaria en su propia cocina con una receta diferente, un poco mas de sal por aquí para Juan. Y otro poco mas de achiote para Roberta la Mamerta.
Cayeron las 5 de la mañana y aún faltaba el culpable de su desdicha, el troglodita energúmeno e infradotado del elefante, al cual lo degolló con su propio esfero para calificar, puso a calentar su sangre en baño maría, y sus pesuñas las puso al horno con un poco de ajo para que agarren saborcito. Devoró a ese elefante con tal gusto que a uno se le abre el apetito o eso dicen las lenguas de las paredes que contaron esta historia, dicen que una noche como cualquier otra, escucha uno o dos pasitos y siente uno que lo observan con hambre, es el pequeño Liliputiense cobrando su venganza.
Fin
Carta a una amiga poeta
Enviado por penelopo2
carta a una amiga poeta.
Estimada amiga
Una vez te dije"(no creo que te acuerdes) "La poesia es una forma de vivir"Por aquel tiempo ya amabas lo que sería luego tu gran pasión.Leí tu libro apenas lo tuve en mis manos.Cuando terminé sentí unos deseos enormes de escribirte aunque soy muy torpe para ello, hice lo que mi pobre musa distraída me susurró..
La vida es una poesia aunque a veces sus versos no rimen o tengan estrofas locas o la letania de algunos de sus cantos enriquezcan una parte de ella.La vida es una poesia,tragica,paranoica,descabellada.maravillosa,pero digna.elevada,divina..Y los poetas ! Ah los poetas! Duendes perdidos de vaya a saber que paraiso virtual.Edipos locos.huerfanos de lógica.descolgados(no del todo)de una nube rosa con lunares azules.Criptografos obsesivos de sensibilidades ocultas.Solitarios entre multitudes..Caminantes incansables hacia lo profundo.
La poesia es una forma de vivir;vivir flotando entre los sentimientos y escudrinando el alma de lo creado.Todo sufre,todo ama:el árbol,la casa,un pájaro,una flor.Al poeta todo lo atraviesa,todo lo lastima,todo lo acaricia.Sabe ver mas allá,porque mas allá,todas las circunstancias se subliman,se acercan a Dios.
Te imagino sentada a la sombra de una galeria,observando el alma de las pequeñas cosas,siendo efecto en las causas segundas,sintiendo lo que siente la tarde cuando llega y se adueña de todo.Te imagino visitando momentos lejanos ,rescatando esencias y volcando en un papel pinceladas de rimas,!Que dicha la tuya! Convertir lo gris en colores,lo vulgar en trascendente,lo cotidiano,en eterno.
Como olas quue llegan a la playa,llegan tus versoa al corazón..ora bravias indomables..ora serenas,sumisas;ora voluptuosas,obsecuentes.Querida amiga descansa tu alma sobre la arena,Que el camino es largo, pero las olas siempre llegan
Esperando tu próximo libro te saludo con cariño.J.R
El canto del autillo en la buhardilla
Enviado por jrma
“El canto del autillo en la buhardilla”
Los troncos de los árboles, ya muertos, les sirven de mansión a los mochuelos que habitan lo profundo de los bosques. El cárabo es más tímido, si acaso, pues vuela sigiloso, entre los robles, cazando ratoncillos y batracios. En cambio, la lechuza y el autillo no temen instalarse en las buhardillas, de las casonas viejas de la aldea.
El mes de abril, que suele ser lluvioso, también tiene sus tardes encendidas de sol y luz, de magia entre los árboles. Mas, al llegar el brillo del ocaso, se escuchan los autillos en los parques, que llaman al amor en plena noche. Los más supersticiosos tienen miedo, y dicen que convoca al aquelarre de brujas en los montes colindantes.
De niño, en la buhardilla de la abuela, sentí la voz crispada del autillo, su grito lastimero, para algunos. Jamás pensé que fuera una criatura maligna cuyo grito desgarrado, volara, amenazante, con la brisa. Tal vez, al ser un niño, imaginaba que su llamada dulce, vivaracha, tenía el colorido de otros trinos.
Los niños tienen grandes cualidades para formar su imagen de las cosas, a costa de ignorar tantos secretos. Y quiso mi inocencia caprichosa pensar que era el autillo, entre las sombras, como el cuclillo, oculto en la hojarasca. Difícil es, no en vano, ver cuclillos, por más que en primavera se les oye cantar entre las densas arboledas.
No es raro en la niñez ser tan curioso, pues es, en esta edad, cada detalle como un descubrimiento inesperado. Por eso pregunté a la vieja anciana, de rostro bello y pelo blanquecino, pendiente del fogón en la cocina. Y dijo que era el pájaro del agua, criatura singular que, cada noche, las lluvias prevenía en su llamada. Y cuántas veces, siempre fantasioso, tomaba, en la mesilla de mi tío, cuartillas de papel, y dibujaba siluetas del autillo y la lechuza. Y viendo ya cercanos esos meses que llegan calurosos, en verano, por la ventana abierta, los buscaba. Mis ojos exploraban en la sombra los vuelos que rizaban en la nada sus grandes alas ricas en sigilo.
La anciana falleció dejando un hueco que no podré llenar en muchos años, y no podré volver a la buhardilla: sus dueños la arreglaron y vendieron a nuevos propietarios que no quieren amar el canto viejo del autillo. Mas, al llegar abril, siempre lo escucho, y anima en mi a ese niño que otras veces hurgaba en los misterios de la sombra.
El mundo cambia, y cambian los lugares, y pueblos de otras épocas lejanas se fueron transformando lentamente. Las villas de los viejos pescadores también han alterado su apariencia, tomando un aire acaso más urbano. Y es fácil recordar esas fachadas antiguas y las calles empedradas que fueron dando paso a otros ambientes.
No son las mismas ya, tras tantos años, las vistas de rincones apartados donde se admiran altos edificios. Pero, según nos vamos, caminando, sin prisa, a las afueras, ese tiempo parece conservarse en el entorno. Los campos, las colinas, el arroyo, los densos eucaliptos en el monte se pueden contemplar igual que entonces.
Llegado junio, en días despejados, es grato deambular cuando oscurece, mirar el sol, hundido en la distancia. Es bello deleitarse con nostalgias de tiempos que, si no fueron mejores, tal vez imaginamos más felices. Es la niñez que vuelve, es el momento de revivir al niño que no existe, pues lo hemos encerrado en lo profundo.
Y, tras ponerse el sol, con sus dorados, sentado sobre un banco en San Antonio, descubro las estrellas en la altura. No hay duda de que es todo un espectáculo, cuando la brisa baña ese montículo, borrando los rigores de la tarde. Y, entonces, encendiendo el cigarrillo, regreso por veredas que la luna me deja adivinar entre la sombra.
En la estación existe un parque humilde, sereno, con sus sauces melancólicos, que lloran desde el brillo de la aurora. Allí se escucha el canto del autillo, quimérico y extraño, casi mágico, y entonces el recuerdo se hace intenso. La brisa ha refrescado el aire puro, y el grillo, en su concierto interminable, le da acompañamiento al viejo autillo.
Llamando a los amores, el reclamo de la rapaz nocturna nos sugiere los sueños de las noches de la infancia. Poblado de dragones y de gárgolas, el mundo era tal vez más sugerente, mirado con los ojos de un chicuelo. También el mar, entonces, era abismo de rémoras, marrajos y piratas y las mansiones eran un castillo.
Después se esconderá el viejo mochuelo, y el canto de los cárabos del monte se irá apagando allá, en lo más profundo. La Fuente de los Ángeles murmura, risueña en primavera, mientras canta feliz, entre las ramas, un jilguero. La calma llena el aire, y el paisaje se admira con el alba que despierta con claras llamaradas de alegría.
Al fin se pueden ver, en cualquier parte, cuando el hurón se esconde y los raposos, el pardo de la piel de los tritones. No suelen esconderse en lo profundo del manantial alegre y vivaracho, donde los capturaban los muchachos. También, de niño, yo jugué a cazarlos en los abrevaderos de las bestias y en las corrientes claras de las fuentes.
El canto del autillo se ha perdido, pero es posible ver, y las urracas, los cuervos y arrendajos recortan con sus alas cada soplo. El aire se hace amigo del cuclillo, del raro picachuelo y sus colores, bajo la vigilancia de la aurora. También acechan, rápido, el cernícalo y, fuerte, el poderoso ratonero, desde el tendido eléctrico, en los campos.
Pasaron esos años tan idílicos de casas encantadas, de misterios, de juegos infantiles en el patio. Y entonces era bello el sol al alba, la lluvia en los cristales y los charcos formados en la vieja carretera. El universo entero se enseñaba cuajado de sutiles maravillas en los lugares más insospechados.
El canto del autillo en la buhardilla, la luz de las estrellas en los cielos y el ruido de los grillos son promesa. Y el tiempo transcurrido se ha perdido, mas vuelve a suscitar, en la memoria, vivencias que conserva el alma vieja. Herido ya el espíritu cansado por una juventud tan agitada, la infancia sigue viva, sin embargo.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez: “Los arqueros del alba”
Ajedrez
Enviado por gabl
Hoy es un día de esos que no me gusta pensar que pasará mañana. Mi mente juega a la confusión. Es como navegar en aguas turbulentas sin saber que rumbo tomar para eludir la tormenta.
No quiero saber, no quiero pensar. Solo despertar y descubrir que me deparó el destino en el ajedrez de la vida. Solo así moveré la pieza indicada y será el inicio del juego.
Ganar o perder.
El resultado dependerá de la estrategia que trace ante la incertidumbre o la certeza de vencer la adversidad.
gbl
25/12/2017
Derechos Reservados de Autor
Desde el 351 hasta el 360 de un total de 429 Cuentos