Cuentos
Aquí, en la portada, puedes leer los 100 mejores cuentos de siempre, según vuestros votos, separados en dos listas: 50 son de autores consagrados, y los otros 50 de usuarios. Tiene mucho mérito aparecer en esta selección, así que si te esfuerzas a lo mejor te puntúan tan bien que sales aquí. ¡No dejes de intentarlo!
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LA TRISTEZA
El profe me ha dado una nota para mi madre. La he leído. Dice que necesita hablar con ella porque yo estoy mal. Se la he puesto en la mesilla, debajo del tazón lleno de leche que le dejé por la mañana. He metido en el microondas la tortilla congelada que compré en el supermercado y me he comido la mitad. La otra mitad la puse en un plato en la mesilla, al lado del tazón de leche. Mi madre sigue igual, con los ojos rojos que miran sin ver y el pelo, que ya no brilla, desparramado sobre la almohada. Huele a sudor la habitación, pero cuando abrí la persiana ella me gritó. Dice que si no se ve el sol es como si no corriesen los días, pero eso no es cierto. Yo sé que los días corren porque la lavadora está llena de ropa sucia y en el lavavajillas no cabe nada más, pero sobre todo lo sé por la tristeza que está encima de los muebles. La tristeza es un polvo blanco que lo llena todo. Al principio es divertida. Se puede escribir sobre ella, “tonto el que lo lea”, pero, al día siguiente, las palabras no se ven porque hay más tristeza sobre ellas. El profesor dice que estoy mal porque en clase me distraigo y es que no puedo dejar de pensar que un día ese polvo blanco cubrirá del todo a mi madre y lo hará conmigo. Y cuando mi padre vuelva, la tristeza habrá borrado el “te quiero” que le escribo cada noche sobre la mesa del comedor.
cuento
: Rosario Barros PeñaEL ANCIANO Y LA MUERTE
Un día un anciano, después de cortar leña, la cargó a su espalda. Largo era el camino que le quedaba. Fatigado por la marcha, soltó la carga y llamó a la Muerte. Esta se presentó y le preguntó por qué la llamaba; contestó el viejo:
-Para que me ayudes a cargar la leña...
Moraleja: Por lo general, el impulso por la vida es más fuerte que su propio dolor.
cuento
: EsopoHOY QUEMÉ TU CARTA
Hoy quemé tu carta. La única carta que me escribiste. Y yo te he estado escribiendo, sin que tu lo sepas, dia a dia. A veces con amor, a veces con desolación, otras con rencor. Tu carta la conozco de memoria: catorce líneas, ochenta y ocho palabras, diecinueve comas, once puntos seguidos, diecisiete acentos ortográficos y ni una sola verdad.
cuento
: José Emilio PachecoEL GIRASOL Y LA ENCINA
En un valle delicioso,
a la luz del Sol naciente,
alzaba altivo la frente
un girasol orgulloso;
y de allí no muy distante,
en esa misma pradera,
junto a la verde ribera
de un arroyo murmurante,
una encina se miraba
tan pequeña todavía,
que casi se confundía
con la yerba que brotaba.
Contemplóla el girasol,
y extendiendo hojas y flores
al recibir los fulgores
y las caricias del Sol,
le dijo con fatuidad:
—¿Cómo te llamas, vecina?
—Soy la planta de la encina.
—Me estás causando piedad:
¡tres años llevas de ver
del Sol la magnificencia,
y no has podido crecer!
Te falta el aliento mío:
yo nací en la primavera,
y orgullo de la pradera
me ha contemplado el estío;
tú eres un pobre retoño.
—No estés, por Dios, tan ufano-
le dijo la encina;—hermano,
tú no has de ver el otoño.
Aunque estoy junto del suelo,
aunque comienzo a vivir,
he mirado ya morir
a tu padre y a tu abuelo.
Y cien años pasarán,
y cuando ya de tu gloria
no quede ni la memoria,
los viajeros me verán
llena de savia y de vida,
llena de regia hermosura,
coronada de verdura
y por el viento mecida.
El girasol vanidoso,
sus palabras al oír,
no sabiendo qué decir
permaneció silencioso.
Al fin el otoño frío
con sus rigores llegó,
y el girasol se inclinó
triste, marchito y sombrío.
Y al mirarlo agonizante,
la encina le repetía:
Gloria alcanzada en un día,
no dura más que un instante.
cuento
: José Rosas MorenoLA VÍBORA Y LA LIMA
A un taller de un herrero entró una víbora, pidiéndole caridad a las herramientas. Después de recibir algo de todas, faltando sólo la lima, se le acercó y le suplicó que le diera alguna cosa.
- ¡Bien engañada estás - repuso la lima - si crees que te daré algo. Yo que tengo la costumbre, no de dar, ¡sino de tomar algo de todos!
Moraleja: Nunca debes esperar obtener algo de quien sólo ha vivido de quitarle a los demás.
cuento
: EsopoLA FOTO

Jaime y Paula se casaron. Ya durante la luna de miel fue evidente que Paula se moría. Apenas unos pocos meses de vida le pronosticó el médico. Jaime, para conservar ese bello rostro, le pidió que se dejara fotografiar. Paula, que estaba plantando una semilla de girasol en una maceta, lo complació: sentada con la maceta en la falda sonreía y...
¡Clic!
Poco después, la muerte. Entonces Jaime hizo ampliar la foto -la cara de Paula era bella como una flor-, le puso vidrio, marco y la colocó en la mesita de noche.
Una mañana, al despertarse, vio que en la fotografía había aparecido una manchita. ¿Acaso de humedad? No prestó más atención. Tres días más tarde: ¿qué era eso? No una mancha que se superpusiese a la foto sino un brote que dentro de la foto surgía de la maceta. El sentimiento de rareza se convirtió en miedo cuando en los días siguientes comprobó que la fotografía vivía como si, en vez de reproducir a la naturaleza, se reprodujera en la naturaleza. Cada mañana, al despertarse, observaba un cambio. Era que la planta fotografiada crecía. Creció, creció hasta que al final un gran girasol cubrió la cara de Paula.
cuento
: Enrique Anderson ImbertFIN DE BAILE

Acaban de bajar las luces del salón de baile. La banda comienza a tocar la última canción: una balada. Siempre odié la música lenta, pero ésta significa “te quiero”, y hay poco más que decir.
Nunca unos ojos me habían mirado así. Nunca había sentido mi cuerpo vibrar a cada nota, ni mis ojos mirar más fijos a algo.
Estas notas que envenenan el aire me han henchido el pecho, hiriendo mi alma de muerte. Me noto temblar cuando nuestras manos se unen, y sus enormes ojos azules se clavan como preciosas aristas de poliedros de amor en mi mente, en mi corazón, en mi recuerdo.
Mientras, suavemente, el cantante me demuestra que todo lo que ocurre es real, y por ello, estrecho mi lazo, atenazando mis brazos a su espalda, acercando su pecho al mío. Noto su respirar entrecortado en mi entrecortado respirar, y entre medias nuestros pechos, golpeados por nuestro revolucionado corazón. Sólo quiero que el pianista lea mi mente, y toque para siempre esta melodía, mientras hago de mis labios una extensión de sus labios. Cierro los ojos para soñar que este momento es una poesía en nuestros oídos o el sabor del azúcar glasé del dulce más lindo del mundo.
Cuando abro los ojos veo los suyos mirándome, pero tienen veinte años más. No existe el salón de baile, sólo queda en nuestro recuerdo. Y la canción suena en nuestras cabezas, recordándonos cada día cuánto nos queremos, y que lo que una vez fue sueño permanece siendo realidad.
cuento
: Miguel Ángel HurtadoEL LOBO HERIDO Y LA OVEJA
Un lobo que había sido mordido por unos perros, yacía en el suelo todo malherido. Viendo la imposibilidad de procurarse comida en esa situación, pidió a una oveja que pasaba por allí que le llevara un poco de agua del cercano río.
- Si me traes agua para beber - le dijo -, yo mismo me encargaré de mi comida.
- Si te llevo agua para beber - respondió la oveja -, yo misma asistiré a tu cena.
cuento
: EsopoLA PALOMA SEDIENTA
Una paloma, incómoda por la molesta sed, vio una charca de agua pintada sobre un rótulo. Pero sin darse cuenta de que sólo era un dibujo, voló hacia ella a toda velocidad e inevitablemente chocó contra el rótulo, hiriéndose lastimosamente.
Habiéndose quebrado las alas por el golpe, cayó a tierra donde fue capturada por uno de los transeúntes.
Moraleja: No dejes que el fervor, entusiasmo o necesidad nublen tu discreción.
cuento
: EsopoLOS CINCO CUENTOS CORTOS MÁS BELLOS DEL MUNDO: 5
El pelotón de fusilamiento lo sacó de su celda en un amanecer glacial, y todos tuvieron que atravesar a pie un campo nevado para llegar al sitio de la ejecución. Los guardias civiles estaban bien protegidos del frío con capas, guantes y tricornios, pero aun así tiritaban a través del yermo helado. El pobre prisionero, que sólo llevaba una chaqueta de lana deshilachada, no hacía más que frotarse el cuerpo casi petrificado, mientras se lamentaba en voz alta del frío mortal. A un cierto momento, el comandante del pelotón, exasperado con los lamentos, le gritó:
—Coño, acaba ya de hacerte el mártir con el cabrón frío. Piensa en nosotros, que tenemos que regresar.
cuento
: Gabriel García MárquezDesde el 21 hasta el 30 de un total de 50 Cuentos