44 Cuentos de animales 

EL AVE FÉNIX

En el jardín del Paraíso, bajo el árbol de la sabiduría, crecía un rosal. En su primera rosa nació un pájaro; su vuelo era como un rayo de luz, magníficos sus colores, arrobador su canto.

Pero cuando Eva cogió el fruto de la ciencia del bien y del mal, y cuando ella y Adán fueron arrojados del Paraíso, de la flamígera espada del ángel cayó una chispa en el nido del pájaro y le prendió fuego. El animalito murió abrasado, pero del rojo huevo salió volando otra ave, única y siempre la misma: el Ave Fénix. Cuenta la leyenda que anida en Arabia, y que cada cien años se da la muerte abrasándose en su propio nido; y que del rojo huevo sale una nueva ave Fénix, la única en el mundo.

El pájaro vuela en torno a nosotros, rauda como la luz, espléndida de colores, magnífica en su canto. Cuando la madre está sentada junto a la cuna del hijo, el ave se acerca a la almohada y, desplegando las alas, traza una aureola alrededor de la cabeza del niño. Vuela por el sobrio y humilde aposento, y hay resplandor de sol en él, y sobre la pobre cómoda exhalan, su perfume unas violetas.

Pero el Ave Fénix no es sólo el ave de Arabia; aletea también a los resplandores de la aurora boreal sobre las heladas llanuras de Laponia, y salta entre las flores amarillas durante el breve verano de Groenlandia. Bajo las rocas cupríferas de Falun, en las minas de carbón de Inglaterra, vuela como polilla espolvoreada sobre el devocionario en las manos del piadoso trabajador. En la hoja de loto se desliza por las aguas sagradas del Ganges, y los ojos de la doncella hindú se iluminan al verla.

¡Ave Fénix! ¿No la conoces? Te cantó la Marsellesa, y tú besaste la pluma que se desprendió de su ala; vino en todo el esplendor paradisíaco, y tú le volviste tal vez la espalda para contemplar el gorrión que tenía espuma dorada en las alas.

¡Ave Fénix! ¿No la conoces? ¿El ave del Paraíso, el cisne santo de la canción? Iba en el carro de Thespis en forma de cuervo parlanchín, agitando las alas pintadas de negro; el arpa del cantor de Islandia era pulsada por el rojo pico sonoro del cisne; posada sobre el hombro de Shakespeare, adoptaba la figura del cuervo de Odin y le susurraba al oído: ¡Inmortalidad! Cuando la fiesta de los cantores, revoloteaba en la sala del concurso de la Wartburg.

¡El Ave del Paraíso! Rejuvenecida cada siglo, nacida entre las llamas, entre las llamas muertas; tu imagen, enmarcada en oro, cuelga en las salas de los ricos; tú misma vuelas con frecuencia a la ventura, solitaria, hecha sólo leyenda: el Ave Fénix de Arabia.

En el jardín del Paraíso, cuando naciste en el seno de la primera rosa bajo el árbol de la sabiduría, Dios te besó y te dio tu nombre verdadero: ¡poesía!

Autor del

cuento

: Hans Christian Andersen

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Caperucita Roja y Las Aves

Enviado por miigueloso02  

Hubo una vez en el mundo, un invierno crudo y feroz, que hacía temblar de frío todas las criaturas del bosque, en especial los pájaros pequeños. La nieve cubría la tierra, y llenaba de fría escarcha las ramas de los árboles. De esta manera, era imposible para las avecillas buscar comida con que alimentar a sus crías.

La hermosa y buena Caperucita, sintió compasión de los pajaritos y comenzó a llenar su ventana con granos de arroz. En pocos segundos, la ventana se llenó de estas criaturas, que además, buscaban el calor de la casa. Entonces, Caperucita dejó pasar a todas las aves del bosque, quienes se refugiaron a los pies de la chimenea.

Con el tiempo, los alimentos comenzaron a escasear también para los hombres, y la aldea vecina decidió atacar el poblado donde vivía Caperucita con el fin de arrebatarle todas sus provisiones. “Nos superan en número. Debemos pedir ayuda al Rey” gritó uno de los habitantes, pero otro dijo “Es imposible. Los caminos están cubiertos por la nieve”.

Entonces, la joven Caperucita pidió a la paloma que enviara un mensaje al rey, y la blanca ave pareció entender, pues salió a toda velocidad por la ventana. Con el paso de los días, Caperucita no recibía noticias de la paloma y para colmo de males, los enemigos habían entrado en el pueblo con la intención de saquear cada una de las casas.

Fue en ese preciso instante, cuando asomó la esperanza, y aparecieron milagrosamente los guardias del Rey, propinando una severa golpiza a los malhechores, quienes huyeron a toda prisa del lugar. La paloma mensajera llegaba detrás, volando con sus últimas fuerzas hasta caer en las manitas tiernas de Caperucita.

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LA ZORRA Y EL MONO DISCUTEN SOBRE SU NOBLEZA

Viajaban juntos por esta tierra una zorra y un mono, comentando a la vez cada uno sobre su nobleza.
Mientras cada cual detallaba ampliamente sus títulos, llegaron a cierto lugar. Volvió el mono su mirada hacia un cementerio y rompió a llorar.
Preguntó la zorra que le ocurría, y el mono, mostrándoles unas tumbas
le dijo:
- ¡ Oh, cómo no voy a llorar cuando veo las lápidas funerarias de esos grandes héroes, mis antepasados!
- ¡Puedes mentir cuanto quieras - contestó la zorra -; pues ninguno de ellos se levantará para contradecirte!

Moraleja: Sé siempre honesto en tu vida. Nunca sabrás si el vecino que te escucha sabe la verdad y corroborará o desmentirá tus palabras.

Autor del

cuento

: Esopo

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EL LEÓN, LA ZORRA Y EL ASNO

El león, la zorra y el siempre ingenuo asno se asociaron para ir de caza.
Cuando ya tuvieron bastante, dijo el león al asno que repartiera entre los tres el botín. Hizo el asno tres partes iguales y le pidió al león que escogiera la suya. Indignado por haber hecho las tres partes iguales, saltó sobre él y lo devoró. Entonces pidió a la zorra que fuera ella quien repartiera.
La zorra hizo un montón de casi todo, dejando en el otro grupo sólo unas piltrafas. Llamó al león para que escogiera de nuevo.
Al ver aquello, le preguntó el león que quien le había enseñado a repartir tan bien.
- ¡Pues el asno, señor, el asno!

Moraleja: Siempre es bueno no despreciar el error ajeno y más bien aprender de él.

Autor del

cuento

: Esopo

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