Sábado Entero Dedicado a Ti
12 Diciembre 2022, 23:05
SÁBADO ENTERO DEDICADO A TI.-
XVIII
Caía la tarde de un viernes de verano. El sempiterno interactuar de luces y sombras se había iniciado ya.- Los claros indicios de un día de mucha lluvia se expresaban por doquier. Ya sea en el oscuro mojado del asfalto de la calle, o en el tupido existir de millares de gotas que colgaban de las hojas de las diferentes plantas de flores del jardín, que expulsaban un postrer destello amenguado por la ya escasa presencia de la luz, para luego resbalar y caer inevitablemente hacia el suelo elegantemente pavimentado de cerámicos diseñados con difusas formas en claro y café.-
Bart, sentado en el pequeño espacio que había transformado últimamente en habitáculo de referencia obligada para su cotidiano existir, miraba tranquilamente hacia el final de la calle, ahora vacía, buscando sin lograrlo, algún punto de referencia donde poder anclar su mirada. Había sido un mal día. ¡Si!.
Solo. Completamente solo en una casa vacía. Sin fuego, sin risas, sin la alegría que proporcionan o proyectan espontáneamente los momentos de las personas felices, repasaba los espacios del tiempo de las horas recientes. Sin embargo, todos los malos momentos se habían generado en su propio ser. Había usado el día en construir frases con el fin de herir o lastimar…. decir y escuchar, recibir y proferir
Entonces estimó que eso debía ya terminar. Chasqueó los dedos de ambas manos y tomó una decisión…. click, clik, clik … un, un dos, tres... un, dos, tres…. ¡Saldré!
Y tomó hacia el norte por la Ruta Sur… sin tener rumbo fijo, salir por salir. Llegar donde fuera…. llegar por llegar… llegar al final y seguir más allá, detenerse por fin.
Al encontrarse donde estaba la primera bifurcación dijo:
-Seguiré por la senda que dicta el corazón-
Y dobló hacia la izquierda para seguir rumbo al mar. Desgastando los latidos de los momentos de silencio. Musitando las letras ya olvidadas de hermosas canciones de recuerdo y romance. Observando las imágenes de las cosas que bordean el camino: presente y pasado… llegar y pasar… girando al mismo ritmo y a gran velocidad.
Entonces la vio.
Fue al girar una curva, se encontraba allí. Vestía un pullover rosa y blue jeans grises que se ajustaban dócilmente a su figura genial. Las radiantes luces del alba le llegaban de pleno a su cara y le otorgaban una doble dimensión de belleza, como un divagar de mujer a diosa, de ser angelical. He visto esa cara, aunque lo más probable que sólo haya sido que lo soñé.
Ni un solo gesto, ni una sola palabra, nada. Pero él dejó de acelerar. Detuvo su coche. Paró.
Y ella subió.
-¿A dónde vas?- Preguntó Bart.
-No voy…. ¡Quiero ir!... ¡Quiero ir al lugar donde me quieras llevar!
Su voz era muy agradable, hablaba despacio, con calma y acentuando adecuadamente para darle mayor sentido a lo quería decir.
Fueron por una larga vía de bellezas extrañas, derrotando la distancia y la sequedad del lugar, donde era predominante un color verde pálido, así como introducido. “verde eucalipto”, pensó Bart. “Eso es”.
Llagaron hasta un lugar del encuentro de muchos, así, de pura casualidad… La ciudad los recibió con alegría. Un lienzo con una inscripción en grandes letras rojas decía “Bienvenidos” ... “Aquí mil recetas y objetos que admirar”
Caminaron por las calles repletas de alegría, admiraron millares de objetos de índole diversa hábilmente exhibidos en diferentes escaparates instalados en ordenadas filas e hileras. Saludaron gente alegre que esgrimían la fuerza de sus sonrisas y palabras afectuosas. Se detuvieron largamente ante un stand donde la belleza del bordado se expresaba principalmente en la confección de rosas rojas y chilcas florecidas. Se empaparon del aroma de diversas recetas preparadas por manos prodigiosas en manjares exquisitos. Probaron las delicias de una fiesta de arraigo campestre. Bebieron el néctar dulcerino de las principales cepas y mostos del licor chileno. Escucharon los compases de diversas expresiones de la música actual y del pasado. Bailaron al compás de hermosos sones al ritmo de vals y rancheras. Describieron elegantes parábolas en su ir, venir, girar y desplazarse proyectándose en ser una sola entidad de movimientos rítmicos y cadenciosos. O, entregados a un estrecho abrazo, con movimientos mínimos proyectaron sus corazones más allá de sus propios pechos procurando hacer caricias de sus fuertes latidos. Se miraron profundamente a los ojos, escudriñando en sus pupilas tratando de ver el reflejo mismo de sus propias almas. Así fueron transcurriendo uno a uno todos los momentos de un sábado entre dos.
Los sones de la música habían cesado ya y el ruido de la gente se dejó de escuchar. Entonces ella dijo:
- Dame un beso… me tienes que besar.-
- ¿Y por qué debo hacerlo?- Preguntó Bart.
- Porque es así el final de un cuento feliz
Pero finalmente fue ella misma la que lo inició… Lo besó en los labios y él se
sorprendió. El gesto de amor lo pilló de sorpresa pero pronto reaccionó. Y se unió a la caricia con total intención…
FIN