LOS PORTADORES DE SUEÑOS
En todas las profecías está escrita la destrucción del mundo.
Todas las profecías cuentan que el hombre creará su propia destrucción.
Pero los siglos y la vida que siempre se renueva engendraron también una generación de amadores y soñadores.
Hombres y mujeres que no soñaron con la destrucción del mundo, sino con la construcción del mundo de las mariposas y los ruiseñores.
Desde pequeños venían marcados por el amor, detrás de su apariencia cotidiana guardaban la ternura del sol de medianoche.
Las madres los encontraban llorando por un pájaro muerto y más tarde también los encontraron a muchos muertos como pájaros.
Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos por un invierno de caricias.
Así fue como proliferaron en el mundo los portadores de sueños.
Fueron atacados ferozmente por los portadores de profecías habladoras de catástrofes.
Los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías dijeron que sus palabras eran viejas y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso es antigua en el corazón del hombre.
Los acumuladores de riquezas les temían y lanzaban sus ejércitos contra ellos, pero los portadores de sueños todas las noches hacían el amor y seguía brotando su semilla que no solo portaba sueños sino que los multiplicaban y los hacían correr y hablar.
De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida como también había engendrado a los que inventaron la manera de apagar el sol.
Los portadores de sueños sobrevivieron a los climas helados.
“Son peligrosos”, imprimían las grandes rotativas.
“Son peligrosos”, decían los presidentes en sus discursos
“Son peligrosos”, murmuraban los artífices de la guerra.
“Hay que destruirlos”, imprimían las grandes rotativas
“Hay que destruirlos”, decían los presidentes en sus discursos
“Hay que destruirlos”, murmuraban los artífices de guerra.
Los portadores de sueños conocían su poder, por eso no se extrañaban.
También sabían que la vida los había engendrado para protegerse de la muerte que anuncian las profecías.
Y por eso defendían su vida, aún con la muerte.
Por eso cultivaban jardines de sueños y los exportaban con grandes lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad se pasaban las noches y días enteros vigilando los pasajes y los caminos buscando estos peligrosos argamentos que nunca lograban atrapar porque el que no tiene ojos para soñar no ve los sueños ni de día ni de noche.
Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de sueños que no pueden detener los traficantes de la muerte; por todas partes hay patentes con grandes lazos que sólo esta nueva raza de hombres puede ver la semilla de estos sueños no se puede detectar porque va envuelta en rojos corazones en amplios vestidos de maternidad donde piececitos soñadores alborotan los vientres que los albergan.
Dicen que la tierra después de parirlos desencadenó un cielo de arco iris y sopló de fecundidad las raíces de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto, sabemos que la vida los engendró para protegerse de la muerte que anuncian las profecías.
Autor del cuento: Gioconda Belli