LA CABEZA
No había dormido bien, sentía mi cuerpo cansado y mis ojos me ardían. Fue una mala noche, ya eran cuatro con la de ayer. Esperaba concentrarme en mi trabajo, sin embargo, cuando intentaba redactar alguna historia para el diario, una sensación de humedad cubría mi rostro.
No sabía lo que sucedía, me tranquilizaba el saber que contaba al menos con la compañía de Anubis, mi perro pit bull con quien me siento protegido en casa. Muchas veces por las noches he escuchado los ladridos de Anubis hacia el techo pero nunca logró ver lo que intenta atrapar.
En ocasiones me causa nervios cuando mi perro se altera tratando de escalar la pared del patio trasero, siento que algo intenta entrar pero el sueño me vence y me duermo.
Desde que vivo solo me las he arreglado con todo tipo de problemas pues mi casa yace a las afueras de la urbe, en una especie de terracería con un terreno baldío detrás. No tuve problemas con aceptar vivir aquí puesto que aprecio el silencio, o al menos de eso estaba seguro hasta que los ruidos espeluznantes se presentaron en la oscuridad.
Aún no puedo dejar de temblar por lo que sucedió apenas hace 2 noches, no he dormido, no dejo de llorar, aunque deje las luces prendidas no logro cerrar los ojos o más bien, no quiero. Ahora me encuentro en casa de mi tía quien me ha tratado de consolar por la pérdida de Anubis.
Hace dos noches justamente alrededor de la 1 am, estaba acostado navegando en Facebook cuando de pronto Anubis salió corriendo al patio trasero, ladrando con si se tratase de un demonio, ojalá hubiese sido eso, pero fue mucho peor.
Había dejado la puerta de atrás abierta por el calor intenso que había, entonces a lo lejos, en la oscuridad visualizaba la sombra de mi perro ladrando y tratando de atacar a una cosa que estaba en el suelo, parecía una masa deforme que se acercaba hacia la casa y que Anubis intentaba morder pero no lograba atraparlo.
Mis piernas comenzaron a temblar, intenté encender las luces pero por desgracia no funcionaban. Estaba paralizado, hipnotizado viendo cómo eso se dirigía hacia mí. Anubis enfurecido ladraba y con más fuerza se abalanzó sobre esa cosa que hacía un ruido extraño, como de alguien masticando con la boca abierta.
Entonces los ladridos se convirtieron en chillidos, aquella cosa que poco a poco iba visualizando mejor, estaba prendido de la trompa de mi perro que se revolcaba en el suelo, chillando y llorando. Tomé una pala que tenía a mi alcance y corrí hacia ellos, entonces toda mi piel se erizó y unas náuseas incontrolables se apoderaron de mí.
Dí el primer golpe, pero no podía dejar de sentir asco por aquella cosa gelatinosa de la que brotaba sangre de Anubis. Dí un golpe más fuerte y logré separarlos. Mandé de otro golpe a esa cosa lejos y me acerqué a mi pobre perro que yacía en el suelo quejándose.
Cuando lo alumbré con mi celular contemplé con sumo dolor que tu nariz había sido arrancada. Ahora con más rabia que miedo fui hacia esa masa que despedía un olor a podrido y con el flash de mi celular pude alumbrarlo...caí asqueado, era...una cabeza humana.
La luz de mi celular dejaba observar aquel rostro deforme con los ojos entreabiertos y unos dientes amarillentos que masticaban la nariz de Anubis. No me podía mover, solo alumbraba a aquel asqueroso ente.
Entonces comenzó a rodar, pasó cerca de mi pie, se detuvo a oler y yo con mi cuerpo, alma y mente en completo shock solo rezaba para que se alejara de mí. Seguí con la luz a esa cabeza que dejaba un camino de sangre que brotaba de su cuello amputado con pedazos de piel agitándose y rodó hasta mi perro que ya no se movía.
Comenzó a morderlo. Esas masticadas repugnantes y viscosas aún suenan en mis oídos. Por las noches siento que una cabeza humana rodará entre el monte del baldío, llegará detrás de mi almohada y comenzará a masticar mis ojos como lo hizo con Anubis.
Autor del cuento: Anónimo