EL PEZ DE ORO 

Había una vez, en un pueblo muy pequeño, un anciano y una anciana que vivían en una casa muy pequeña y muy vieja al lado del mar.
Eran tan pobres, tan pobres que nada más podían comer peces que el anciano pescaba en el mar.
Un día el anciano se fue a pescar y hacía muy mala mar. El anciano lanzó su caña de pescar al agua. Esperó un poco y cuando sacó su caña del agua vio que nada más había pescado una piedra. Lanzó de nuevo la caña al mar y cuando la fue a sacar vio que solamente había un pez muy pequeñito. Cuando quiso meter el pez dentro de su barca vio que era un pez muy brillante de color, era un pez de oro.
En aquel momento el pececito comenzó a hablar rogando al pescador:
- ¡Por favor, déjame en el mar! ¡Déjame vivir! Si me dejas ir te concederé todo aquello que me pidas.
Entonces, el anciano le contestó:
- Te dejo que vivas y no hace falta que me concedas nada.
El anciano dejó al pez de oro en el mar con mucho cuidado y después se marchó hacia su casa.

Cuando llegó a su casa, su mujer lavaba la ropa en un barreño muy viejo. El anciano le explicó lo que le había pasado en el mar. Su mujer comenzó a refunfuñar y le dijo:
- ¡Pero qué has hecho tonto! ¿Has dejado ir al pez sin pedirle ningún deseo? ¡Le podías haber pedido un barreño nuevo! ¡Es que no ves que el que tenemos está muy viejo!.
El anciano no contestó nada y se marchó al mar, y una vez allí gritó:
- ¡Pececito de oro, buen pececito de oro ponte de cara a mí y de espaldas al mar!.
Tan pronto acabó de decir aquellas palabras, el pececito apareció.
- ¿Qué quieres de mí? – le dijo el pececito de oro.
- Mi mujer quiere que te pida un barreño nuevo porque el nuestro es muy viejo y no sirve para nada.
El pez de oro le contestó:
- Vuelve a casa que tu deseo te será concedido.
Cuando el anciano llegó a su casa, la mujer que ya le esperaba lavando la ropa en el barreño nuevo, le dijo:
- ¡Pero cómo es que no le has pedido una casa nueva bobo! ¡Es que no ves que la nuestra es muy vieja!.
El anciano no le contestó nada y se marchó al mar, y una vez allí gritó:
- ¡Pececito de oro, buen pececito de oro ponte de cara a mí y de espaldas al mar!.
- ¡Qué quieres de mí?- le preguntó el pececito de oro.
Mi mujer quiere que te pida una casa nueva, porque la nuestra ya es muy vieja y el tejado está a punto de caerse.
El pececito de oro le contestó:
- Vuelve a casa que tu deseo te será concedido.

Cuando el anciano llegó encontró a su mujer en el patio de una hermosa casa con unas ropas muy bonitas y rodeada de criados.
- ¡Pero mira que eres estúpido! Vuelve de nuevo y ordena al pez de oro que quiero ser la reina del mar y que el pez sea mi criado.
Entonces, el anciano muy triste, se marchó al mar y gritó:
- ¡Pececito de oro, buen pececito de oro ponte de cara a mí y de espaldas al mar!.
- ¿Qué quieres de mí?- le preguntó el pececito de oro.
El anciano le explicó con mucha pena:
- Mi mujer se ha vuelto loca y quiere ser la reina del mar y que tú seas su criado.
El pececito de oro no le contestó nada y desapareció en el fondo del mar.
Cuando volvió a casa vio a lo lejos a su mujer a la puerta de su primera casa, la vieja casa, con su vestido viejo y lavando la ropa en el barreño antiguo.
Y así acaba la historia; y nunca más se ha vuelto a ver a aquel pececito de oro. Y dicen que ha perdido la confianza en los hombres y está escondido en el fondo del mar.

Autor del cuento: Cuento tradicional

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