El efecto mariposa
Enviado por piojodelrojo Seguir
4 Noviembre 2025, 21:48
1789, Francia.
Entre los ecos de la revolución, Éloise y Julien se prometen amor eterno. Una tarde, mientras las campanas de París anuncian un ajusticiamiento, Julien cae herido mortalmente en la plaza. Éloise, rota, deja caer una lágrima sobre el empedrado. Esa lágrima, mezclada con polvo y sangre, será la primera onda del efecto.
Su tristeza la lleva a un pequeño puerto del norte, donde un joven pescador la ve llorar mirando el horizonte. Sin entender por qué, cree que debe consolarla. Ella apenas lo mira, pero su dolor deja en él una huella. Esa noche, el pescador sueña con un rostro que no conoce y con un amor que nunca vivió. Al día siguiente, decide navegar más lejos de lo habitual… y en una de esas travesías, rescata de un naufragio a una mujer inglesa.
1810, costas del Atlántico.
La mujer, Margaret, sobrevive gracias a él. De vuelta en Inglaterra, abre un pequeño asilo para marineros perdidos. Allí conoce a Thomas, un soldado que no puede dormir desde que volvió de la guerra. Ella le enseña a rezar, él le enseña a reír de nuevo. Se casan.
Su hijo, William, será poeta.
En 1845 escribe sobre un amor imposible entre dos almas que nunca se encuentran. Uno de sus poemas viaja hasta Argentina en manos de un inmigrante italiano, que lo recita en un puerto de Buenos Aires mientras espera que llegue su prometida.
Pero ella nunca llega.
En cambio, una costurera llamada Ana, que escucha el poema desde la distancia, siente que esas palabras fueron escritas para ella. Se acerca, le ofrece un mate, y sin saberlo, reencuentra en él la chispa de Éloise, el eco de Julien, el reflejo de aquel pescador.
El amor, una vez más, encuentra su cauce.
Y así, de lágrima en lágrima, de mirada en mirada, la historia sigue viajando, una emoción que atraviesa siglos, cambiando de rostro, de idioma y de destino.
Dicen que el aleteo de una mariposa puede provocar un huracán del otro lado del mundo.
Quizás el amor funcione igual, una lágrima derramada en 1789 puede encender un corazón en esta primavera.
Porque, al final, todos llevamos en el ADN la memoria del primer amor.
No somos más que repeticiones del mismo latido, ecos de una historia que empezó mucho antes de que naciéramos.
Y que, de una forma u otra, todavía sigue escribiéndose en nosotros.
