EL APRENDIZ DE BRUJO 

En una lejana aldea, vivía un mago que conocía todos los trucos del mundo, sabía hablar muchos idiomas, hacia hechizos y alejaba los espíritus malignos. Él tenía un libro muy grande y empastado en cuero y que se cerraba con un poderoso candado, allí había valiosas enseñanzas para ser un gran mago pero solo podían ser leídas por él.

El gran maestro salió un día de viaje y dejo encargado al joven aprendiz que ayudaba en su taller. El muchacho que era bastante imprudente, se puso a escarbar en las cosas del maestro, intentó hacer funcionar el espejo en que se veían todas las cosas del mundo y no lo logró, quiso después probar con la máquina que convertía los metales baratos en oro puro y tampoco pudo. Descubrió el libro del mago que hallaba abierto y leyó tartamudeando algunas frases. Dichas estas mágicas palabras apareció un espíritu maligno, era feo, tenia los ojos desorbitados y escupía fuego por la boca. Al ser invocado dijo a su nuevo amo:
- ¿Para qué me llamaste?. ¿ Que quieres que haga?
El muchacho se asustó y dijo muy nervioso:
- Riega las plantas.
El extraño y feo espíritu comenzó a derramar barriles de agua sobre las plantas, pero era tal la cantidad que la habitación ya estaba inundada. El muchacho no sabía qué hacer, pues lentamente el nivel del agua iba subiendo, primero llegó a sus rodillas, luego le cubrió la cintura y le alcanzó hasta el pecho. Cuando observó que podía morir ahogado subió a la mesa pero el espíritu seguía vaciando barriles por montones. Fue tanta su desesperación, que comenzó a gritar:
-¡Auxilio, socorro! ¡Muero ahogado, auxilio!
Entonces apareció el gran mago que observó la escena y quedó asombrado; y mirando a la cara a su joven aprendiz le dijo:
-¡No habrás leído el libro prohibido! ¿Acaso no sabes que sólo yo puedo hacerlo?. Esto es un justo castigo a tu falta de respeto.
El tonto aprendiz pidió disculpas, imploró perdón, prometió guardar las distancias y no meterse con lo ajeno. Entonces el sabio maestro dijo las palabras mágicas y acabó con el hechizo:
- ¡Zarabandín zarabandán, que este espíritu maligno desaparezca ya!
Dicho esto todo volvió a la normalidad así el aprendíz de mago aprendió la lección.

Autor del cuento: Joseph Jacobs

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