Cuentos 

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NI TÚ NI YO SOMOS LOS MISMOS

El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.

Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.

Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.
Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
-¿No estás enfadado, señor?
-No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
-¿Por qué?
Y el Buda dijo:
-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.

Reflexión: Para el que sabe ver, todo es transitorio: para el que sabe amar, todo es perdonable.

Autor del

cuento

: Cuento tradicional de la India

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EL ASNO, EL GALLO Y EL LEÓN

Estaban un gallo y un asno en un pastizal cuando llegó un hambriento león. Y ya iba el león a tirarse encima del asno, cuando el gallo, cuyo cantar se dice que aterroriza a los leones, gritó fuertemente, haciendo salir corriendo al león tan rápido como pudo.
El asno al ver el impacto que un simple canto del gallo realizaba, se llenó de coraje para atacar al león, y corrió tras de él con ese
propósito. No había recorrido mayor distancia cuando el león se volvió, lo atrapó y lo seccionó en pedazos.

Moraleja: Ten siempre presente que las cualidades de tu prójimo no son necesariamente las tuyas.

Autor del

cuento

: Esopo

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EL GANADOR

Bandidos asaltan la ciudad de Mexcatle y ya dueños del botín de guerra emprenden la retirada. El plan es refugiarse al otro lado de la frontera, pero mientras tanto pasan la noche en una casa en ruinas, abandonada en el camino. A la luz de las velas juegan a los naipes. Cada uno apuesta las prendas que ha saqueado. Partida tras partida, el azar favorece al Bizco, quien va apilando las ganancias debajo de la mesa: monedas, relojes, alhajas, candelabros... Temprano por la mañana el Bizco mete lo ganado en una bolsa, la carga sobre los hombros y agobiado bajo ese peso sigue a sus compañeros, que marchan cantando hacia la frontera. La atraviesan, llegan sanos y salvos a la encrucijada donde han resuelto separarse y allí matan al Bizco. Lo habían dejado ganar para que les transportase el pesado botín.

Autor del

cuento

: Enrique Anderson Imbert

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HOMENAJE A K.

En cuanto los vio, N. se dio cuenta de que venían por él. Aquellas mujeres de rostros familiares y aquellos hombres vestidos de blanco, armados con garrotes.
-No va a dolerte -le dijo uno al tiempo que le atestaba el primer puñetazo, en mitad de la cara.
-Comprende. Son nuestros sentimientos. No es justo que la tengas -susurraron las mujeres, que le mordían los puños atenazados y le tiraban rabiosamente de los brazos, arrodillados sobre él.
Los hombres usaban los garrotes con fuerza y con cuidado, esperando los instantes en que los movimientos de N. y de las mujeres dejaran al descubierto partes sensibles, donde los golpes fueran más dolorosos. A N. le sorprendía que todo ocurriera casi en silencio; que las voces le llegaran con tanta suavidad; que pudiera guardar sus quejas detrás de los dientes trabados. Un garrotazo dado de punta le cerró un ojo. Con el otro veía solamente el piso de tierra donde había caído de costado; las piedrecillas que le rasgaban la piel del rostro, los trocitos de mica deslumbrantes.
Una de las mujeres comenzó a tirarle de los cabellos hacia atrás y otra le clavó una rodilla en el cuello.
-Suéltala -le aconsejó con ternura.
Un puntapié lo dejó ciego. N. sintió uñas, dientes, rodillas, tacones, puños, garrotes, la superficie de la tierra que lo arañaba con ferocidad.
-¿Para qué la quieres? Abre las manos -le dijo una voz acariciante, y N. sintió en seguida el mordisco inclemente, en la oreja.
Hubo que romperle los dedos. N. quiso gritar, pero la boca se le llenó de polvo y el grito que había guardado tanto tiempo se le convirtió en una tos de agonía.
-No la extrañarás -le dijeron mientras iban dejando solo, pero la única herida que en verdad sentía era el hueco que le había quedado en las manos.
-No conviene que la tengas; no te conviene tenerla -rectificó una mujer.
-¿No comprendes? -dijo otra, pero él no pudo verlas porque apenas podía abrir los ojos.
-Es por tu bien, entiéndelo -musitó otra voz, ya de retirada, y después, como una explicación-: Es insoportable, la felicidad.

Autor del

cuento

: Felipe Garrido

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LA BELLA DURMIENTE

Érase una vez una reina que dio a luz una niña muy hermosa. Al bautismo invitó a todas las hadas de su reino, pero se olvidó, desgraciadamente, de invitar a la más malvada. A pesar de ello, esta hada maligna se presentó igualmente al castillo y, al pasar por delante de la cuna de la pequeña, dijo despechada: "¡A los dieciséis años te pincharás con un huso y morirás!" Un hada buena que había cerca, al oír el maleficio, pronunció un encantamiento a fin de mitigar la terrible condena: al pincharse en vez de morir, la muchacha permanecería dormida durante cien años y solo el beso de un joven príncipe la despertaría de su profundo sueño.
Pasaron los años y la princesita se convirtió en la muchacha más hermosa del reino. El rey había ordenado quemar todos los husos del castillo para que la princesa no pudiera pincharse con ninguno. No obstante, el día que cumplía los dieciséis años, la princesa acudió a un lugar del castillo que todos creían deshabitado, y donde una vieja sirvienta, desconocedora de la prohibición del rey, estaba hilando. Por curiosidad, la muchacha le pidió a la mujer que le dejara probar.
- No es fácil hilar la lana, - le dijo la sirvienta -. Mas si tienes paciencia te enseñaré.
La maldición del hada malvada estaba a punto de concretarse. La princesa se pinchó con un huso y cayó fulminada al suelo como muerta. Médicos y magos fueron llamados a consulta. Sin embargo, ninguno logró vencer el maleficio. El hada buena sabedora de lo ocurrido, corrió a palacio para consolar a su amiga la reina. La encontró llorando junto a la cama llena de flores donde estaba tendida la princesa.
- ¡No morirá! ¡Puedes estar segura! - la consoló -. Sólo que por cien años ella dormirá.
La reina, hecha un mar de lágrimas, exclamó:
- ¡Oh, si yo pudiera dormir!
Entonces, el hada buena pensó:
- Si con un encantamiento se durmieran todos, la princesa, al despertar encontraría a todos sus seres queridos a su lado.
La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron.
- ¡Dormid tranquilos! Volveré dentro de cien años para vuestro despertar. - dijo el hada echando un último vistazo al castillo, ahora inmerso en un profundo sueño -.
En el castillo todo había enmudecido, nada se movía con vida. Péndulos y relojes repiquetearon hasta que su cuerda se acabó. El tiempo parecía haberse detenido realmente. Alrededor del castillo, sumergido en el sueño, empezó a crecer como por encanto, un extraño y frondoso bosque con plantas trepadoras que lo rodeaban como una barrera impenetrable. En el transcurso del tiempo, el castillo quedó oculto con la maleza y fue olvidado de todo el mundo. Pero al término del siglo, un príncipe, que perseguía a un jabalí, llegó hasta sus alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo. El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse camino. Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa. Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio...
Siguió avanzando hasta llegar al castillo. El puente levadizo estaba bajado. Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó con horror que estaban muertos, Luego se tranquilizó al comprobar que solo estaban dormidos.
- ¡Despertad! ¡Despertad!", - chilló una y otra vez, pero en vano -.
Cada vez más extrañado, se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa. Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano. Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se desesperezó y abrió los ojos, despertando del larguísimo sueño. Al ver frente a sí al príncipe, murmuró:
- ¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado.
El encantamiento se había roto. La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido. Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz que nunca. Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio, se llenó de cantos, de música y de alegres risas con motivo de la boda.

Autor del

cuento

: Hermanos Grimm

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SILENCIO

Apenas abres la puerta alzas las cejas para interrogar a la mujer que se asoma desde la cocina con la jerga en las manos, la cabellera cana, los movimientos adormilados, y sabes, por el gesto de la boca, que no hay novedades, así que dejas caer el bolso en una silla, te quitas los zapatos y el cinto y las pulseras y los aretes, y muy bien no sabes dónde van quedando, y abres el refrigerador y lo cierras sin sacar nada y bebes agua de mango a tragos largos, atragantándote de la jarra que está en la mesa, y no quieres verte en el espejo del baño porque sabes muy bien cuál es el espesor del baño, porqué sabes muy bien cuál es el espesor de tu mirada y de pronto sales al pasillo descalza, con el corazón en la boca, entrecerrando los ojos pero no hay sino silencio, y te desnudas de prisa en la espera de todo el día acumulada en los dientes que muerden las uñas nacaradas y en algún lugar del vientre, ya apagas la lámpara, te metes bajo las sábanas, cierras los ojos porque el sueño te promete una tregua y detrás de los párpados avivas el recuerdo porque tus tinieblas te regalan la impresión de una absoluta intimidad y luego miras el reloj luminoso y vuelves a cerrar los ojos y quieres dormir enseguida, y antes de hundir la cabeza en la almohada te aseguras de que encima del buró esté a tu alcance, callado, silencioso el teléfono.

Autor del

cuento

: Felipe Garrido

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EL PATO EN EL ESTANQUE

Un pato se encontraba nadando junto a otros patos en un estanque, cuando de repente se giró y vio que nadie le seguía. Se entristeció y volvió hacia donde estaban los otros patos, que le preguntaron:
- ¿Por qué vuelves?
- Nadie viene conmigo - contestó el pato -.
- ¿Y qué has visto?
- No lo sé, os estaba buscando.

Moraleja: Disfruta de la vida, aunque estés solo.

Autor del

cuento

: Dani Alcalà

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LA URRACA

Una urraca se posó en el alféizar de la ventana de una casa. El dueño, allí presente, le dijo:
- Fuera de aquí, ya sabemos que te gustan los anillos y las joyas, pero yo no tengo nada para ti.

Moraleja: Cuidado con la fama que cultivas de ti, pues luego te perseguirá.

Autor del

cuento

: Dani Alcalà

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LA PALOMA

Un pozo pintado vio una paloma sedienta:
Tiróse a él tan violenta, que contra la tabla dio.
Del golpe, al suelo cayó, y allí muere de contado.

De su apetito guiado, por no consultar al juicio,
así vuela al precipicio el hombre desenfrenado.

Moraleja: Piensa antes de actuar, porque si te guías sólo por tus instintos, mal acabarás.

Autor del

cuento

: Félix María Samaniego

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EL ÁGUILA Y EL CONEJO

Un águila que estaba volando se lanzó de repente hacia el suelo, creyendo haber visto un conejo. Pero una vez allí, se dio cuenta de que en realidad se trataba de un lobo, y tuvo que huir con dificultad y presa del pánico antes de ser cazada.

Moraleja: ¡Revisa tu vista de vez en cuando!

Autor del

cuento

: Dani Alcalà

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