20 Cuentos clásicos 

EL LOBO HERIDO Y LA OVEJA

Un lobo que había sido mordido por unos perros, yacía en el suelo todo malherido. Viendo la imposibilidad de procurarse comida en esa situación, pidió a una oveja que pasaba por allí que le llevara un poco de agua del cercano río.
- Si me traes agua para beber - le dijo -, yo mismo me encargaré de mi comida.
- Si te llevo agua para beber - respondió la oveja -, yo misma asistiré a tu cena.

Autor del

cuento

: Esopo

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EL PASTOR Y EL LOBO

Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo cuidando sus ovejas y, como muchas veces se aburría mientras las veía pastar, pensaba cosas que hacer para divertirse.

Un día, decidió que sería buena idea divertirse a costa de la gente del pueblo que había por allí cerca. Se acercó y empezó a gritar:

- Socorro! El lobo! Que viene el lobo!

La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano y corriendo fueron a auxiliar al pobre pastorcito que pedía auxilio, pero cuando llegaron, descubrieron que todo había sido una broma pesada del pastor. Y se enfadaron.

Cuando se habían ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que pensó en repetirla. Y cuando vió a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:

- Socorro! El lobo! Que viene el lobo!

Las gentes del pueblo, en volverlo a oír, empezó a correr otra vez pensando que esta vez si que se había presentado el lobo, y realmente les estaba pidiendo ayuda. Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riendo de ver como los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo. Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enojados.

A la mañana siguiente, el pastor volvió a pastar con sus ovejas en el mismo campo. Aún reía cuando recordaba correr a los aldeanos. Pero no contó que, ese mismo día, sí vio acercarse el lobo. El miedo le invadió el cuerpo y, al ver que se acercaba cada vez más, empezó a gritar:

- Socorro! El lobo! Que viene el lobo! Se va a comer todas mis ovejas! Auxilio!

Pero esta vez los aldeanos, habiendo aprendido la lección el día anterior, hicieron oídos sordos.

El pastorcillo vió como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, y chilló cada vez más desesperado:

- Socorro! El lobo! El lobo! - pero los aldeanos continuaron sin hacer caso.

Es así, como el pastorcillo vió como el lobo se comía unas cuantas ovejas y se llevaba otras para la cena, sin poder hacer nada. Y se arrepintió en lo más profundo de la broma que hizo el día anterior.

Autor del

cuento

: Cuento tradicional español

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LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

Érase una Gallina que ponía
Un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento,
Quiso el rico avariento
Descubrir de una vez la mina de oro,
Y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla, abrióla el vientre de contado;
Pero, después de haberla registrado,
¿Qué sucedió? que muerta la Gallina,
Perdió su huevo de oro y no halló mina.

¡Cuántos hay que teniendo lo bastante
Enriquecerse quieren al instante,
Abrazando proyectos
A veces de tan rápidos efectos
Que sólo en pocos meses,
Cuando se contemplaban ya marqueses,
Contando sus millones
Se vieron en la calle sin calzones.

Autor del

cuento

: Félix María Samaniego

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EL REY DESNUDO

El Rey de un lejano país supo un día que unos famosísimos sastres estaban de paso por su reino. Sin perder tiempo, los convocó para que le confeccionasen su mejor indumentaria. Los sastres, tras disfrutar un buen tiempo de los beneficios que brinda la vida en la corte del Rey, le comunicaron que habían terminado su trabajo y anunciaron a quien quisiera escucharlos que habían confeccionado para el Rey el traje invisible más hermoso del mundo, tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”. Procedieron entonces a quitarle la ropa al Rey y mediante aparatosos ademanes le colocaron el nuevo traje invisible. Por supuesto que el Rey se vio desnudo, pero no dijo nada porque no quería aparecer como un tonto frente a tan famosísimos sastres.

Convocó el Rey entonces a sus colaboradores, a quienes les preguntó por la belleza de su traje. Superada la sorpresa de ver al Rey desnudo y enterados de que semejante traje era tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”, toda su corte afirmó que el traje era el “más hermoso del mundo”, lo cual convenció definitivamente al Rey y así los sastres continuaron su viaje con un suculento pago por su trabajo, dejando al rey y a su corte muy satisfechos y agradecidos. Así el Rey paseaba desnudo por su palacio luciendo su traje invisible, el más hermoso del mundo.

Un día decidió que su pueblo merecía también disfrutar la hermosura de su traje por lo que salió del palacio para recorrer su reino. El pueblo al verlo desnudo, y por temor a contradecirlo, no dijo nada. Hasta que un inocente niño lo descubrió y gritó:

- ¡El Rey está desnudo!

Momento en el cual el Rey se miró a sí mismo descubriendo la verdad: había sido engañado.

Autor del

cuento

: Hans Christian Andersen

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LA PRINCESA Y EL GUISANTE

Había una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero con una verdadera princesa de sangre real. Viajó por todo el mundo buscando una, pero era muy difícil encontrarla, mucho más difícil de lo que había supuesto.
Las princesas abundaban, pero no era sencillo averiguar si eran de sangre real. Siempre acababa descubriendo en ellas algo que le demostraba que en realidad no lo eran, y el príncipe volvió a su país muy triste por no haber encontrado una verdadera princesa real.
Una noche, estando en su castillo, se desencadenó una terrible tormenta: llovía muchísimo, los relámpagos iluminaban el cielo y los truenos sonaban muy fuerte. De pronto, se oyó que alguien llamaba a la puerta:
-¡ Toc, toc!
La familia no entendía quién podía estar a la intemperie en semejante noche de tormenta y fueron a abrir la puerta.
-¿ Quién es? - preguntó el padre del príncipe.
- Soy la princesa del reino de Safi - contestó una voz débil y cansada. - Me he perdido en la oscuridad y no sé regresar a donde estaba.
Le abrieron la puerta y se encontraron con una hermosa joven:
- Pero ¡Dios mío! ¡Qué aspecto tienes!
La lluvia chorreaba por sus ropas y cabellos. El agua salía de sus zapatos como si de una fuente se tratase. Tenía frío y tiritaba. En el castillo le dieron ropa seca y la invitaron a cenar. Poco a poco entró en calor al lado de la chimenea. La reina quería averiguar si la joven era una princesa de verdad.
- Ya sé lo que haré - pensó -. Colocaré un guisante debajo de los muchos edredones y colchones que hay en la cama para ver si lo nota. Si no se da cuenta no será una verdadera princesa. Así podremos demostrar su sensibilidad.
Al llegar la noche, la reina colocó un guisante bajo los colchones y después se fue a dormir. A la mañana siguiente, el príncipe preguntó:
-¿Qué tal has dormido, joven princesa?
- ¡Oh! Terriblemente mal - contestó -. No he dormido en toda la noche. No comprendo qué tenía la cama; Dios sabe lo que sería. Tengo el cuerpo lleno de cardenales. ¡Ha sido horrible!
- Entonces, ¡eres una verdadera princesa! Porque a pesar de los muchos colchones y edredones, has sentido la molestia del guisante. ¡Sólo una verdadera princesa podía ser tan sensible!
El príncipe se casó con ella porque estaba seguro de que era una verdadera princesa. Después de tanto tiempo, al final encontró lo que quería.

Autor del

cuento

: Hans Christian Andersen

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EL LOBO Y LOS SIETE CABRITOS

Era una cabra que tenía siete cabritos. Un día llamó a sus hijos y les dijo:
- Voy al bosque a buscar comida para vosotros. No abráis la puerta a nadie. Tened cuidado con el lobo; tiene la voz ronca y las patas negras. Es malo y querrá engañaros.
Los cabritos prometieron no abrir a nadie y la cabra salió. Al poco rato llamaron:
- ¡Tan! ¡Tan! Abrid, hijos míos, que soy vuestra madre.
- No. No queremos abrirte. Tienes la voz muy ronca. Tú no eres nuestra madre, eres el lobo.
El lobo se marchó enfadado, pero no dijo nada. Fue a un corral y se comió una docena de huevos crudos para que se le afinara la voz. Volvió a casa de los cabritos y llamó.
- ¡Tan! ¡Tan! Abrid, hijos míos, que soy vuestra madre - dijo con una voz muy fina.
- Enséñanos la pata.
El lobo levantó la pata y los cabritos al verla dijeron:
-No. No queremos abrirte. Tienes la pata negra. Nuestra madre la tiene blanca. Eres el lobo.
El lobo se marchó furioso, pero tampoco dijo nada, fue al molino metió la pata en un saco de harina y volvió a casa de los cabritos.
- ¡Tan! ¡Tan¡ Abrid hijos míos, que soy vuestra madre.
Los cabritos gritaron:
- Enséñanos primero la pata.
El lobo levantó la pata y cuando vieron que era blanca, como la de su madre, abrieron la puerta. Al ver al lobo corrieron a esconderse, muy asustados. Pero el lobo, que era más fuerte, se abalanzó sobre ellos y se los fue tragando a todos de un bocado. A todos, menos al más chiquitín que se metió en la caja del reloj y no lo encontró.
Cuando la cabra llegó a casa vio la puerta abierta. Entró y todas las cosas estaban revueltas y tiradas por el suelo. Empezó a llamar a sus hijos y a buscarlos, pero no los encontró por ninguna parte. De pronto salió el chiquitín de su escondite y le contó a su madre que el lobo había engañado a sus hermanos y se los había comido. La cabra cogió unas tijeras, hilo y aguja, y salió de casa llorando. El cabrito chiquitín la seguía.
Cuando llegaron al prado vieron al lobo tumbado a la orilla del río. Estaba dormido y roncaba. La cabra se acercó despacio y vio que tenía la barriga muy abultada. Sacó las tijeras y se la abrió de arriba abajo. Los cabritos salieron saltando. En seguida, la cabra cogió piedras y volvió a llenar la barriga del lobo. Después la cosió con la aguja y el hilo. Y cogiendo a sus hijos marchó a casa con ellos, muy de prisa, para llegar antes de que se despertase el lobo.
Cuando el lobo se despertó tenía mucha sed y se levantó para beber agua. Pero las piedras le pesaban tanto que rodó y, cayéndose al río, se ahogó.

Autor del

cuento

: Hermanos Grimm

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LOS RATONES PONIENDO EL CASCABEL AL GATO

Un hábil gato hacía tal matanza de ratones, que apenas veía uno, era cena servida. Los pocos que quedaban, sin valor para salir de su agujero, se conformaban con su hambre. Para ellos, ese no era un gato, era un diablo carnicero. Una noche en que el gato partió a los tejados en busca de su amor, los ratones hicieron una junta sobre su problema más urgente.
Desde el principio, el ratón más anciano, sabio y prudente, sostuvo que de alguna manera, tarde o temprano, había que idear un medio de modo que siempre avisara la presencia del gato y pudieran ellos esconderse a tiempo.
Efectivamente, ese era el remedio y no había otro.
Todos fueron de la misma opinión, y nada les pareció más indicado.
Uno de los asistentes propuso ponerle un cascabel al cuello del gato, lo que les entusiasmó muchísimo y decían sería una
excelente solución. Sólo se presentó una dificultad: quién le ponía el cascabel al gato.
- ¡Yo no, no soy tonto, no voy!
- ¡Ah, yo no sé cómo hacerlo!
En fin, terminó la reunión sin adoptar ningún acuerdo.

Moraleja: Nunca busques soluciones imposibles de realizar.

Autor del

cuento

: Esopo

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EL CERDO Y LOS CARNEROS

Se metió un cerdo dentro de un rebaño de carneros, y pacía con ellos. Pero un día lo capturó el pastor y el cerdo se puso a gruñir y forcejear.
Los carneros lo regañaban por gritón diciéndole:
- A nosotros también nos echa mano constantemente y nunca nos quejamos.
- Ah sí - replicó el cerdo -, pero no es con el mismo fin. A ustedes les echan mano por la lana, pero a mí es por mi carne.

Moraleja: Perder lo recuperable no nos debe preocupar, pero sí el perder lo que es irreparable.

Autor del

cuento

: Esopo

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PULGARCITO

Pulgarcito era un niño tan, pero tan pequeñito, que cabía en una caja de sorpresas. Era el último de siete hermanos y sus padres estaban en la miseria. Una tarde, el niño pudo oírlos en una extraña conversación.
- Que Dios nos perdone, pero tenemos que deshacernos de nuestros hijos o será el hambre y la miseria quienes se encargarán de llevárselos - decía su dolido padre mientras la madre lloraba -.
Horas más tarde y con engaños, el padre marchó con sus siete hijos a lo más frondoso del bosque donde los abandonaría.
Pero Pulgarcito había ido dejando migas de pan en el camino, por lo que los niños pudieron regresar a su cálida casa siguiendo el rastro del pan abandonado. Su padre se sintió feliz al verlos sanos y salvos, pero al poco tiempo volvió a creer que no era capaz de cargar con ellos.
Esa vez el padre en pleno invierno, revisó los bolsillos a Pulgarcito pero no pudo hallar restos de pan. Una vez abandonados de nuevo, el pequeño empezó a buscar las migas que había logrado esconder entre sus calcetines y tirar por el camino, y casi se muere al comprobar que las aves se las habían comido. ¡Estaban perdidos!
Mientras sus hermanitos lloraban, en medio de la oscuridad y del grito de las fieras, Pulgarcito se subió a un árbol y a lo lejos divisó a una solitaria cabaña.
- Quizás nos ayuden, pero debemos calmarnos para llegar a ella - les dijo -.
Y sus hermanitos obedecieron.
Al llegar picaron a la puerta y un horrible sonido de pisadas hicieron temblar la Tierra. No podían creer lo que estaban viendo: era el horrible ogro come-niños, cuyos ojos brillaron al verlos allí esperando. Los capturó de inmediato, al tiempo que le gritaba a su mujer:
- ¡Ya tengo siete niños para mi gran cena!
Y el gigante se fue a dormir la siesta.
El llanto de los niños hizo que la mujer del ogro se apiadara de ellos y les dio la libertad. El ogro despertó y al no hallar servida la cena, puso el grito en el cielo:
- ¡Dónde están los niños!
Su mujer le dijo que una bruja logró liberarlos y el ogro, para ir en su busca, se calzó unas botas mágicas que había robado al rey de esas tierras y que recorrían siete leguas por cada paso.
Pulgarcito, por su parte, una vez fue alcanzado por el ogro, cobijó a sus hermanitos en un refugio y empezó a correr y correr en círculos, logrando marear al ogro que lo perseguía provocándole un ruidoso desmayo. Al verlo así, el niño le quitó las botas, se las calzó y corrió al castillo del rey de esas tierras.
Allí devolvió las botas robadas y el rey, agradecido, ordenó rescatar a los niños, apresar al ogro y honrar a Pulgarcito con un título y una gran recompensa.
Los siete hermanitos volvieron a casa, salvaron su hogar y perdonaron a su padre por tan equivocada sentencia.

Moraleja: Todos los niños son sagrados.

Autor del

cuento

: Charles Perrault

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LOS GALLOS Y LA PERDIZ

Un hombre que tenía dos gallos, compró una perdiz doméstica y la llevo al corral junto con ellos para alimentarla. Pero estos la atacaban y la perseguían, y la perdiz, pensando que lo hacían por ser de distinta especie, se sentía humillada.
Pero días más tarde vio cómo los gallos se peleaban entre ellos, y que cada vez que se separaban, estaban cubiertos de sangre. Entonces se dijo a sí misma:
- Ya no me quejo de que los gallos me maltraten, pues he visto que ni aun entre ellos mismos están en paz.

Moraleja: Si llegas a una comunidad donde los vecinos no viven en paz, ten por seguro que tampoco te dejaran vivir en paz a ti.

Autor del

cuento

: Esopo

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